Opinión Internacional

Las épocas, no los hombres, determinan carácter y metas de la revolución

Carlos Marx, la cumbre del pensamiento filosófico y económico de todos los tiempos, en el Prologo de la contribución ala crítica de la economía política, señala:

“El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombrelo que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto con las relaciones de producción dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De forma de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época derevolución social.”(1)

Así ha quedado probado por la historia: no son los partidos políticos ni sus dirigencias, por sabias que sean, los que determinan el carácter y las tareas de los procesos revolucionarios; sino las condiciones objetivas histórico-concretas, las necesidades específicas del devenir histórico y muy particularmente, el desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas que demandan nuevos tipos de relaciones de producción para poder seguir avanzando.

La revolución tiene, pues, metas socio económicas propias determinadas por la época, la lucha de clases y los propósitos correspondientes, que pueden coincidir o no con lo que piensen algunos dirigentes revolucionarios que, al concordar con el movimiento de la historia juegan un papel positivo, pero de oponérsele, pueden llegar a convertirse en obstáculos coyunturales.

Los partidos y sus dirigencias, contribuirán con la revolución en tanto y en cuanto sean capaces de interpretar acertadamente el carácter específico del proceso, las tareas concretas que demanda la situación histórica, las vías adecuadas para alcanzarlas, logren estructurar el programa correspondiente que plasme todo eso, responda a los intereses de las fuerzas sociales motrices correspondientes, obtengan surespaldo y lo desarrollen.

Cuando un partido o una figura política es capaz de interpretar los anhelos de las grandes masas interesadas en las transformaciones económicas sociales y políticas que corresponden a una situación dada, cuando encarnan plenamente sus intereses porque los han compartido y padecido, es el pueblo el que los convierte en líderes de los procesos revolucionarios concretos.Es ese fenómeno el que explica el papel de las organizaciones y las personalidades en la historia y la confianza que inspiran entre sus seguidores. Son las masas las que fabrican sus líderes.

En la medida en que tales partidos y líderes siguen correspondiendo a los intereses generales de las mayorías, continúan contando con su respaldo, el que generalmente viene dado por el cumplimiento del programa y las promesas que movilizaron, antes, el amplio apoyo de las masas.

La sabiduría conjunta de los líderes revolucionarios que asaltaron el Cuartel Moncada en 1953, dio a luz el programa presentado por Fidel en la “Historia me absolverá”: el programa de la Revolución Cubana, el que motivó el gran movimiento de masas que impulsó la revolución, derribó la dictadura de Batista apoyada por el imperialismo, realizó la Reforma Agraria, expropió al gran y mediano capital extranjero y nacional, derrotó a los mercenarios en Playa Girón y a las bandas de alzados en el Escambray,y promovió grandes transformaciones en la educación y la salud del pueblo cubano; pero del cual, quedan por cumplirse sus propósitos socialistas (2).

Los posteriores programas del Partido Comunista de Cuba, -ya concretada la revolución política con la toma del poder, realizada la expropiación de los expropiadores y luego de unificadas las fuerzas revolucionarias, bajo aquella misma dirección histórica-, nunca se propusieron cumplir las metas socialistas pendientes del Moncada (la distribución de una parte de las utilidades de las empresas entre los trabajadores y el desarrollo de un amplio movimiento cooperativo en las tierras que no quedaran en manos de los pequeños agricultores), aspectos que se ignoraban, o se daban por cumplidos con todo el programa, sin más explicación.

En verdad, se había abandonado la sana y no contaminada interpretación del socialismo marxista que sirvió de basepara su análisis y estructuración, sustituyéndola por la exégesis de tipo estalinista desarrollista que predominaba en el movimiento comunista internacional luego de la muerte de Lenin, regenteado por la ex URSS, según la cual, el “socialismo” era un capitalismo monopolista de estado administrado por el Partido para beneficio del pueblo, algo que debió ser pasajero, una breve etapa del proceso; “necesidad convertida en virtud”, diría Rosa Luxemburgo.

Con el control absoluto del estado sobre la economía difícilmente hubiera simpatizado la gran masa de trabajadores cubanos de los años 50, dado el extendido “anticomunismo” de entonces tenía entre sus bases fundamentales el totalitarismo-estalinista conocido de la ex URSS. La repartición del 30 % de las utilidades propuesta en el programa moncadista, era un anhelo socialista, natural de los trabajadores.

Ese cambio de filosofía política en la dirección revolucionaria cubana respecto al trabajo, pudo tener diferentes causas, pero no fue hasta la debacle del “socialismo real” que sus consecuencias económicas, políticas y sociales para Cuba, han podido apreciarse con mayor claridad por todos los trabajadores. Hoy constatamos el estancamiento actual que sufre el proceso revolucionario cubano en su fase socialista, cuya trabazón principal -descrita en nuestras Propuestas Programáticas para un Socialismo Participativo y Democrático (3)- reside, precisamente, en que las tareas de la socialización, de la fase socialista de la Revolución, básicamente delineadas en el Programa del Moncada, esperan por su cumplimiento.

La dirección histórica no se ha pronunciado a favor ni en contra de las ideas presentadas en dichas Propuestas, hechas públicas el 16 de agosto pasado, que rescatan el socialismo presente en “La Historia me absolverá”; no ha permitido su divulgación en la prensa del Partido; pero tampoco ha reprimido abiertamente su difusión en Cuba por los medios a nuestro alcance. Puede que ella no esté de acuerdo con avanzar en aquellos objetivos moncadistas inconclusos, pero eso no niega –en esencia- la validez del análisis marxista de la situación cubana que entonces les dio vida, ni la actualidad de aquellas metas socialistas nunca alcanzadas por la Revolución.

Todavía no se ha dado a conocer el llamamiento al VI Congreso del PCC. Para ser consecuente con nuestra realidad y con nuestra historia, para evitar la reversión de la Revolución y promover el avance del socialismo en Cuba, sus documentos a discutirse previamente por las bases, deberán contener un análisis marxista sobre la situación actual de la Revolución y su contexto internacional, el cual serviría de base para el establecimiento de las líneas o el programa que se propone. Ojala los acontecimientos internos y externos no precipiten –antes- otros derroteros.

Son las ideas de los hombres y no éstos, las que trascienden y trasciende el pensamiento que se padece y se corresponde con las necesidades socioeconómicas de la época. Perdurará el socialismo de los comuneros de París y el capitalismo que recordará la historia no será el de los burócratas devenidos burgueses. “Los hombres mueren, el Partido es inmortal”, dijo una vez Fidel; y lo será si cumple su misión histórica: captar las esencias del momento concreto, interpretar los anhelos de las masas, presentar un programa que coincida con ellos, lograr el apoyo mayoritario del pueblo y encabezar esa lucha.

Las Propuestas Programáticas para un Socialismo Participativo y Democrático, pretenden tributar a esa importante obra de todo el Partido que debe ser su nuevo programa el cual, esperamos, contemple sus esencias, haciendo honor a la diversidad en la unidad referida recientemente por el Presidente, Raúl Castro; pero ignoradas, aún cuando nunca fue la intención, podrían tomar vida propia, independiente y brotar con toda la fuerza de las tradiciones martianas, socialistas y democráticas que las inspiran, no porque alguien se lo proponga, sino por su correspondencia objetiva con la época histórica.

Socialismo por la vida.

1- C. Marx. Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política. C. Max y F. Engels OE en tres tomos. T-I. Editorial Progreso. Moscú 1973.

2-El Programa del Moncada era socialista y está inconcluso.

3-Cuba necesita un socialismo participativo y democrático. Propuestas programáticas.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba