Tareas de Grupo
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Los temibles Grupos de Tareas se suplantaron, de un tiempo a esta parte, por las Tareas de Grupo.
“Los secuestradores me dijeron que no me olvidara que mi vida estaba en manos de ellos”, declara Juan Puthod, después de la atroz pesadilla del secuestro. Conserva una marquita morada en el pómulo derecho. Lo levantaron, a las siete menos cuarto de la tarde, en pleno centro de Zárate. Extrañamente nadie registró la violencia implícita del operativo. Más fácil que levantar a un niño mudo. En menos de treinta segundos. Sin que el experimentado militante ofreciera la menor resistencia. Director de la Casa de la Memoria de Zárate. Sobreviviente de la Dictadura. 50 años. Estuvo preso desde los 18.
“Me están diciendo que están ahí y que, en cualquier momento, operan. Es una avanzada del Grupo de Tareas para volver a sembrar el miedo”.
La vida por la Dictadura
Para iluminar acerca del tenebroso secuestro de Juan Puthod, no apareció, por Zárate, siquiera, Duhalde El Bueno. Es el anzorreguista de izquierda que suele encargarse, en esporádicos raptos de frescura, de la franquicia, oficialmente moral, de los derechos humanos.
Duhalde El Bueno, igual que Puthod, como tantos sobrevivientes del conglomerado trágico de la izquierda revolucionaria, dedicaron, la mayor parte de su vida útil, a la Dictadura Militar. Le brindaron más tiempo, incluso, que a la idílica Revolución que impulsaban.
Primero, desde el fragor de la militancia, para gestarla. Segundo, para padecerla, desde la prisión o el exilio. Tercero, para denunciar los excesos de la represión, y producir los excesos de la reparación.
El resultado fue el congelamiento de la historia.
En medio del fracaso, generacionalmente personal, los que fueron revolucionarios necesitan mantener vigentes los riesgos eventuales de la Dictadura Militar. Con los fantasmas del combo. Los operativos Grupos de Tareas. Los que, al desaparecer, fueron suplidos por las Tareas de Grupo.
Línea media
Durante la adolescencia tardía del kirchnerismo, las Tareas de Grupo generaron, con grados diferentes de gravedad, hasta hoy, tres casos. Los tres, en la línea media de la provincia de Buenos Aires. Sólo el primero de ellos, el del septuagenario J.J. López, de Los Hornos-Atalaya, es gravitantemente preocupante. Los restantes, el de Gerez, de Escobar, y el de Puthod, de Zárate-Lima, ingresan en el dominio ingrato de la incredulidad.
Para el Portal, JJ López es El Ausentado, que mereció el trajín de la investigación. Conjuntamente con el triple crimen de los policías (ver “Aeropuerto”), es el caso más resonante que quedó pendiente de la gestión Solá-Arslanián. De nada sirve, veinte meses después, que le arranquen el caso a la policía bonaerense. Lo que debe investigarse es, precisamente, por qué no se investigó. Los motivos de los rastrillajes desviacionistas, para la televisión.
A los efectos de evitar la ceremonia del programado testimonio, que no podía repetir, don López partió, por su cuenta, desde Los Hornos. Para perderse, de día, en la noche de los tiempos. En la localidad, francamente liberada, de Atalaya. Partido de Magdalena.
En vez de promover manifestaciones, los funcionarios debieran emitir explicaciones. Ciertos dirigentes humanitarios tendrían que explicar los detalles -en caso de conocerlos- de los vínculos que unían a don J.J. López con distintos personajes involucrados de la policía provincial. Aunque se envilezca la memoria que se pretende, en definitiva, tergiversar.
Gerez y Puthod
Las otras dos Tareas de Grupo, la de Gerez y de Puthod, se encuentran, a pesar de ambos, interrelacionadas. Inducen a la construcción del subcomisario Patti como El Monstruo de la Panamericana. Una especie de Pritz austriaco, pero extrañamente interesado en atentar contra sí mismo.
La Tarea de Grupo, que atentó contra Gerez, enlodó, en la oportunidad, al incontenible presidente Kirchner, que tiró de la cadena oficial para producir una alocución memorable. Porque Kirchner fue víctima, graciosamente involuntaria, de una acción secreta de su contrainteligencia, que mantenía programada la libertad del secuestrado. En cueros, y para las cámaras del Canal 7.
A propósito, Kirchner debería consultar a alguna bruja respetable. Por los papelones astrológicos que suelen depararle los finales de año. En diciembre del 2006, transcurrió el papelón mediático de Gerez. En diciembre del 2007, experimentó el papelón internacional en la selva de Villavicencio.
La Tarea de Grupo de Gerez opacó, por peso de antecedente, la Tarea de Grupo que mantuvo secuestrado, en la semana anterior, a Puthod.
Gerez legitima el escepticismo interpretativo que rodea al episodio Puthod.
Cuentan que el máximo sospechoso, según nuestras fuentes, es el señor G… Es un antiguo cocinero de la Prefectura de Zárate, que en la época sombría, en apariencias, fritaba milanesas para los pateadores de puertas. El cocinero, en la actualidad, se la rebusca, según Gargantas, con la aguda vocalización de tangos. En determinados boliches de la zona, para los parroquianos de Zárate. Y del cercano Lima, donde Puthod tiene, según Gargantas, algún vínculo filosóficamente profundo.
Sin embargo, G…, el cocinero-cantante, debe soportar, con estoico profesionalismo, que, mientras entona, concentrado, “La última curda”, algún revolucionario de La Casa de la Memoria le grite ¡torturador! O ¡genocida! Y, explicablemente, se desconcentra.
Final con estampitas
Se explica entonces que Duhalde El Bueno se haya borrado. Estilo Casildo.
Tampoco quiso aparecer, por Zárate, según nuestras fuentes, ninguno de los legionarios emblemáticos del humanitarismo. Quien apareció fue el Ministro de Seguridad, Carlitos Stornelli, alias La Gritona. Sin la compañía, como ya es habitual, del Jefe de Policía, el implacable Comisario Salcedo, alias El Gallo Ciego.
Como cabía la posibilidad de figurar, el gobernador Scioli ensayó una aproximación, con su vigor inclaudicable de titular, indiscutido, de la Línea Aire y Sol. No obstante, al tomar conocimiento, por La Gritona, que la mano venía con sospechas, Scioli disparó enseguida. Hacia algún otro sitio que le permitiera construir una primera plana. Pretendía Scioli reiterar, con la memoria y Puthod, el rostro duro para las cámaras.
“Con fe y esperanzas, siempre para adelante, al frente con el Estado Social Activo”. Como cuando posó junto al joven secuestrado Ariel Perreta, barbudo y aún encadenado. Acompañado de Stornelli. Y del Intendente Mazza, del Tigre, que alcanzó a colarse, consagratoriamente, en la estampita.
Oberdán Rocamora