Las falsas expectativas de Chávez con Obama
Considero no solo ingenuas, sino falsas, las expectativas de una relativamente fácil normalización de relaciones entre Estados Unidos y Venezuela según corrieron a proclamar, Chávez, sus ministros y los diputados de la Asamblea Nacional, tan pronto se oficializó que Barack Obama era el presidente electo por una mayoría de estadounidenses en las elecciones de hace una semana.
Sentimiento en el cual, para mi sorpresa, también se apresuraron a militar analistas políticos y periodistas de oposición especializados en el tema, como si fuera posible que los simples deseos de Chávez, y de algunos de sus seguidores, bastaran para que el nuevo inquilino de la Casa Blanca olvide los 10 años de agravios que de manera injustificada, gratuita, irracional e irresponsable lleva el teniente coronel disparándole a un país que nunca fue enemigo de Venezuela y desde los inicios del experimento chavista demostró inclinaciones a comprenderlo y aun a respaldarlo.
Incluyendo al propio Obama, que aun antes de que fuera designado candidato del partido Demócrata a la presidencia, fue objeto de una de las típicas andanadas de Chávez por el pecado de atreverse a expresar dudas sobre la salud de la democracia, la libertad y los derechos humanos en Venezuela.
De modo que, pensar que sin que haya un atisbo de cambio, un amago de promesa de parte del militar retirado de que su política se enfila a rectificar y retoma la vía del respeto a sus vecinos y de la no injerencia en sus asuntos internos, el presidente electo de la nación más poderosa de la tierra saldrá de puro cálculo a enterrar los señalamientos que hizo no una, sino varias veces contra Chávez durante la campaña, es una improbabilidad que por momentos me siento tentado a complementar con la dura calificación de “imposible”.
Aclaro que con esto no estoy asegurando que Obama y Chávez no tengan que reunirse en algún momento del próximo año para intentar coincidir en una agenda que normalice las relaciones entre los dos gobiernos, sino, que tan necesario como tan prudente objetivo, es que Chávez demuestre entender que cualquiera sea el presidente que hayan elegido los norteamericanos, es imposible haya una reconciliación sin una rectificación en la forma y contenido de su estrategia política nacional, continental y mundial.
Veamos a este respecto solo 4 de los items que ahondaron en los últimos años la brecha entre las administraciones de Washington y Caracas y tratemos de dilucidar si son de posible solución en el corto plazo, y por tanto, garantizadores del deseo de que las relaciones se rectifiquen, mejoren, tomen un nivel óptimo y vuelvan al punto en que fueron abandonadas por allá en febrero de 1999. Las reseño en forma de preguntas:
1) ¿Está Chávez dispuesto a renunciar a sus “amistades peligrosas”, a alianzas secretas, y no del todo confesas ni precisas con gobiernos como el del presidente de Irán, Madmoud Ahmadinejad, quien ha revelado en más de una oportunidad su deseo de desaparecer del mapa al Estado de Israel y al efecto trabaja para dotarse de un arsenal de armas nucleares con las cuales, adicionalmente, amenazaría a los países aliados de USA en la UE, Asia y África?
2) Igualmente ¿cejará en su afán de ser el primer aliado y socio continental en el proyecto de resucitar al vetusto Imperio Ruso que auspician los petrodictadores Putin y Medvedev, clones del zar Nicolás II y de Stalin, empeñados en una reconquista de las recién liberadas repúblicas de Europa del Este y del Asia Central y que trabajan para el regreso de una Guerra Fría en el cual el objetivo no sea imponerle a la humanidad el sistema socialista y totalitario, sino una autocracia oscurantista como la de una Rusia sustentada en la renta petrolera que obligue al mundo capitalista y democrático a postrársele, porque si no, no hay energía?
3) Pero redundando ¿se disociará de los llamados petrodictadores, de halcones del alza de los precios del crudo como son sus aliados de Rusia e Irán, con los cuales comparte el delirio de que el petróleo es básicamente una herramienta política subversiva y que, a través de precios incosteables, puede propiciarse una toma del poder que antes solo garantizaban la guerra civil revolucionaria, los golpes de estado y las insurrecciones populares?
4) Y, last, but not least ¿Está Chávez decidido a renunciar a convertirse en el primer presidente vitalicio de Venezuela, a regresar a la alternabilidad democrática por la que cualquier ciudadano puede estar en la línea de sucesión, a respetar la independencia de los poderes, los derechos individuales, a salvaguardar los derechos humanos y construir un estado derecho democrático y constitucional en el que convivan todos los ciudadanos sin discriminación y de todos los credos, razas, sexos, edades, partidos e ideologías?
Pues, sin adelantar opinión, pienso que solo en la medida que Chávez pase este examen que atañe, tanto a la seguridad nacional de Venezuela, como a la Estados Unidos y de todo el continente, podrá aspirar a normalizar las relaciones con el nuevo gobierno estadounidense, pero seguramente que en un marco global, y en el sentido que no podrán servir de vía de escape para despotizar a los venezolanos, mientras juega a ser el demócrata de ocasión, de cartel y fama en el exterior.
Pero eso, en cuanto a las razones estratégicas, que también podríamos llamar ideológicas o de política internacional y que ahora, como siempre, son tan esenciales para normar las relaciones interpaíses… porque en lo se refiere a la búsqueda de indicios reales, fácticos y del día a día que puedan insinuar que la regularización de las relaciones USA-Chávez está a la vuelta de la esquina, pues tengo que recordarles a los partidarios del “borrón y cuenta nueva”, y del “aquí no ha pasado nada”, que nunca oí al caballero, Barack Obama, decir antes, en o en el post de la campaña, que estaba “loco” por reunirse con Chávez, que se comunicaría con el embajador de Venezuela en Washington que no existe después que Chávez expulsó el de Estados Unidos en Caracas, y mucho menos con su archienemigo de la víspera, el canciller Maduro, y proceder a redactar una declaración de amor eterno y de contribución a la paz y seguridad del continente.
O sea, que fue todo lo contrario, ya que las pocas veces que Obama habló del teniente coronel fue para amenazarlo con la independencia energética de Estados Unidos de Venezuela y de otros países del Medio Oriente, y que, de cumplirse, dejaría al actual y futuros gobiernos venezolanos sin su principal socio comercial, al par que criticaba la situación de los derechos humanos en el país, la inhabilitación política de un grupo de opositores y de la influencia negativa del heredero de Fidel Castro en el subcontinente.
Como también fueron muy aisladas y parciales sus referencias a América latina, que solo por la vía de una futura ley de inmigración y de la oposición de Obama a los tratados de libre comercio fue referenciada, en tanto que en la primera parte de la campaña, su agenda internacional se centró en la retirada de las tropas estadounidenses de Irak y Afganistán, y al final, en la crisis de Georgia por la invasión rusa, aunque fueron las políticas para atacar la crisis financiera y la recesión, las que en el último mes coparon el discurso del futuro presidente, al tratar de tenderle la mano a los contribuyentes norteamericanos, y a sus aliados comerciales de la UE y Asia, y en particular a China e India, que como se reveló en su primera rueda de prensa, constituirán por ahora su prioridad.
De modo que, no solo Chávez, sino América latina tendrán que esperar por Barack Obama y ello no ocurrirá sino después que el subcontinente mejore en su desempeño económico y revalide sus títulos a favor de la democracia, la libertad y el estado de derecho.