Opinión Internacional

¿Televisar o no televisar?

¡Ser, o no ser, es la cuestión!
¿Qué debe más dignamente optar el alma noble entre sufrir de la fortuna impía el porfiador rigor, o rebelarse contra un mar de desdichas, y afrontándolo desaparecer con ellas?

(Soliloquio de Hamlet Tercer Acto. Escena 1).

La reciente Cumbre de Jefes de Estado de UNASUR en Bariloche fue televisada mundialmente, en vivo, durante sus casi siete horas de duración. Uno se pregunta: ¿debía o no debía ser televisada?. El presidente Uribe exigió que la reunión fuese pública, que pudiese verse por televisión por todas partes —sobre todo en Colombia-. El presidente Lula se opuso desde un principio a la transmisión, y así lo manifestó durante la reunión.

Ambas posiciones, a mi modo de ver, pueden ser justificadas. Para Uribe, a quien Chávez, Evo Morales y Correa querían hacerlo ver como reo ante un tribunal de sus pares, la más sólida defensa, era la publicidad de la reunión. Así, el mundo podía conocer la verdad de lo que se iba a decir en Bariloche, evitando el sesgo de la información de las agencias noticiosas de uno u otro bando. Además, iba a tener la oportunidad -de ser necesaria- de mostrar las cartas que tenía bajo la manga. Lula tenía razón al afirmar que reuniones de ese tipo no pueden ser públicas, porque los Jefes de Estado dejan de tener la libertad de exponer sus posiciones privadamente y de permitir que, en declaración conjunta, se publique lo que ellos consideren conveniente, siempre por consenso.

Hay un hecho que no puede negarse, la Cumbre de Bariloche fue algo así como lo que en Estados Unidos llaman un reality show. Así lo expresa Manuel Malaver, en un artículo suyo publicado en Analítica:

“Fantasía que a lo sumo lo convierte en parte del manicomio, porque hay que ver lo que significa haber sido durante el viernes pasado ancla del reality show que buscó condenar a Colombia por ser amigo de Estados Unidos, y lo que reveló fue que en la región nadie es amigo de nadie, a menos que se compartan los mismos negocios y la misma ideología.”

Lo que sí es cierto es que el aparte de los cancilleres, que sirvió para redactar la declaración final, no fue público y, seguramente por ese motivo se logró un documento tan moderado que no condenó a Colombia. No podrá saberse lo que expuso el canciller Maduro ni lo que dijeron los cancilleres de Bolivia y Ecuador. Sin duda, no han debido estar muy contentos con la redacción final en la que seguramente la influencia de Itamaraty fue importante. La prensa bolivarianista dará una versión y la prensa pro-Colombia dará otra, mientras habrá otra más objetiva.

Lo que sí puede afirmarse es que la difusión de la Cumbre nos permitió constatar la mediocridad de muchos Jefes de Estado suramericanos.

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