Opinión Internacional

Las leyes y la realidad

En estos momentos, y por impulso del oficialismo, se está tratando en el Congreso la Ley de los Partidos Políticos, que hoy mismo fue aprobada en comisión por la Cámara de Diputados.

A riesgo de resultar reiterativo, vuelvo a leer –y admirarme- la fantástica comparación que José Enrique Miguens realizó entre la actual situación por la que atraviesa la política en la Argentina y lo que sucedió en la República de Weimar cuando llegó Hitler al poder.

El artículo en cuestión –“Darse cuenta”, que vuelvo a poner a disposición de quien lo solicite- incluye un párrafo que, por lo breve, me permito transcribir textualmente. Dice Miguens: “Sin tener nunca mayoría “parlamentaria ni la mayoría del electorado, Hitler fue acumulando poder “ley por ley consiguiendo apoyos de unos o de otros, cada uno por razones “diversas, sin que se dieran cuenta de que estaban empollando entre todos “el huevo de la serpiente”.

Eso es, precisamente, lo que ha ocurrido en nuestro país. Así pasaron, frente a las narices de una oposición dividida y mezquina leyes como la que reformó el Consejo de la Magistratura, la que –año a año- delegó facultades legislativas al Poder Ejecutivo y destruyó todo vestigio de federalismo fiscal, la que permitió a los corruptos blanquear sus fondos mal habidos y detener los procesos penales por evasión, la que autorizó el saqueo de los fondos privados de las AFJP’s, la que ahora permite terminar con la libertad de prensa y concentra el poder de comunicación en manos de Kirchner, y tantas otras.

Ayer se produjeron dos hechos que, por lo repetidos, no debieran llamarnos la atención y, sin embargo, siguen haciéndolo. El primero fue el discurso que doña Cristina pronunció ante un Simón Pérez a quien la edad le impidió gesticular para expresar su asombro; en esa alocución, además de sostener disimuladamente la “relación carnal” que hoy nos vincula a Chávez (por favor, no pregunten cuál es el rol de nuestro país en esa extraña pareja que don Néstor formó con el bolivariano don Huguito), la Excma. señora Presidente habló del cinismo que conlleva falsear la verdad. Oírla, por televisión, decir eso fue uno de los peores cachetazos que he recibido.

El segundo, obviamente, fue la reunión que su Chasman particular mantuvo en Olivos con el Gobernador electo de Corrientes quien, antes de asumir su mandato, ya ha traicionado a todos sus votantes, a su partido político y al país todo.

Volvamos, entonces, al título de esta nota. Las leyes que Kirchner ha obtenido y las que pretende hacer votar por este Congreso pueden ser buenas o malas en abstracto, y por ello merecerían ser discutidas hasta el cansancio, para llegar a un verdadero consenso republicano.

Pero de lo que ya no puede caber ninguna duda es que se han transformado –y las que vengan lo seguirán haciendo- en instrumentos nefastos en las manos de don Néstor, en los picos y los martillos con los cuales terminará de destruir lo poco que los seis últimos años han dejado en pie en el país.

Quien dude de esta característica del tirano de Olivos limítese a hacer una lista. Cayeron, bajo su picota, el campo, la industria del interior, la Justicia, las Fuerzas Armadas y de Seguridad, la educación, la salud pública; ha agravado la corrupción a niveles nunca vistos, ha destruido y robado empresas enteras, ha destruido los partidos políticos, ha acabado con el federalismo, nos ha privado de libertad, está destruyendo a la prensa libre, ha invadido nuestra intimidad, ha vilipendiado la honra de innumerables ciudadanos, ha calumniado, ha difamado, ha saqueado las arcas públicas, provinciales y nacionales, ha machacado la hombría de los industriales y de los gobernadores, ha terminado con la seguridad jurídica, y ha destruido el futuro de, al menos, una generación de argentinos y de todos los jubilados.

Hoy, después de seis años de haber llegado don Néstor al poder, período en el cual el país se benefició de condiciones internacionales nunca vistas en un siglo, Argentina está inerme e indefensa, el dengue y el mal de Chagas reinan en el NOA y en el NEA, los pobres que habían conseguido emerger han vuelto a caer, millones de argentinos padecen hambre, la droga hace estragos entre nuestros niños y jóvenes, la inseguridad se ha hecho dueña de nuestras vidas y haciendas, y el miedo, como un siniestro pájaro, planea sobre la política y sobre los ciudadanos.

Los fieles lenguaraces del Gobierno, tales como don Aníbal, don Randazzo, don Depetri, don Moyano, don D’Elía, don Pérsico, don Scioli, don Capitanich, don Uribarri, y tontos otros, comparecen diariamente ante las cámaras de televisión y los micrófonos de radio a negar, más o menos elegantemente, la realidad, como lo hace la propia doña Cristina cada vez que encuentra un atril; pero debieran recordar a Perón cuando dijo: “La “única verdad es la realidad” y ésta es, exactamente, la que he descripto en los párrafos anteriores.

Es por ello que, cada día más, resulta imprescindible que, el próximo 10 de diciembre, a las 18:00 horas, todos los argentinos de bien nos reunamos en la Plazade los Dos Congresos bajo un lema único: festejar el triunfo del 28 de junio, por la República, con Solidaridad, con Orden y con Seguridad. Y esa multitud debiera replicarse en las plazas frente a las legislaturas provinciales y a los consejos municipales.

Que nuestra masiva presencia día impida que los legisladores y los propios gobernadores traicionen, en el futuro, el mandato que recibieron en las urnas.

El campo está organizando, para el mismo día pero en el Rosedal de Palermo, un acto para festejar la asunción de los diputados que tienen extracción rural. Si ese evento pudiera realizarse a las 15:00, todos podríamos acompañarlo en sus justos reclamos, y todos podríamos marchar juntos, al terminar, al Congreso.

Por una vez, aunque sea, los argentinos buenos, como diría Ghandi, debemos dejar de lado nuestros problemas personales, nuestros miedos, nuestra comodidad, para ofrecer unas horas y algunos esfuerzos por el futuro de nuestra Patria, de nuestros hijos y de nuestros nietos.

De otra manera, el 11 será tarde, y Kirchner dará su autogolpe para perpetuarse –él, su mujer y hasta su hijo, seguramente- en el poder, rodeado de sus riquezas mal habidas y de sus 40 ladrones.

¡Dios, Señor de la Historia, apiádate de nuestro país!

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