La honorabilidad de las Fuerzas Armadas Colombianas
Se ha escrito mucho sobre las impresiones de la Operación Jaque, sin embargo, se nos hace ineludible referirnos esta vez a lo que nos causó una positiva impresión como testigos de una escena televisada donde el presidente Álvaro Uribe y su alto mando militar, junto con algunos de los oficiales de la fuerza pública colombiana rescatados, emitieron una rueda de prensa el día después de la liberación de los rehenes.
En primer término, la manera respetuosa utilizada por los jefes militares para dirigirse al mandatario colombiano, se percibe como una muestra no solo de urbanidad y consideración por la investidura de la que goza el jefe de estado, sino como una cortesía que se entiende de ordinario en su cotidianidad. Y viene esto a colación porque nos fue inevitable la comparación con lo que de unos años hasta el presente hemos visto los venezolanos en los altos mandos castrenses de nuestro país. En Colombia, por lo que se ve, el presidente es un presidente cuya civilidad no le resta, antes bien, le suma honorabilidad a su persona y a su cargo. El presidente civil, como recordara Ingrid Betancourt, elegidos por los colombianos en lugar de las FARC, no presume ni necesita lemas importados para inspirar respeto ni investirse de la autoridad que su mando le impone.
Por otra parte, de nuevo, la referencia hacia la persona del presidente y los jefes de las fuerzas armadas de Colombia por parte de los oficiales rescatados, nos producía una impresión difícil de pasar por alto, y ciertamente también nos causaba algo de ternura, cuando escuchábamos de su confianza en las fuerzas armadas de su país y en la persona del presidente. Eran testimonios cargados de emociones y libertad a la vez que bañadas de una virtud y un respeto que distan años luz de ser la pauta de un adulador que espera recibir favores, y mucho menos el sometimiento de un puñado de hombres al poder de un dictadorcito malgeniado que fundamenta su poder en amenazas.
Lo visto mediante las cámaras por el mundo entero habla por sí solo del nivel que Colombia tiene en sus dirigentes castrenses. Expone además, y sin ensayos, la unidad de objetivos que les mueve y la cercanía de los líderes y el batallón al momento de la celebración por el regreso a la vida.
No podemos negar que aquellas imágenes, como a muchos en todas partes, nos alegraron tanto como si el episodio hubiese ocurrido en casa. Pero, al mismo tiempo, sentimos unida a la desilusión, algo entre rabia y tristeza de saber que en nuestro país, esa rueda de prensa no se habría dado en un pequeño aparte de la casa de despacho presidencial, sino en un teatro de variedades repleta de aduladores uniformados de rojo para la ocasión, entre consignas y venias dispensadas a un cabito convertido en santo bienhechor.
Lo que el país vecino nos mostró, deberá servir de referencia para quienes en los círculos del poder consideren que el tiempo de rectificar nunca es tardío, y para que, si cabe el caso, los venezolanos aprendamos la lección y ejerzamos el sufragio concienzudamente, siendo producto de la reflexión y no como respuesta de agradecimiento por una falcada de arroz y pollo para el hervido.
Apenas nos resta decir que compartimos la alegría de todo el pueblo colombiano. Los felicitamos por su presidente, por su civilidad, pero los felicitamos más por sus fuerzas armadas y por su honorabilidad.