De Neville Chamberlain a José Miguél Insulza. ¿Quién hablará por Venezuela?
“La causa de los rebeldes parecía imposible en el momento….pero cuando el futuro de su nación pendía de un hilo, en Mayo de 1940, apartaron toda consideración personal… hablaron por Inglaterra”.
“Troublesome Young Men”
Lynne Olson
Farrar, Strauss y Giroux, 2008.
Neville Chamberlain fue un lider político Inglés, primer ministro durante la década de 1930 e inicios de 1940. Pensó, quizás de buena fe, que podia evitar una nueva guerra mundial. La primera guerra mundial, en efecto, había sido brutal. Casi un millón de los mejores jóvenes de Inglaterra murieron en los campos de batalla. Una generación entera desapareció. Quienes regresaron vivos a la patria a terminar de estudiar o, más tarde, a figurar en política nunca pudieron liberarse de un cierto sentimiento de culpa.. por estar vivos!
Neville Chamberlain llegó a primer ministro en los años en los cuáles Adolfo Hitler comenzaba a dominar la política alemana. Era un político inteligente pero obsesionado con la idea de una paz para Europa. Cuando ya algunos miembros de su propio partido conservador desconfiaban de las motivaciones expansionistas de Hitler, Chamberlain comenzó a hacer esfuerzos para lograr “persuadir” a Hitler de abandonar tales planes. Para ello decidió montarse en un avión, por primera vez en su vida, para ir a reunirse con Hitler, a quien encontró muy “razonable, dispuesto a conversar civilizadamente” sobre la paz de Europa. Todo lo que quería Hitler, dijo Chamberlain a su regreso a casa, era un trozo de Checoeslovaquia que había pertenecido antes a Alemania. “Por que no”? pensó Chamberlain, ‘si lo complacemos se quedará tranquilo”. Secretamente negoció con Hitler la entrega de esa región, la cuál contenía nada menos que la mitad de la industria checa. Junto con el líder Francés Daladier, otro enamorado de la paz a toda costa, resistió todas las presiones de los líderes políticos que advertían en contra de Hitler y de Mussolini.
Hitler se apropió de toda Checoeslovaquia y todavía Chamberlain vaciló. Dijo que la defendería pero dejó pasar el tiempo. Luego Hitler se adueñó de Noruega y de Finlandia. En especial la derrota Inglesa en Noruega fue humillante y responsabilidad directa de Winston Churchill, como primer Lord del Almirantazgo. Liderados por Leon Amery, los jóvenes rebeldes tories gestaron un movimiento en la Cámara de los Comunes para expulsar a Chamberlain del poder. Sin embargo, las peculiares características de la política inglesa y la timidez de Anthony Eden, quien hubiera debido ser el líder natural de los rebeldes, demoró innecesariamente la rebelión final. El lider que emergió finalmente, Winston Churchill, era rechazado por muchos colegas en el parlamento por su carácter inmaduro, áspero y recalcitrante. Además Churchill se había incorporado al gabinete de Chamberlain como primer lord del almirantazgo y ello le hacía pensar que no podía oponerse al primer ministro desde adentro del gobierno. Pero, finalmente se impuso el convencimiento de que solo su vigor, su gran capacidad oratoria, su habilidad para inspirar al adormecido pueblo Inglés, podían guiar a Inglaterra durante la guerra que ya tocaba las puertas de la isla.
Lo demás es historia. Hitler fue finalmente vencido pero no antes de que hubiese amenazado con adueñarse del mundo, ayudado por la actitud apaciguadora de un grupo de hombres demasiado pusilánimes para enfrentarlo. La demora en el cambio de gobierno Inglés costó probablemente millones de vidas en Europa, la destrucción de Londres y de muchas otras ciudades Europeas. Pero sobretodo fue un ejemplo trágico del daño que la cobardía moral y la miopía política pueden causar a los pueblos. La historia de esos años en Inglaterra ha sido contada con especial elocuencia por Lynne Olson en su libro: “Troublesome Young Men”, publicado este año en “paperback”. Estoy leyéndolo en este momento y no puedo menos que comparar ese proceso con lo que nos está sucediendo en Venezuela y en América Latina, donde por los últimos diez años un dictadorzuelo palurdo pero astuto, sin visión de grandeza pero con los bolsillos repletos de petrodolares, se está aprovechando de la miseria e ignorancia de nuestros pueblos para tratar de imponer una vaga ideología, una colcha de retazos marxista-zamorana, que ni siquiera él entiende, pero que atrae al ser acompañada de jugosas limosnas en dinero. En una carrera política ascendente que lo ha llevado desde los cuarteles de la provincia venezolana hasta las cumbres políticas mundiales, Chávez ha mantenido una misma actitud chabacana y cursi, más propia para un circo de pueblo o un programa de televisión a lo Don Francisco que para representar dignamente a nuestra nación. Sin embargo, su relativa aceptación ha demostrado claramente el poder del dinero, aún ante interlocutores sofisticados y cultos pero muy corruptos y apreciativos de las ventajas materiales que puedan obtener. Así como Hitler arrolló a los pequeños países de Europa, mediante operaciones militares relámpagos, así Chávez ha logrado comprar a los presidentes de Bolivia, Nicaragua, Argentina y Ecuador, mediante la distribución de millones de dólares que han sido utilizados por esos líderes sin transparencia alguna y sin rendición de cuentas a sus pueblos. Estos líderes han actuado de la misma manera que actuaban, según decía Porfirio Díaz, los generales mexicanos: “Ninguno aguanta un cañonazo de diez mil pesos”. Los propósitos de dominación de Chávez lo han llevado a entregar petróleo Venezolano, un recurso no renovable formado hace millones de años, a países donde existen liderazgos ideologicamente afines, aceptando a cambio bananas, frijoles y guardaespaldas. Tanto Venezuela como muchos de los países de la región están hoy bajo su sombra funesta.
