El Eje de Lula y el Eje de Hugo
El mismo fin de semana que el presidente venezolano, Hugo Chávez, celebraba la victoria de Mauricio Funes en las elecciones presidenciales de El Salvador, su homólogo brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, se reunía con Barack Obama en Washington. Ambas son manifestaciones concretas de tendencias que moldearán la política de América Latina en los próximos años.
Con la elección de Funes, el candidato de la antigua guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), terminaron de manera pacífica y democrática dos décadas de Gobiernos del partido Arena (Alianza Republicana Nacionalista), marcando así la transición de un Gobierno de derecha y estrechamente aliado a Estados Unidos a un Gobierno de izquierda cuyos más destacados líderes tienen una larga historia de enfrentamientos con Washington. Simultáneamente, el encuentro de Lula con Obama marca el fin de un largo periodo de distanciamiento entre Estados Unidos y Latinoamérica y abre nuevas posibilidades de reconstruir las maltrechas relaciones entre Washington y la región.
Según el presidente Chávez, la elección de Mauricio Funes «consolida la corriente histórica que se ha levantado en América Latina en esta primera década del siglo XXI», refiriéndose al ascenso de la izquierda al poder en varios países del hemisferio.
¿Significa esto que la victoria del FMLN sumará otro país al Eje de Hugo? Además de Venezuela y Cuba, el núcleo duro de ese eje lo forman Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Paraguay y Honduras también son parte de esta alianza, aunque sus Gobiernos tienen una oposición interna que les impide una integración más profunda.
Mientras que los países del Eje de Hugo construyen su alianza antiyanqui y aplican lo que el presidente venezolano denomina «el socialismo del siglo XXI», el Gobierno brasileño está desarrollando con gran éxito un proyecto geopolítico muy distinto: construir alianzas que le den a Brasil voz y voto en las grandes decisiones que afectan a la humanidad.
Brasil se ha convertido en un influyente actor en las principales negociaciones de estos tiempos: las reglas que rigen el comercio internacional, la energía, el medio ambiente, el rediseño del sistema financiero internacional, la búsqueda de fórmulas para reactivar la economía mundial y la lucha contra la pobreza. Así, mientras Hugo Chávez dedica sus esfuerzos a influir en países como Bolivia, Nicaragua o Paraguay, Lula estrecha lazos y actúa en los foros mundiales con India, Suráfrica y la Unión Europea.
El Gobierno de Brasil no lleva a cabo esta estrategia Eje de Hugo, pero mantiene relaciones amistosas con los Gobiernos que son parte de ese grupo. También sigue alabando a Chávez, moderando su propensión al conflicto, apoyando con entusiasmo sus planes (el gasoducto transcontinental, el Banco del Sur, la fusión de sus empresas petroleras, la entrada de Venezuela en el Mercosur) al mismo tiempo que sutilmente los sabotea y garantiza que ninguna de las iniciativas del venezolano se transforme en realidad.
Esta coexistencia pacífica entre el Eje de Hugo y el Eje de Lula se va a ver afectada por la creciente cercanía de Lula con Obama. Más pronto que tarde, países como El Salvador van a tener que elegir. ¿Quieren pertenecer a una alianza cuya influencia depende de que el petróleo esté por las nubes y que en Venezuela haya un Gobierno dispuesto a regalarlo? ¿O prefieren, más bien, ser aliados de un gigante continental que tiene buenas relaciones con Estados Unidos y que tiene gran peso en los foros mundiales donde se toman decisiones que los afectan directamente? El nuevo presidente de El Salvador ya se encuentra sumido en esta disyuntiva. Su partido se encuentra a su izquierda y lo presionará para que se incline hacia el Eje de Hugo. A pesar de la caída en los ingresos petroleros, Chávez sigue teniendo dinero para influir en la política interna de El Salvador, y no hay dudas de que así lo hará. El presidente Funes seguramente lo sabe mejor que nadie, pero la jugada más difícil es intentar beneficiarse sin tener que transformarse en otro país satélite de Hugo.
Para esta jugada sabe que puede contar con el Eje de Lula. Y quizás porque sabe esto, su primera decisión como presidente electo fue la de viajar a Brasil. «Para mí, el presidente Lula y su Gobierno constituyen una referencia de ejercicio democrático de un Gobierno de izquierda que puede mandar señales de confianza a los inversionistas extranjeros», dijo Funes en Brasil. Vamos a ver qué dice cuando visite a Hugo.