Peligros que acechan hoy a la Nación Cubana
Ante los cambios que ya se observan en las políticas norteamericanas hacia Cuba, la única forma de garantizar nuestra soberanía es avanzar hacia un socialismo más participativo y democrático.
La Nación Cubana está muy dividida y sus contradicciones internas se están acentuando ante la política de acercamiento del nuevo gobierno de Obama y lo que parece ser la ausencia de una estrategia nacionalmente consensuada coherente y responsable para enfrentarla, la cual tiene su principal reflejo en el inmovilismo en la política económica y social interna del gobierno.
El pueblo y el gobierno cubanos se han pasado casi 50 años luchando por el levantamiento del bloqueo imperialista y ahora cuando el gobierno norteamericano empieza a dar claros pasos en esa dirección, en lugar de dar la bienvenida a la misma y estructurar un discurso coherente con aquella lucha, no se observan claros pasos consecuentes con ese discurso.
Una política firme en defensa de nuestra soberanía e independencia ante esta nueva situación, sería consistente con un enfoque flexible capaz de identificar los nuevos procesos que están ocurriendo en la política norteamericana hacia Cuba, estimular sus aristas más positivas y al mismo tiempo impedir al adversario creerse que podría influir en el desarrollo de nuestros acontecimientos internos.
Cuba no podría admitir bajo ningún concepto discutir con EE.UU. los problemas que son propios de la soberanía del pueblo cubano. Hacerlo sería poner nuestros destinos en manos del enemigo imperialista.
El primer problema en las relaciones entre Cuba y EE.UU. es el bloqueo criminal que por casi 50 años mantiene ese gobierno contra nuestro pueblo, al que ha pretendido matar de hambre por haber escogido un camino de independencia y haber proclamado su intención de construir el socialismo que nunca se ha logrado, no tanto por las política imperiales sino por la falsificación estalinista del socialismo que se nos vendió.
Ése, llamado por ellos “embargo”, debe desaparecer incondicionalmente y para eso Cuba nada tiene que ofrecer. Así de claro debe quedar expuesto. Consecuencias de la política hostil de los gobiernos norteamericanos fueron también el enjuiciamiento de 5 compañeros que estaban allí combatiendo contra el terrorismo, usando para su captura la propia información enviada de buena fe por el gobierno cubano al norteamericano, como parte de una colaboración en la lucha contra el terrorismo; y la protección a numerosos y connotados terroristas como Luís Posaba Carriles y Orlando Bosh.
Es muy claro que el cese de una política hostil contra Cuba debe tener claras incidencias en esos tres temas. Pero Cuba debe apreciar con toda imparcialidad y paciencia los movimientos que en esas direcciones está haciendo el nuevo gobierno de Obama y reconocerlos como aportes concretos dentro de las limitaciones del Ejecutivo. Exigir a Obama lo que no está en sus posibilidades no solo es injusto, sino también contraproducente.
Cuba no puede dejar en su discurso la menor brecha a que sus problemas internos puedan ser discutidos con EE.UU. Nuestros asuntos internos son nuestros. Los problemas que tenemos de derechos humanos, los de nuestro sistema democrático, los que tenemos con las libertades de expresión, prensa y reunión son nuestros y somos nosotros los cubanos los que tenemos que discutirlos, y hace tiempo que debían haberse resuelto, como se expresa en las Propuestas Programáticas para un Socialismo Participativo y Democrático. Estos temas no tienen que discutirlos los gobiernos de Cuba y EE.UU., como no tienen que discutir los asuntos internos de la política norteamericana. Mal estaríamos los cubanos si tenemos que agradecer a EE.UU. que en Cuba se respeten los derechos inalienables del pueblo.
Los cambios socioeconómicos para más socialismo, más participación y más democracia que demanda nuestra realidad, el nuevo socialismo, socialismo del Siglo XXI, o como quiera llamársele, no pueden ser rehenes de la política norteamericana, ni depender de la buena voluntad del vecino del norte.¿Quien puede creer que EE.UU. haga algo por el socialismo en Cuba?: nos tocan única y exclusivamente a los cubanos y los hacemos o simplemente nos pasaría lo mismo que al llamado socialismo “real” y terminaríamos atados al carro del imperialismo por la traición de una burocracia que habría preferido pactar con el capital internacional antes de entregar los medios de producción a los trabajadores y la soberanía de la nación a quien le corresponde: el pueblo.