Después de diez años de una gran tragedia social, política y económica venezolana y de un proceso vergonzoso de progresiva intromisión de Hugo Chávez en los procesos políticos de otros países, la oposición venezolana y el liderazgo político latinoamericano han mantenido una posición de indiferencia, pasividad o hasta de cooperación con Chávez que no sería exagerado calificar de celestinaje. El presidente Lula, de Brasil, país que debe ser el gran líder de la región, acaba de manifestar que “Chávez es el mejor presidente venezolano de los últimos cien años”, una declaración que constituye una sonora bofetada para todos los venezolanos que hemos sufrido la ineptitud de este hombre y la aparición de una sociedad animada por el odio racial y de clases que él ha sembrado. Asombrosamente, el de Lula no es el único ejemplo de elogios serviles para Chávez, llenos de una untuosidad que recuerda las expresiones entusiastas de David Lloyd George, de Lord Halifax y de Neville Chamberlain sobre Mussolini y sobre Hitler, cuando ya este par de criminales violaban a Etiopía y a Checoeslovaquia y cuando ya Hitler firmaba un pacto de no agresión con José Stalin, pacto que constituía una abominable alianza entre el nazismo, el fascismo y el comunismo, esos tres jinetes del apocalípsis político.
El ascenso de Chávez en la política doméstica venezolana y su modesta aceptación en la escena política hemisférica están basados en dos factores igualmente condenables: uno, la cobardía y la codicia de muchos líderes latinoamericanos; dos, el resentimiento de los políticos venezolanos y latinoamericanos contra los Estados Unidos, el cuál ha llevado a muchos a pensar que “el enemigo de mi enemigo debe ser mi amigo”. En realidad muchos miembros del liderazgo político venezolano y hemisférico comparten estas dos características.
En Venezuela ha privado más la tendencia de nuestros políticos a desconfiar y resentir la política norteamericana, aunque también ha existido exagerada cautela y cobardía. La historia política venezolana de los últimos cien años ha estado caracterizada por la prevalencia del resentimiento contra los Estados Unidos, por razones que pueden ser justificadas o no, pero que siempre han sido vehementes. Desde la extrema derecha de Caldera hasta la extrema izquierda de García Ponce los políticos venezolanos resienten a los Estados Unidos. Para ver al coloso del norte humillado o preocupado serían capaces de casarse con el mismo diablo, como ya lo han hecho los García Ponce y los Izarra de nuestro mundo político. Ello también explica la inmensa cantidad de ni-nis que existen en el país y la oposición errática de líderes muy destacados de la oposición, como Teodoro Petkoff, quienes poseídos de una apreciable confusión de sentimientos, pueden pasar de críticos abiertos a cripto-defensores de nuestro dictadorzuelo con desconcertante facilidad.
En el hemisferio la situación es más fácil de explicar: hay mucha ambición combinada con resentimiento anti-norteamericano en líderes políticos como Daniél Ortega y Rafaél Correa. Los Kirchner, en Argentina, han exhibido una combinación de codicia personal con un resentimiento muy peronista hacia los Estados Unidos, combinación que los ha llevado a entregarse en brazos del pródigo presidente Chávez, a quien, sin embargo, desprecian y ridiculizan en la intimidad de su entorno. Los hermanos Castro en Cuba han llegado a depender de Chávez para sobrevivir economicamente y se verán obligados a continuar plegados a él, a menos que se descubra petróleo abundante en la costa afuera cubana o cambie radicalmente el gobierno de la isla. Otros líderes navegan entre dos aguas, como Lugo en Paraguay y algunos jefes de estado de países del Caribe y ven los toros desde la barrera, aunque aceptarán todos los beneficios materiales que puedan lograr de Chávez. En Chile, México, República Dominicana, Uruguay, Perú, Panamá, Costa Rica y otros países hay una clara corriente democrática que no es pro-Chávez pero que tampoco desea adoptar una actitud abiertamente opuesta a Chávez porque temen su agresividad verbal y su peligrosa diposición a la violencia. Solo Colombia, por la situación muy especial en la cuál se encuentran sus relaciones con Venezuela, ha adoptado una vigorosa postura anti-Chávez.
