Opinión Internacional

Solitos vamos al matadero

La verdad es que estamos viviendo la «contra historia». Es impresionante ver cómo en el fichero político mundial los bufones se han convertido en reyes. Cuando Evo Morales, Carlos Lage, hoy «desaparecido» y entonces flamante vice de Cuba, y Hugo Chávez aparecieron vestidos de quechuas en unas ruinas montañosas, uno recuerda que había sido testigo presencial de un momento culminante en la vida de la nación boliviana, cuando en una revolución popular liderada por el dr Paz Estensoro la población indígena bailaba en las calles al ser restablecido el poder civil que promueve la reforma agraria, hace una limpieza trascendente en las fuerzas militares y abre las puertas del Congreso a la población indígena. Y tuvo Bolivia un descanso con las presidencias de Paz Estensoro y Siles Suazo.

Las cosas se sucedían vertiginosamente en ese país golpeado por convulsiones militares, perdido en el sur sin mar, con su Illimani plateado silencioso, su pobreza y el legado de venezolanos de honor que la concibieron con entrega y decencia. Uno tuvo que tragarse la angustia por esa farsa ridícula pero perversa que asumía la historia como si nunca antes hombre alguno hubiera puesto su firma en esas tierras. Este vicioso círculo de poder es auspiciado por pueblos desgastados que siguen esperando creer por fin en algo, y se dejan embriagar fácilmente, por la farándula política. Zelaya se pone un sombrero y eso lo hace folklórico, del pueblo; Correa sus camisitas bordadas, su galanura y la sonrisa de lado. Daniel Ortega, acusado de la corrupción más obvia y comparada sólo a la de Somoza, con un historial lujurioso y asqueroso, denunciado y con expediente por su propia hijastra, es la izquierda «redentora» de un pueblo que dejó atrás hombres decentes como Sergio Ramírez, quién ya no encajaba con esta falta de autoridad moral de los hombres manipuladores que toman el poder.

Y un Estados Unidos que no quiere asumir la responsabilidad de enfrentar esta sociedad vs democracia, que crece en marionetas y corrupción, sigue equivocándose, sigue ciego, mientras este virus contaminante, amoral, se riega por un continente que se cree libre mientras le cambian las cadenas. Llegan al poder por los medios y eso los hace hoy verdugos para ellos. En el caso de Argentina, Cristina Kichner no tiene uniforme ni fusil, pero su mensaje llega claro: El Clarín, 64 años de periodismo y servicio, recibe de boca de su secretario de comercio, un mensaje para sus dueños después de contarles de los planes de los planes del kichnerismo para intervenirlos y apropiarse de la empresa: «Afuera tengo mis muchachos, expertos en partirle la columna y hacerles saltar los ojos al que hable». Y aseguró hablar en nombre de la señora Presidenta, ¿qué tal? Fue acusado penalmente por El Clarín. Mientras la ley de Medios «K» avanza. Disfrazados de demócratas como se disfrazan de quechuas o peloteros, comprando conciencias y amenazando bélicamente, escriben otra historia.

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