Yes we can: Una mirada hacia adentro
Yes we can, así se dice en inglés, sí podemos. Ése fue el lema de campaña de Barak Obama en su carrera hacia la Casa Blanca y la frase repetida mil veces por sus seguidores. Sus contendores se valieron de lo que consideraron debilidades para derrotarlo y no pudieron. Algunos le catalogaron de ser demasiado ‘joven’ e ‘inexperto’, cosas que supo convertir en fortalezas, llamando todo el tiempo directamente a los jóvenes y a los electores en general a trabajar unidos para sacar su país adelante. Todo ello, sin minimizar los puntos fuertes de un opositor con el recorrido y el prestigio de John McCain.
Obama ofrecía un programa de gobierno donde muchos le tildarían de populista, le miraban con desconfianza y dudarían que pudiese llegar a la presidencia. Habló de los beneficios de las reformas, se asió del Yes we can, los convenció y llegó. También se ponía en duda si los norteamericanos, igualitarios en su teoría constitucional, estaban preparados para elegir un presidente de raza negra como cabeza de gobierno. Del mismo modo que hiciera Martin Luther King, y como su derivación, soñó, le dijo al pueblo americano, Yes we can, y resultó electo. Primero lo soñaron, luego dijeron sí podemos, y ambos lo lograron. Asimismo, había quien consideraba que el nuevo presidente estaría derrotado de antemano, al prometer el fin de la guerra en Irak y Afganistán, _y para algunos poner en riesgo el poderío norteamericano lejos de sus fronteras_, pero propuso mantener a los Estados Unidos en el lugar que merece, en y desde la paz y la pacificación. Desde su perspectiva, habló y persuadió de nuevo con el Yes we can, y triunfó.
La victoria de este joven político afroamericano convertido hoy en el presidente del país más poderoso del mundo, nos invita a reflexionar y examinarnos interiormente sobre lo que puede esperarse de un pueblo cuando un hombre sabe dirigir a una ciudadanía sobradamente heterogénea en sus razas, creencias y pensamientos. En su discurso después del triunfo, repitió lo que dijera a lo largo de toda campaña: Somos los Estados Unidos de América, sin diferenciar razas, sexo, credos o tendencias de ningún tipo, e invitó a trabajar juntos para salir de la crisis que los agobia. Al mismo tiempo, elogió a su opositor y con un profundo respeto le dirigió unas palabras de reconocimiento por el invalorable servicio que había prestado al país durante su vida, cosa que McCain supo recibir con señorío. A su vez, el republicano en el breve y sentido discurso donde registró su derrota, se refirió a Obama como el presidente de todos los norteamericanos y pidió a los millones de personas que le apoyaron, acompañar al recién electo mandatario en la ardua tarea que se le encomienda porque, dejó en claro que ambos, a pesar de sus diferentes visiones, eran hombres que amaban a su país.
Inevitablemente, más allá de nuestras aficiones, comparamos la presencia, el discurso, el fondo así como la forma de los ex candidatos norteamericanos, y nos sentimos aprisionados en un submundo político donde la descalificación, los arrebatos de cólera y los insultos prevalecen en las interminables cadenas presidenciales.
Quizá la diferencia esté, como dijera Obama, en que ellos han fundamentado su grandeza en valores como la libertad y la justicia para hacer de ese país una tierra de oportunidades y esperanza. Y nosotros, _pobres de nosotros_, basamos la esperanza de la última década en un mesías que prometió quemar las cabezas de líderes de partidos del pasado, llama traidores a todos los que se le oponen y culpa a los ricos de los apuros de los desposeídos.
No me cabe la menor duda de que el pueblo norteamericano dirá con Barak Obama a una sola voz: Yes we can. Porque han conservado como norte sus valores, desde siempre, han confiado en su capacidad de cambiar las cosas y han trabajado arduamente para lograrlo. El resultado es que hasta el presente han sido la nación más poderosa y admirada por el mundo entero.
Ojalá se hagan realidad sus esperanzas. Ojalá se consumen sus promesas. Por el bien de los Estados Unidos de Norteamérica y por el bien del mundo. Y ojalá también, en Venezuela, lleguemos a recuperar nuestros valores y alcancemos a exclamar unidos, en una sola voz: Yes we can. ¡Sí podemos!