¿Amenaza a EE.UU. el cambio de época?
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Que América Latina vive un cambio de época y no una época de cambios, como dice el Presidente ecuatoriano Rafael Correa, es algo ya casi aceptado por los revolucionarios de la región, de todos los matices, pero sugerir que ese cambio toca las puertas del gran vecino del Norte, es poco menos que pecado mortal, algo que muy pocos se atreverían a insinuar, se mira con miedo, puesse teme ser acusado de optimista excesivo, casi de aventurero y hasta de “obamaníaco”, como si las realidades, las circunstancias objetivas no contaran y no estuvieran por encima de los individuos y sus planes e intereses.
Tal pareciera que aquello de Marx que aprendimos a recitar de memoria: “cuando entran en contradicción las fuerzas productivas y las relaciones de producción se abre una época de revolución social”, a la hora de reconocerlo en la práctica nos luce inverosímil, fábula eclesiástica, o cosa por el estilo. ¿Alguien duda de que actualmente en EE.UU. las relaciones de producción capitalistas estén frenando el desarrollo de las fuerzas productivas? ¿Alguien duda de que la crisis económica actual pueda ser la antesala de la revolución en EE.UU.?
Una revolución en EE.UU. no puede ser sino socialista. Están dadas allítodas las condiciones objetivas: alto nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, gran desarrollo de infraestructura, desarrollo amplio de la teleinformática, tradiciones democráticas, crisis económica y política; pero ¿y las condiciones subjetivas? ¿Acaso Obama es socialista?, ¿Su partido lo es? ¿Su equipo en la Casa Blanca lo es? ¿Cómo se entiende el fenómeno? ¡Rompamos esquemas!
Entre el escolasticismo, el manualismo, los dogmatismos diversos y el propio rechazo a la teoría marxista que generó la caída del “socialismo real”, se las han arreglado para nublar la vista de muchos que, atiborrados de nuevas teorías, consignas oxidadas, luchas por el diario “pan nuestro” y prácticas sectarias, son sorprendidos por los acontecimientos y no atinan a leer con limpia mirada en los hechos concretos.
Obama no pretende cambiar el sistema capitalista, está claro; pero en la medida en que se profundice la crisis, se agudicen las contradicciones de clases y él tenga que verse obligado a responder a esa realidad objetiva y a los intereses de quienes votaron por él, sin proponérselo, pudiera convertirse en un agente del cambio o al revés, si se alejara de ellos para satisfacer a los de los ricos, el movimiento que su candidatura generó podría desbordarlo.
Salim Lamrani, analista político de izquierda franco-africano, acaba de publicar (1) un artículo donde desenfadadamente, en tono que parecerá infantil a algunos que le aplauden otros escritos, señaló: “La elección de Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos es una revolución sin precedentes”, y nos deja ahí, con ganas sobre el particular y con la misma, gira su análisis al futuro de la política norteamericana hacia Cuba; pero lo dicho, dicho está y quizás en otro momento vuelva sobre el particular y se explique más.
En fin que el compañero Lamrani ha expresado algo con muchos visos de verdad, aunque asimple vista no lo parezca. Fijémonos en la sutiliza: se refiere a la elección de Obama, no a éste. Claro, cuesta trabajo digerir esta revolución y necesita empezar a ser tema de análisis de las izquierdas en todas partes, para tratar de entender mejor lo que está pasando en el Norte Revuelto y Brutal y no seamos tomados por sorpresa o hagamos disparates que nos compliquen luego la existencia.
En Cuba la revolución socialista empezó hace 50 años y todavía no se ha consolidado y hasta pudiera ser revertida porque estancada en una fase capitalista de estado, lógica en todo inicio, más en países subdesarrollados, no ha generalizado las nuevas relaciones socialistas de producción cooperativas-autogestionarias, ni con ellas la socialización de la propiedad y la apropiación del excedente.
El catecismo manualista nos quiso acostumbrar a la idea de que un partido comunista, de formados militantes armados con las teorías del marxismo leninismo, era el encargado de hacer la revolución socialista, tomar el poder, estatizar la economía, dirigirla y ya estábamos en el socialismo; a contrapelo de nuestra propia historia, donde no fue tal partido el que encabezó el proceso revolucionario y por el contrario, sus esquemas de estatismo asalariado, aplicados luego por el gobierno revolucionario, y todavía vigentes, son en gran medida culpables de que el proceso en Cuba se ande tambaleando, amenazado por la corrupción y el burocratismo auto-engendrados. Donde no ven ese partido que hable de socialismo y clase obrera, algunos no ven nada.
Más que declaraciones, hay que observaren EE.UU. qué puede estar pasando en la economía, y no sólo qué hacen el Congreso o el Gobierno, analizar qué contradicciones se van agudizando y cómo se van desencadenando y resolviendo, qué pasa con las grandes corporaciones, qué procesos sufre el capital, si de más concentración o de fragmentación, qué nivel de socialización se va alcanzando por efecto de las medidas aplicadas, cómo se mueve la propiedad en general, cuánto avanza la pequeña empresa, cuánto las sociedades por acciones, cuánto la propiedad comunal y cooperativa, qué nuevas regulaciones estatales se establecen respecto a la explotación de la fuerza de trabajo, qué transformaciones sufre la distribución, qué están pensando y haciendo los trabajadores y sus organizaciones.
