Opinión Internacional

El sujeto de la revolución socialista

En el seno del movimiento revolucionario internacional siempre han existido importantes discusiones sobre la definición del “sujeto” de la revolución socialista. Algunos compañeros plantean que la clase obrera moderna, por su complejidad e integración al sistema capitalista ya no es la encargada de hacer la revolución, otros plantean que el nuevo sujeto revolucionario es el Partido, todo el pueblo, o son las masas populares y también están los que sustentan que son los movimientos sociales o las grandes masas indígenas preteridas en algunos países latino-americanos; las masas campesinas o sedientas de tierra o una conjunción dialéctica de todos esos factores.

El tema tiene mucho que ver con la forma en que las vanguardias revolucionarias enfrentan la lucha política concreta, los pasos y acciones que promueven para hacer avanzar los procesos revolucionarios que no caminan espontáneamente y siempre demandan de un cuerpo teórico interpretativo “concreto de la situación concreta”.

En Cuba, el estancamiento de las Ciencias Sociales, consecuencia del ocurrido en la sociedad, ha impedido una amplia discusión del tema en la prensa del Partido, quedando establecido como dogma el papel dirigente de la clase obrera, ejercido por su vanguardia, el Partido Comunista, sin otras precisiones.

A título de aporte a la discusión en pañales y sin pretender conclusiones definitivas, ni nada por el estilo, se exponen a continuación algunas consideraciones que podrían contribuir a estimular el debate, y tal vez, a esclarecer el tema y a explicar en parte, las dificultades encontradas por el movimiento revolucionario internacional para avanzar en la construcción del socialismo.

Si entendemos la Revolución Socialista, no como la acción momentánea de la toma del poder político, sino como el proceso de transformación de las viejas relaciones capitalistas asalariadas de producción en las nuevas relaciones de producción asociadas en el socialismo, camino al comunismo, los encargados de llevar adelante el cambio, el sujeto revolucionario, no serían otros que los trabajadores mismos, como señalaban Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, sólo que lo lograrían cuando tomen conciencia de “clase para sí”, se apropien de los medios de producción, tomen el control político y concientemente se propongan organizar el trabajo sobre nuevas formas cooperativas-autogestionarias y se conviertan en trabajadores asociados.

Mientras los obreros, los trabajadores manuales e intelectuales mantengan su condición de asalariados explotados, y sigan produciendo para un mercado en función de obtener una plusvalía de la cual se apropian y controlan los capitalistas privados o el estado, dueños de los medios de producción; mientras los trabajadores sigan siendo una pieza más, un “objeto” más en el engranaje del proceso de producción, no serán “sujetos” de ningún cambio social, de ningún nuevo régimen de producción, de ninguna revolución en las relaciones de producción. Mientras sean explotados buscarán cualquier vía para resolver sus necesidades perentorias.

C. Marx, (1) en su discurso, conocido como Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores, expresó:

“Pero estaba reservado a la Economía política del trabajo alcanzar un triunfo más completo todavía sobre la Economía política de la propiedad. Nos referimos al movimiento cooperativo, y sobre todo a las fábricas cooperativas, creadas sin apoyo alguno, por iniciativa a de algunos obreros audaces.

Es imposible exagerar la importancia de estos grandes experimentos sociales, que han mostrado con hechos, no con simples argumentos, que la producción en gran escala y al nivel de las exigencias de la ciencia moderna, puede prescindir de la clase de los patronos, que utiliza el trabajo de la clase obrera; han mostrado también que no es necesario a la producción que los instrumentos de trabajo estén monopolizados como instrumentos de dominación y de explotación contra el trabajador mismo; y han mostrado, por fin, que lo mismo que el trabajo esclavo, lo mismo que el trabajo siervo, el trabajo asalariado no es sino una forma transitoria inferior, destinada a desaparecer ante el trabajo asociado que cumple su tarea con gusto, entusiasmo y alegría.”

Si los trabajadores no cumplen su tareas con “gusto, entusiasmo y alegría”, es simplemente porque no son los sujetos del proceso de producción, no se sienten ni son dueños de los medios de producción, están separados de ellos, no satisfacen sus necesidades básicas y, por ser asalariados y no participar de la propiedad, las decisiones y la repartición de las ganancias, se sienten explotados por los verdaderos dueños del capital, sean privados o estatales. Acabemos de enfocar el sentido de propiedad desde una posición científica.

