Las FARC en desbandada
Quien tenga someros conocimientos de estrategia y táctica en guerra de guerrillas sabe que las FARC se encuentran en desbandada y muy próximas a su definitivo derrumbe.
En efecto: la primera ley de la guerra de guerrillas – como lo saben quienes se han preparado y participado para luchar en ellas – señala que la permanente movilidad es su consigna básica y que jamás debe dejarse perseguir por las fuerzas regulares. Una guerrilla que deja de atacar para ser atacada, es una guerrilla condenada inexorablemente al fracaso.
Fue lo que sucedió con las guerrillas cubano-venezolanas durante los años sesenta. Se vieron permanentemente acosadas por las tropas profesionales de las brigadas de cazadores de nuestras fuerzas armadas, que no les dieron respiro. Fue la queja de dos generales cubanos que participaron en el frente de El bachiller: Ulises Rosales del Toro, actual ministro del gobierno de Raúl Castro y Tomás Menéndez, Tomassevich, ya fallecido. Desde el 8 de mayo de 1967, fecha del desembarco por el Cocal de los Muertos y conocido como el desembarco de Machurucuto, no dejaron de ser perseguidos por tierra y ametrallados desde el aire por las fuerzas aerotransportadas. Su penoso tránsito por las filas de El Bachiller fue convertido en via crucis por las redadas y peines de los cazadores.
Lo mismo sucedió con los frentes de Falcón y Monagas, Anzoátegui y Sucre. Ni siquiera el futuro héroe de Ogaden, el general Arnaldo Ochoa Sánchez – fiusilado por Castro en 1988 – pudo con esa situación. Las guerrillas tienen posibilidades de sobrevivencia sólo si permanecen permanentemente a la ofensiva, si sorprenden con sus rápidos e inesperados desplazamientos a las fuerzas estacionadas y si tienen una gran capacidad de ataque y repliegue. Y sobre todo si no envejecen en un terreno deshabitado y selvático.
Esa otra condición la describió Mao Tse Tung con una sencilla metáfora: las guerrillas deben sentirse en el seno del campesinado de las regiones donde desarrollan su lucha como peces en el agua. Privados de ese habitat, están condenados a la extinción.
Esos dos principios rectores de la guerra de guerrillas han sido violentamente vulnerados por la acción de unas fuerzas terrestres y aéreas aceradas y dispuestas a combatir sin darles un solo segundo de respiro. Bajo un liderazgo incuestionable: el del comandante en jefe y presidente del vecino país, Álvaro Uribe. El salto cualitativo que condujo a esta fase final se produjo durante el año 2007. Fue bajo esa terrible presión militar y política que las FARC pretendieron una salida a su inminente destrucción mediante la intervención de Hugo Chávez y la internacionalización del conflicto. usando a sus prisioneros y secuestrados como señuelo de canje.
El fracaso de esa operación de salvamento ha terminado no sólo con una debacle para sus fuerzas en desbandada. Ha llevado al gobierno de Hugo Chávez al borde del abismo. A las FARC les ha costado la desaparición de la mitad de su comandancia, la muerte de sus dos principales dirigentes – Raúl Reyes y Marulanda – y el destierro de tres de sus principales comandantes – Iván Márquez, Pantaleón Jiménez “Timochenko” y Rodrigo Granda, seguramente refugiados en Venezuela. La liquidación del mono Jojoy, que sucederá inexorablemente de un momento a otro y la persecución inclemente a Alfonso Cano, que debe velar más por su sobrevivencia que por combatir al Estado colombiano, le asegura al gobierno de Álvaro Uribe una victoria definitiva. Y a las FARC una derrota de la que no volverán a levantar cabeza.
Chávez lo sabe. Y se sabe, además, acosado por una situación social y política insostenible. Si la oposición venezolana lo enfrentara con el coraje y la decisión que muestra el presidente Uribe frente a las FARC, tendría los días contados. Bastó la presión comunicacional – con la notable ausencia de candidatos a alcaldes y gobernadores – para que se retirara la ley GESTAPO. Con ella falla uno de sus últimos recursos. Seguirá sin duda los pasos de sus socios de la narcoguerrilla. Pueden escribirlo.