Por su programa, Obama parece más bien de tendencia socialdemócrata, nada que ver con un revolucionario socialista, Mesías llegado al “Nuevo Mundo” para cambiar el sistema capitalista, ni nada por el estilo; pero objetivamente, el afro-americano llega a la Presidencia de EE.UU. subido en la cresta de una ola provocada por la crisis económica, social y política que vive ese país, generada por las propias contradicciones del sistema e impulsada por el aventurerismo de una banda de cuatreros del sur-oeste ávidos de saqueos del propio tesoro norteamericano y del petróleo de todo el mundo que se instaló en el poder y dominó el stablishment norteamericano en la mayor parte del último medio siglo, a punta de modernas pistolas financieras, burlas a la legalidad, trampas políticas y nuevos códigos judiciales para la defensa ante “nuevas” amenazas externas.
“La avaricia rompe el saco”, dicho muy popular entre los cubanos, es lo que ha pasando al imperio y, sea entendido o no por tirios y troyanos, los planes de “salvataje” que está presentando el nuevo Presidente concitan el rechazo de la rancia oligarquía acaudalada norteamericana enriquecida con las políticas de los últimos 50 añosy apuntan a mejorar o al menos evitar el agravamiento en las condiciones de existencia de las fuerzas sociales que llevaron a Obama a la Presidencia y de los grupos económicos capitalistas tradicionales que han tenido siempre más en cuenta los intereses de sus trabajadores en línea con el “estado de bienestar” y fueron menos beneficiados por los republicanos neoliberales neofascistas del complejo militar-petrolerocaliforniano-texano.
Ya empiezan las incriminaciones contra verdaderos bandidos de las finanzas, las que deberán continuar hasta sacar al aire toda la podredumbre del sistema ladrón del presupuesto nacionalpermitido y desarrollado por la anterior administración. Es verdad, como ha señalado el líder de la Revolución Cubana, la vida de Obama, si es consecuente con lo que se propone y debe de hacer, está en peligro; pero el crimen podría desatar las furias de las tempestades contenidas en el “Brutal Norte”.
Para entender lo que está pasando en USAmérica hay que ir al Marxismo original, deslindándolo de todos los “ismos” que lo lastran de esquemas. Algunos confundieron el fin de los experimentos estalinistas, con el fin del marxismo y el socialismo y renegando de todos los principios han hablado hasta de la desaparición de la lucha de clases en la sociedad burguesa moderna, superada por otros tipos de contradicciones más generales.
La arenilla dogmático-escolástica-esquemática y la liberal-burguesa, a veces unidas, impiden ver, como afecta mucho de lo que se mira hacia el Norte, la lucha de clases que allí está teniendo lugar en medio de los pasillos del Capitolio de Washington y de la Casa Blanca habitada ahora por un negro y su primera dama negra, entre los dueños del capital, de los bancos y las grandes industrias, y los trabajadores, los desposeídos que vieron en Obama la posibilidad de hacer valer sus intereses.
Pero ni Obama, ni los líderes demócratas, entre los que hay gente de origen obrero y vinculado al movimiento de los trabajadores y también representantes de la vieja guardia capitalista del Nordeste desplazada del poder real en los últimos 10 lustros, hablan ni hablarán de socialismo, de socialización, departidos comunista y del papel de la clase obrera. Las múltiples contradicciones sociales y las propias clases trabajadoras con sus intereses, se mueven por debajo de la sociedad, de forma no siempre visible, con partido comunista o sin él, con el nombre de socialismo o sin él, y son fenómenos naturales cuyo análisis objetivo sólo es posible con los instrumentos que aporta el marxismo.
La revolución en ciernes en EE.UU., por las tradiciones democráticas de esa nación no podría ser nunca sino desde y en democracia y pudiera o no triunfar, avanzar o no a nuevos estadios, puede el capital o no sacar reservas y limitar el impacto de las demandas populares que están detrás de la victoria de Obama; pero está planteada.
El compañero Fidel en sus reflexiones del 8 de febrero pasado escribió: “Obama, Emanuel y todos los brillantes políticos y economistas que han reunido, no bastarían para resolver los problemas crecientes de la sociedad capitalista norteamericana. Aunque Kant, Platón y Aristóteles resucitaran a la vez unidos al fallecido y brillante economista John Kenneth Galbraight, no serían capaces tampoco de resolver las contradicciones antagónicas, cada vez más frecuentes y profundas del sistema”.
Y tiene razón, ninguno de ellos ni todos juntos puede resolver tales contradicciones, pero Marx teóricamente sí aportó la solución definitiva posible: una revolución socialista. ¿Qué cómo será, a qué velocidad irá y qué papel tendrán Obama, si es que lo va a tener, u otros líderes y movimientos? Bueno, ya eso es cuestión de esperar al desarrollo de los acontecimientos.
Cuando Fidel asaltó al Moncada, era un desconocido, para nadie era un comunista, le apoyaron todos -de izquierda a derecha- y hasta algunos personeros del imperiollegaron a simpatizar con él, sigue hoy al frente del PCC y aquí andamos, tratando de hacer el socialismo 56 años después. Entonces, ¿cuál es el imposible?