De manera que los pioneros iniciadores de estas transformaciones, los sujetos de la nueva revolución en las relaciones de producción, han sido los trabajadores que en el seno del propio capitalismo han roto las amarras del trabajo asalariado capitalista y han empezado por su cuenta a organizar cooperativas, empresas recuperadas y asociaciones de trabajadores de diverso tipo. Los trabajadores asalariados, los trabajadores que explota el capital, sea privado o estatal, no son sino la fuente de donde saldrá la nueva clase de trabajadores asociados que realizará los cambios sociales correspondientes.

Pero; para que las cooperativas surgidas en el seno de las sociedades capitalistas, no sean meras empresas de propiedad colectiva inmersas en ese sistema que las influirá constantemente en todos sus aspectos, los trabajadores tendrían que tomar el poder político y económico, generalizar el sistema de trabajo asociado y sustituir el estado burgués “por un sistema republicano y bienhechor de asociación de productores libres e iguales”, pues “el movimiento cooperativo limitado a las formas enanas, las únicas que pueden crear con sus propios esfuerzos los esclavos individuales del trabajo asalariado, jamás podrá transformar la sociedad capitalista..” (2)

Son los trabajadores asociados los que portan las nuevas relaciones de producción; pero solamente se convierten en sujetos de la revolución socialista, cuado toman conciencia de ello y actúan en consecuencia.

Serán pues los productores mismos, los trabajadores asalariados una vez convertidos en trabajadores asociados los encargados de realizar las transformaciones en las relaciones de producción, de llevar adelante las transformaciones socialistas, de la misma forma que fue la burguesía el sujeto de la revolución burguesa, la clase revolucionaria que en su época impuso el capitalismo, las nuevas relaciones de producción asalariadas. Es absurdo, pues, desde todo punto de vista, que la clase trabajadora asuma el poder para mantener las relaciones asalariadas de producción, las propias del capitalismo, pues como también explicó Marx, en su obra “Salario, precio y ganancia” (3): “En vez del lema conservador “un salario justo por una jornada de trabajo justa”, (la clase obrera) deberá inscribir en su bandera esta consigna revolucionaria: “Abolición del sistema de trabajo asalariado”.

En las revoluciones burguesas los trabajadores participaron junto a la burguesía para conseguir la derrota política de los reyes y señores feudales; pero estaban a remolque de la burguesía en las transformaciones socioeconómicas, porque era esa clase que portaba las nuevas relaciones de producción, las más avanzadas de la época, la que tenía ya la mayor parte del poder económico y necesitaba el poder político parar desarrollarse plenamente. Los trabajadores aparecieron en la escena histórica como sujeto revolucionario de las transformaciones socioeconómicas, cuando surgieron las cooperativas en el propio sistema capitalista, de donde nacieron otras nuevas relaciones asociadas de propiedad, producción, distribución y consumo, hecho plenamente identificado por Marx en el capítulo XXVII del III Tomo de El Capital al abordar el Papel del Crédito en la producción capitalista. (4)

Entendida la revolución, como el movimiento social que provoca un cambio más/menos violento en el poder político; pero que no siempre implica un cambio en las relaciones de producción, el sujeto social adquiere otras características. Las dos revoluciones políticas cubanas del Siglo XX, la del 30 contra Machado y la del 59 contra Batista, tuvieron como sujeto revolucionario una composición de fuerzas cualitativamente similar, pero cuantitativamente diferente, donde jugaron importantes papeles los trabajadores, los estudiantes, la pequeña burguesía urbana y rural, y sectores de la burguesía.

La primera tuvo como catalizador la crisis económica del 29 y como principal inspiración la lucha contra el régimen tiránico y despótico de Machado que aspiraba a perpetuarse en el poder. La huelga general puso fin al “Machadato” y los sucesivos gobiernos llevaron a la Constitución democrático burguesa de 1940, para muchos la más avanzada de su tiempo en el continente, pero el proceso no desembocó en un cambio en las relaciones de producción.

La segunda revolución en 1959, tuvo también como inspiración principal la lucha por la restauración democrática contra el gobierno tiránico de Batista que había llegado al poder por medio de un golpe de estado y había violentado el régimen institucional establecido en aquella Constitución del 40.

La vanguardia que encabezó esa segunda revolución anunció sus propósitos de construir la sociedad socialista, pero imbuida de la noción estatista asalariada del socialismo que primaba en el siglo pasado -que concebía el cooperativismo entre una forma socialista secundaria solo para los pequeños propietarios agrícolas y una forma “privada” de la organización del trabajo- y dada la presión del bloqueo imperialista que la llevó a acercarse más a aquel modelo, aún cuando la revolución realizó la expropiación de los expropiadores, concentró la propiedad en el estado e inició el camino de las transformaciones socialistas, no las expandió, no facilitó la transformación de los trabajadores asalariados en trabajadores asociados y se detuvo el proceso de socialización de la propiedad, las decisiones y el poder.

