Papa Francisco concluyó su visita a Auschwitz y Birkenau
El papa Francisco concluyó su visita a los campo de exterminio nazi de Auschwitz y Birkenau, donde murieron un millón cien mil personas y donde se recogió en oración y saludó a diez supervivientes.
Francisco realizó esta visita de aproximadamente hora y media de duración en absoluto silencio, excepto cuando saludó a los supervivientes, a las autoridades y a un grupo de 25 familiares de los llamados «Justos de las Naciones», un título que se les concedió por su ayuda a los judíos.
El pontífice argentino atravesó completamente solo la entrada bajo la inscripción en hierro forjado «Arbeit macht frei» (El trabajo os hace libres) y comenzó así su recorrido silencioso entre los barracones.
Después, en un coche eléctrico, el papa continuó su camino y se detuvo frente al patio donde se llamaba a los condenados a muerte y donde el sacerdote polaco Maximiliano Kolbe ofreció su vida a cambio de la de un padre de familia que iba a ser asesinado.
Francisco permaneció ahí sentado con los ojos cerrados y en profundo recogimiento durante algunos minutos y, acto seguido, besó y acarició uno de los postes de madera que servían para las ejecuciones.
Después se trasladó al bloque 11, donde se encontraban las celdas subterráneas donde se encerraban a los condenados a muerte y sed y donde saludó a diez supervivientes.
Tras esto, encendió una lámpara de aceite frente al muro en el que eran ejecutadas muchas de las personas que llegaban al campo durante aquellos años de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Posteriormente accedió al edificio de ladrillo del bloque 11 de Auschwitz que alberga la celda subterránea en la que Kolbe murió de inanición.
Francisco permaneció en este lugar solo, rezando durante aproximadamente diez minutos, en medio de una leve penumbra, sentado en una silla, cabizbajo y con la puerta enrejada abierta a sus espaldas.
Después se trasladó hasta el campo de Birkenau, el «Auschwitz 2», construido a unos tres kilómetros de distancia para que Adolf Hitler llevase a cabo la llamada «solución final» con la que pretendía exterminar a todos los judíos.
Llegó en el coche eléctrico que viajaba paralelo a las vías del tren con el que los deportados llegaban a este campo.
En la explanada de Birkenau, un millar de personas pudo asistir al momento en el que Francisco pasó delante de las lápidas de mármol con inscripciones en los 23 idiomas de los prisioneros mientras un rabino entonaba el salmo 130, el De Profundis.