Opinión Internacional

Alan García frente a Chávez en la Cumbre de Lima

Si Chávez no creyera que los archivos encontrados en el computador de Raúl Reyes son legales y contienen evidencia necesaria para convertirlo en un reo de la justicia penal internacional, entonces no se habría presentado a la V Cumbre ALC-UE de Lima cual carmelita descalza, repartiendo besos a diestra y siniestra, abrazándose con la canciller alemana, Ángela Merkel, enviándole saludos al rey de España y deshaciéndose en elogios hacia el presidente de Perú y anfitrión del encuentro, Alan García.

Digamos que solo el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, escapó a los amapuches del presidente bipolar que pasa en segundos del odio al amor, y del amor al odio, de la guerra a la paz y de la paz a la guerra, pero debe ser porque no mostró ningún interés en encontrarse con el Chávez melcocha, en repetir la comedia ya conocida y sufrida del revolucionario petrolero y saudita para quien la política es simple y llanamente una cuestión de cámaras y micrófonos.

Lo cual no quiere decir que no persista en algunas manías como es esa de que se le tome en serio, que se piense que es un jefe político y militar de la estirpe de Mao, el tío Ho y Fidel Castro, con arraigo en masas continentales y mundiales a las cuales podría dar la orden de poner patas arriba al planeta en cualquier momento, con fuerzas militares dispuestas a crear “uno, dos, tres, cinco, diez Vietnam” y decidido ahí mismo, en plena cumbre, a doblar el lomo a los jefes de estado que no se plieguen a sus dictados y mandatos.

Lo que estaba sucediendo a su alrededor, sin embargo, era que ni siquiera una “Cumbre Alternativa de los Pueblos” convocada desde hacía meses por la retroizquierda, con asistentes que en su mayoría vendrían de Bolivia, Ecuador, Venezuela y Nicaragua, y para darle tribuna a Chávez, Ortega, Correa y Evo Morales había tenido lugar, y si en la realidad lo tuvo, fue en medio de tal indiferencia de la opinión pública peruana, que los propios patrocinadores decidieron ignorarla.

Lo que los presidentes, jefes de Estado y ministros que asistieron al evento presenciaron, por el contrario, fue la apoteosis de Alan García y sus políticas económicas, quien, sin dejarse amedrentar por los caudillos neopopulistas, sin caer en chantajes energéticos, ni atemorizarse dado que Perú tiene fronteras con un país cuyo presidente mestizo aterroriza con desatar la guerra de razas y otro que ha abrazado la causa el socialismo del siglo XXI, sigue impertérrito con la aplicación de las políticas de libre mercado que heredó de Alejandro Toledo y que le han procurado las mejores cifras macro y micro económicas que exhibe país alguno de la región.

Pero sin permitir que el auge de la economía llegue exclusivamente a las élites que tradicionalmente han frustrado las buenas intenciones de los gobernantes democráticos peruanos, sino llevando a cabo un audaz programas de políticas sociales que reducen dramáticamente la pobreza y la desigualdad, enfrentan con éxito las injusticias y la corrupción y hacen de Perú una estación obligada a la hora de precisar como un asombroso caso de progreso en libertad y desarrollo humano.

O sea, todo lo contrario a lo que está sucediendo en Venezuela, donde, tras el empeño de Chávez de imponerle al país un fracaso que ya fue experimentado durante el siglo XX por el grupo de países que quiso hacer realidad al socialismo, se evapora sin ningún efecto positivo el gigantesco ingreso petrolero producto del ciclo alcista del crudo que a finales de la semana pasada estaba a 112 dólares el barril, el aparato productivo yace literalmente colapsado, la inflación es una de las más altas del planeta, los servicios públicos prácticamente no existen y males crónicos como la inseguridad y la corrupción tienen asegurados índices entre los más altos del mundo.

Algunas cifras del año pasado nos ayudan a comprender lo que estaba pasando comparativamente en Perú y Venezuela con la implementación de una economía de mercado con vocación social, de un lado, y el socialismo del siglo XXI, del otro:
Crecimiento: Perú, con un desempeño fundamentado en la inversión privada nacional e internacional: 7 por ciento. Venezuela: con un desempeño basado en el gasto público generado por el ingreso petrolero: 8 por ciento.

Inflación: Perú: 2 por ciento. Venezuela: 17 por ciento.

Reservas internacionales: Perú: 32. 587 millones de dólares. Venezuela: 3r mil, 038 millones de dólares.

Paridad Dólar: Perú: 2 soles por dólar. Venezuela: 4,5 bolívares por dólar.

De modo que frente a una Venezuela que entrega el mejor ingreso de la historia económica del país a las fauces de un sistema socialista hambriento de más despilfarro, corrupción, desigualdad y pobreza; Perú, sin petróleo que exportar ni otras materias primas mineras que no sean gas, cobre, oro y plata, pero con un desarrollo manufacturero y agroindustrial que lo ha convertido en una economía de amplio y rentable desempeño en los mercados internacionales, está trazando la diferencia sobre lo que sucede en un país cuando el neopopulismo lo pierde tras utopías inútiles y anacrónicas, y en otro, cuando un liderazgo racional y moderno lo conduce por la vía del progreso en libertad, el fortalecimiento del estado de derecho y la defensa de los derechos humanos.

Pero desde luego que no se trata solo de una política nacional exitosa que explica la estabilidad y respaldo de los peruanos al gobierno de Alan García, sino también de una política exterior prudente, respetuosa de la soberanía de otros países, y muy en especial la de los vecinos, que independiente de las diferencias que puedan tener con la administración aprista en años recientes, son invitados a conversar, discutir y buscar soluciones de consenso.

El caso de las reuniones celebradas en el curso de la cumbre entre el presidente anfitrión y la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, es ejemplar en este sentido, pues lejos de perderse en diatribas, insultos y amenazas de guerra, los dos jefes de Estado revelaron que se mueven tras la idea de anunciar un acuerdo en los próximos meses.

Con Ecuador y Bolivia, países que históricamente han tenido diferencias con el país de los Incas al extremo de que con el primero tuvo una guerra en los 80, García también aprovechó la cumbre como un espacio para limar asperezas y avanzar en la senda de la paz y el intercambio comercial.

En otras palabras, que si Chávez pretendía que la cumbre fuera el escenario para continuar su guerra de cámaras y micrófonos contra Uribe y su gobierno, se quedó con los crespos hechos, ya que el presidente colombiano más bien escuchó la solidaridad de la mayoría de los países en su enfrentamiento con las FARC y el compromiso de que no se encontrará solo para combatir el terrorismo, la guerrilla y el narcotráfico.

Demostraciones que no pudieron llegar más desalentadoramente para Chávez, que se encuentra aislado frente a los archivos del computador de Raúl Reyes, sin otro argumento que la pataletera que le hemos vimos horas antes de viajar de Caracas a Lima, pero sin otra alternativa que, o sacar las manos del conflicto interno colombiano, o arriesgarse a que las pruebas que INTERPOL acaba de entregar a la Fiscalía neogranadina hagan valer la fuerza de su legalidad e inapelabilidad probatoria.

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