Mientras no se desarrolle y se generalice concientemente el nuevo sujeto revolucionario, el trabajador asociado, ese que hará el socialismo, el hombre nuevo, el del siglo XXI del que habló el Che, no será posible avanzar a etapas superiores en la revolución socialista. Pero ese hombre nuevo, ese sujeto, sólo logrará desarrollarse con la extensión del trabajo cooperativo o asociado -las nuevas relaciones de producción- a toda la agricultura, la industria y los servicios. La ausencia de ese sujeto humano, es factor socio económico determinante que haría posible la reversión de la Revolución.

Nos creímos que haríamos el hombre nuevo solo con más educación y preparación científico técnica. No nos dimos cuenta de que ese hombre nuevo, con una nueva conciencia social, solo sería posible por cambios fundamentales en la base de la sociedad, con otras nuevas relaciones de producción, y no al revés. No se trata de producir conciencia con riqueza, sino con otras relaciones sociales colectivistas asociadas, diferentes a las asalariadas del capitalismo. Es esa la interrelación dialéctica, entre el ser social y la conciencia social, entre base y superestructura. Hoy siguen primando en nuestra sociedad las formas burguesas de la conciencia social, a pesar del enorme esfuerzo cultural y educativo, porque las relaciones de producción siguen siendo asalariadas, jerarquizadas, estimulantes del consumismo, el mercantilismo y el individualismo, aún cuando la propiedad nominalmente sea de todo el pueblo.

Las vanguardias revolucionarias, que siempre son minorías, impulsan cambios en la base socioeconómica, y son éstos los que posibilitan cambios generales en la conciencia social. Las formas burguesas de conciencia, no se generalizaron como conciencia social hasta tanto no se generalizó el sistema capitalista de explotación asalariada.

Y como todo lo que no avanza, relativamente retrocede, el proceso revolucionario cubano, enfrenta ahora el reto de avanzar en su fase de socialización o revertirse y transitar hacia la restauración plena capitalista, igual que los anteriores fenómenos del “socialismo real” que no rebasaron el capitalismo monopolista de estado y nunca lograron el hombre nuevo. Si la vanguardia reconocida del proceso revolucionario cubano no cambia su enfoque sobre los cambios necesarios en la base, en el modo de producción, del trabajo asalariado al asociado, poco podrá hacer por la continuación de la revolución socialista y abriría espacios al surgimiento de otras vanguardias.

Para avanzar en la fase social, la socialista, de la Revolución, los trabajadores asalariados, sean manuales o intelectuales, los campesinos y otras capas aliadas, tendrían que tomar conciencia de que deberán convertirse en trabajadores asociados, el sujeto revolucionario encargado de hacer las transformaciones en las nuevas relaciones de producción, los capaces de construir la nueva sociedad y de generalizar la nueva conciencia social socialista. La historia demuestra que siempre surgen vanguardias que interpretan, concentran, e impulsan los anhelos de las clases revolucionarias.

El VI Congreso del Partido Comunista de Cuba a celebrarse a fines del presente año, debiera definir con claridad las vías de avance que se propone hacia el socialismo, y revisar su concepción actual sobre el papel de los trabajadores, definiendo con claridad su posición ante esta interrogante: ¿Son los trabajadores “objetos” en el proceso de producción asalariada, o “sujetos” -trabajadores asociados- de la revolución socialista?

De su respuesta a esta interrogante y no de sus deseos, mucho dependerá su papel de vanguardia revolucionaria en el actual momento histórico que vive nuestro proceso revolucionario.

Socialismo por la vida.

1- C. Marx. Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores. C. Marx y F. Engels. O. E. en 3 Tomos. T-II. Editorial Progreso. Moscú. 1973.

2- C. Marx. Instrucciones sobre diversos problemas a los delegados del consejo central provisional. C. Marx y F. Engels. O. E. en tres tomos. T-II. Editorial Progreso. Moscú 1973.

3- C. Marx. Salario, Precio y Ganancia. O. E. en tres tomos. Tomo II. Editorial Progreso. Moscú 1973.

4- C. Marx. El Capital, T-III, Cap. XXVII. El Papel del Crédito en la Producción Capitalista. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana 1973.

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