La barbarie se apodera del país
La humanidad, a través de los años, ha luchado por erradicar la barbarie y remplazarla por la civilidad. Y una de las maneras para superar la fase primitiva de las interacciones humanas ha sido vivir en sociedad y para poder hacerlo en relativa paz los romanos acuñaron el proverbio «Ubi societas ibi ius«, es decir, donde hay sociedad, hay derecho.
En nuestro país, a partir de la mal llamada «revolución bonita»se ha instaurado un estadio de desjuricidad alarmante. Imaginamos que para algunos presuntos revolucionarios de nuevo cuño «para hacer revolución» hay que exterminar el orden burgués y, por supuesto para ellos, el derecho es la máxima expresión de la opresión burguesa.
Pero ese afán de subvertir el orden, que era la característica típica de los encapuchados en la UCV, es un dislate cuando se trata de gobernar una sociedad tan compleja como la que integra a nuestro país.
Un ejemplo trágico de ese falso proceder revolucionario ha sido la actitud silente -y diríamos cómplice-, frente a los actos barbáricos y anónimos cometidos en Mérida contra unos jóvenes seminaristas vejados por unos supuestos colectivos afines al proceso. Hecho repugnante que pretenden justificar como parte integral de la lucha revolucionaria.
La hipótesis del no derecho siempre ha sido un sueño utópico y por algo será que una de las características que determina cuándo un estado es fallido es precisamente la debilidad y dependencia del sistema de justicia.