Opinión Internacional

Honduras cambia paradigmas

La situación hondureña abrió una puerta inédita que los déspotas podrían lamentar.

Podría estar apareciendo una nueva forma para entender las relaciones entre países, así como el papel de las organizaciones multilaterales y su relación con los Estados. Quizás estemos ante una ruptura de paradigmas.

Con la creación de instituciones multilaterales de alcance mundial a mediados del siglo XX comenzó un cambió en las relaciones internacionales mundiales. En especial en los conceptos de no intervención y de autodeterminación de los pueblos. Bajo estos rígidos conceptos, ellas se crearon como instituciones voluntarias tanto en su ingreso como en el acatamiento a sus decisiones.

Esto fue cambiando en dos áreas fundamentales: la económica y la de Derechos Humanos (DD.HH.). Donde posteriormente se han constituido “poderes judiciales” independientes que resuelven disputas e imponen sanciones. Ejemplos de esto son la Organización Mundial del Comercio y la Corte Interamericana de DD.HH. Claro, aunque no pueden imponerlas por la fuerza, como sucede dentro de un país, que usa la policía o incluso el ejército. No obstante esto también existe restringidamente para asuntos de seguridad, con el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Que una organización multilateral obligue la restitución de un presidente porque ella misma, incluso sin oír a las partes, ha decidido que hubo una ruptura del hilo constitucional, es sin duda un caso inédito. Así será el caso de Honduras si finalmente Zelaya es repuesto en su cargo. Será una intervención de la OEA en asuntos internos de un país –además excluido de la organización-, sin el consentimiento de sus gobernantes de facto. Y lo que es más grave sin respeto por el concepto de autodeterminación de ese pueblo, no porque Zelaya no sea el presidente legítimamente electo, sino porque el uso de las elecciones, es decir la consulta al pueblo como salida a la crisis fue descartada de plano, cuando se está a dos meses de una elección.

Paradójicamente la intervención coercitiva de la OEA, basada en la Carta Democrática, pudiera dar paso a otro tipo de intervenciones. Por ejemplo cuando se vulnere el derecho a la democracia y los gobiernos no cumplan con “la obligación de promoverla y defenderla” o en el caso de la violación sistemática de los DD.HH. Mucho está por verse, pero la defensa a ultranzas de un presidente pudiera crear precedentes para intervenir en defensa de los ciudadanos frente a estos nuevos dictadores.

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