Narrar la violencia con calculadora en Venezuela
Como si llenara un álbum de barajitas, Deivis Ramírez completa su lista de muertos con ayuda de otros periodistas. La crónica roja desafía las opacas cifras de la violencia en Venezuela.
Diariamente, Ramírez suma a su conteo nuevas víctimas de la criminalidad apoyado en una red de informantes que incluye, además, altos funcionarios, policías y vecinos barriales.
Es un trabajo de «24 horas»; el crimen no para en este país considerado uno de los más violentos, donde se denuncia la tenencia masiva de armas por parte de civiles.
«Cruzamos información con los colegas. Esos números los llevamos entre todos», cuenta el reportero de El Universal.
La prensa empezó a llevar sus propios registros a partir de 2010, cuando según Ramírez hubo un aumento «vertiginoso» de los asesinatos.
Entonces, las cifras oficiales dejaron de publicarse con regularidad, explica el periodista de 32 años. En Twitter, donde tiene 64.000 seguidores, difunde un recuento de los cadáveres que ingresan mensualmente a la morgue de Caracas: un promedio de 400.
La fiscalía contabiliza únicamente los casos que tipifica como asesinatos, lo que arrojó una tasa de 58,1 por cada 100.000 habitantes (17.778) en 2015.
Por fuera quedan las muertes en enfrentamientos con cuerpos de seguridad («resistencia a la autoridad»), envenenamientos por terceros o los crímenes pasionales («muertes por investigar»), detalla Ramírez.
La ONG Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) estima que 27.875 personas murieron violentamente en 2015 (90 por cada 100.000).
«Mis cifras siempre están muy por debajo del Observatorio, y por encima de las oficiales», afirma el cronista.
En todo caso, ambas estadísticas superan ampliamente el promedio mundial: 8,9 homicidios por cada 100.000 habitantes, según la Organización Mundial de la Salud.
Amenazas
Tomar distancia de los reportes oficiales le ha causado problemas. En 2014, tras discrepar sobre los hechos que rodearon la muerte de un militar, el presidente Nicolás Maduro lo fustigó públicamente.
Y a raíz de un libro que escribió con una colega sobre la muerte de la exreina de belleza venezolana Mónica Spear, durante un robo, la familia de uno de los investigados le advirtió que no descansaría hasta verlo «con moscas en la boca».
Aunque ha visto cientos de cadáveres, escenas macabras y la crueldad del bajo mundo, Ramírez asegura que no ha perdido la sensibilidad.
«Para mí el muerto no es solo una cifra. Puede ser el malandro más terrorífico, pero su mamá sufre», matiza el reportero, quien cree que Venezuela tardará años para revertir su «grave descomposición social».