La posición de Lula es la gran incógnita. Es una posición irresponsable porque trata de cortejar simultáneamente dos sistemas políticos irreconciliables: la democracia norteamericana y el autoritarismo chavista. En Lula, como en nuestro Petkoff, parecería co-existir una fuerte convicción democrática, por un lado, con una formación socialista/anti-capitalista, por la otra. Racionalmente ambos se inclinan hacia la democracia y se oponen al autoritarismo pero sus corazones están con el socialismo. Hasta ahora, para ponerlo en criollo, Lula no halla en que palo ahorcarse. Sin embargo, Brasil es un país demasiado importante para tener un liderazgo que nada entre dos aguas.
A pesar de muchos ejemplos de cobardía, adulación y codicia en las relaciones con Chávez, lo más parecido a Neville Chamberlain en América Latina es José Miguél Insulza, el Secretario General de la OEA. Este es un político Chileno, de formación izquierdista, allendista, anti-pinochetista, con todo lo que ello significa en términos actitudinales. Seguramente Insulza recuerda con frecuencia las desdeñosas palabras de Henry Kissinger al canciller Chileno Gabriél Valdés: “Del Sur no podemos esperar nada importante”. Quien sabe cuanto rencor anida en su alma contra el país que apuntaló la dictadura de Pinochet, un rencor que ya muchos otros líderes Chilenos han preferido olvidar o han sometido a un control racional. Insulza actúa ahora en el corazón del imperio y maneja una organización de gobiernos hemisféricos que ha sido tradicionalmente inefectiva y envidiosa del país que la aloja y, esencialmente, la financia. Insulza ve en Chávez un campeón de la postura anti-norteamericana que comparte secretamente pero que está obligado a reprimir en público, dada su condición de funcionario de un organismo internacional que incluye a los Estados Unidos entre sus miembros. Sin embargo, no ha podido disimular su inclinación y, cada día que pasa, su sesgo pro-Chávez y anti-norteamericano se hace más acentuado. Quizá a ello ha ayudado su candidatura presidencial en Chile y la posibilidad de contar con el apoyo financiero de Hugo Chávez pero creo que esa es una consideración secundaria. Lo que anima a Insulza en su trabajo en la OEA es el resentimiento contra los Estados Unidos. Ello matiza toda su actuación. Su posición en el caso de la guerrilla Colombiana es reveladora. Insulza declaró en el Congreso Norteamericano que “no existía ninguna relación entre Chávez y las FARC”, declaración imposible de sustentar ante la realidad de los últimos meses, en los cuáles Chávez ha hecho públicas declaraciones de apoyo a esa organización. La posición de Insulza debe verse, no como fundamentalmente pro-Chávez sino como fundamentalmente anti-norteamericana. Esta postura lo lleva, por extensión, a adoptar un sesgo anti-Colombiano, país al que ve como el gran aliado de USA en Latinoamérica. Es por ello que negó, a priori, la validez de los documentos contenidos en los ordenadores de Raúl Reyes, sugiriendo, de forma muy impropia, que Colombia podría haberlos alterado. Aún después de conocerse el resultado de la investigación de Interpol, Insulza continúa argumentando que los documentos pudieran carecer de validez.
Hay más de un Neville Chamberlain en el hemisferio, en lo relacionado con la amenaza chavista. El apaciguamiento y/o la adulación son compartidos por varios presidentes latinoamericanos, por buena parte de la oposición venezolana y por funcionarios internacionales tales como José Miguél Insulza. Se requerirá una acción más decidida por parte de quienes nos oponemos a Chávez con todos los hierros para expulsarlo del poder. Venezuela no debe aguantar a este hombre inepto y dispendioso por más tiempo. El líder de los rebeldes del partido conservador contra Chamberlain, Leon Amery, dió un discurso clave en el parlamento. Al final de ese discurso citó a Cromwell, cuando este se enfrentó con un Parlamento que no era competente para continuar manejando los asuntos de la nación. Dijo: “Ya tienen ustedes demasiado tiempo sentados aquí sin hacer nada bueno. Váyanse! les digo. Es necesario salir de ustedes. En el nombre de Dios: váyanse”.
Eso es lo que hay que decirle a Hugo Chávez. El rey de España lo mandó a callar, interpretando el sentir de millones de latinoamericanos. Ahora es necesario que alguien le diga que se vaya. Ese alguien no aparece claramente aún en el radar político venezolano o latinoamericano pero tendrá que surgir pronto, antes de que Chávez termine por convertirse en un trágico agente de destrucción hemisférica. Ya ha hecho demasiado daño y no debemos permitir que la cobardía, la codicia y los sentimientos de rencor o envidia le permitan seguir haciéndolo.
Alguien debe hablar pronto por Venezuela.