Al parecer el gobierno-estado-partido no se percata de la amplitud y la envergadura que está tomando la desaprobación social a su forma de conducir la economía y la política desde el propio seno revolucionario: baste señalar eso que el gobierno llama indisciplina social, desvíos de recursos en los centros de producción y servicios; la clara protesta de los intelectuales sean artistas plásticos con su Bienal de la Habana, músicos con la canción crítica, no solo del Rap, el Hard Rock y otras expresiones musicales de la juventud,escénicos con sus obras de teatro que retratan la realidad compleja, cineastas con sus ultimas producciones, y escritores desde la guerrita de los e-mails hasta declaraciones y artículos recientes. En los espacios de debate de la revista Temas y la Fundación Juan Marinello, la vanguardia de las Ciencias Sociales cubana está clamando a gritos cambios socioeconómicos para evitar la reversión de la Revolución.
Interpretar burocrática y autoritariamente estos movimientos como distantes y hasta contrarios a la Revolución y no como lo que son: expresión de una ola creciente de descontento con el estatismo asalariado centralizado y totalitario hacia mas socialización, más socialismo, más democracia, que es lo mismo, solo puede conducir a la represión, a la división del campo revolucionario, a la fractura del contrato de convivencia -no escrito- establecido entre el estado y el pueblo, a conceder razón a quienes dicen que en Cuba se violan los derechos humanos y al desastre en definitiva.
Seguir insistiendo en la vieja concepción estalinista del socialismo como la “dictadura de la clase obrera ejercida por el Partido Comunista que decide como si fuera el dueño de la sociedad”, lo cual nada tiene que ver con Marx, luego de lo ocurrido al socialismo “real” y después de todo lo discutido, investigado y escrito sobre el nuevo socialismo no solo sería una burla imperdonable a los trabajadores, a los comunistas y al pueblo cubano y a los revolucionarios latinoamericanos, sino que pone en peligro la propia revolución cubana y el progreso al socialismo de los procesos democráticos en América Latina.
El avance de una América Latina unida en objetivos comunes solo es posible con la consolidación de los procesos democráticos y de socialización que en diverso grado están teniendo lugar en la región. La contribución de Cuba es decisiva, no está en contraponerse a ese movimiento sino en unirse al mismo, más allá de la colaboración actual en materias de salud y educación, realizando verdaderos avances en la socialización y democratización propia de la economía y el poder. Si queremos servir de ejemplo, ejemplo en todo debemos ser, no soloen aisladas áreas; ejemplo en la socialización del poder y la propiedad, ejemplo en la democracia participativa y en el respeto a todos los derechos humanos.
Ante los cambios que ya se observan en las políticas norteamericanas hacia Cuba, que buscan un acercamiento entre ambos países y que llevarían a un aumento del intercambio económico, la única forma de garantizar nuestra soberanía es realizar internamente -lo más aceleradamente posible- las transformaciones socioeconómicas hacia el socialismo marxista y revolucionario de tipo participativo, democrático y autogestionario que muchos comunistas cubanos y extranjeros hemos estado defendiendo, el que nunca se construyó en el ex campo socialista por su apego al estatismo asalariado burocrático y centralizado que llevó a la plena restauración capitalista.
El Socialismo Participativo y Democrático, es el único capaz de logra que Cuba sea “con todos y para el bien de todos” como nos enseño Martí, sin privilegios para explotadores privados ni burócratas, sin jerarquías impositivas, con pleno respeto a la propiedad social y colectiva asociada y a la privada que no explote trabajo ajeno, con las leyes más democráticas y justas que ha reconocido hasta hoy la humanidad, por medio de un proceso de participación colectiva y consensuada que excluya solamente a los vende patrias y anexionistas de todos los signos.
La Nación está en peligro porque el inmovilismo de corte estalinista amenaza con acentuar los problemas internos dependientes de su concepción totalitarista, cediendo espacio al anexionismo que se ve estimulado con el avance paulatino del levantamiento del bloqueo. La división, el egoísmo, el consumismo, el militarismo, el autoritarismo, las ansias de poder, el descontento popular y el revanchismo, todo mezclado, podrían desmembrar la Nación y dejarnos a merced de la voracidad imperial, lo cual puede lograrse no solo por medio de las armas sino, como ahora se propone el imperio, a través del acercamiento y la penetración. No se trata de evitar el acercamiento, que parece ineludible y que pudiera ser beneficioso si se hiciera desde un socialismo en auge; pero en crisis y en decadencia –como ya ocurrió en todas partes- nos llevaría a una especie de integración económica, para nosotros, una virtual anexión.
El PCC con el VI Congreso, que por cierto no se acaba de convocar, tiene quizás su última oportunidad para estructurar un nuevo proyecto de socialismo que tenga apoyo mayoritario en el pueblo. El Congreso de la Nación, que no es nada nuevo en nuestra historia revolucionaria, propuesto por el intelectual y poeta comunista Félix Guerra serviría para unir a todas las tendencias políticas en el respaldo al nuevo consenso que se decida en ese cónclave partidista, o parar estructurar el nuevo proyecto de nación socialista, participativa y democrática.
Socialismo por la vida.