La batalla final ya comenzó
Los que estaban esperando una foto de manos agarradas entre Chávez y Uribe no entendieron que, cuando Chávez habló de “vientos de guerra” sabía que el conflicto había llegado a un punto de no retorno. Algo se había quebrado en una relación llena de agravios y abusos. Chávez montado en una ideología del siglo XIX, apenas remozada por las ideas de la guerra fría de mediados del siglo XX, no puede aceptar que “el imperialismo gringo”, su archienemigo, expanda su presencia en Colombia. Por su parte, Uribe no va a poner en peligro su victoria final contra las FARC y para ello la presencia de los gringos es fundamental, en especial si no consigue apoyo militar entre sus vecinos.
Chávez necesita integrar a Colombia como territorio de la “revolución bolivariana”. Por eso Uribe es un doble enemigo, por sus vinculaciones con el imperialismo y por ser la piedra en el camino para la consolidación de una zona revolucionaria que llegaría de Venezuela a Bolivia, pasando por Ecuador y…. Colombia.
Los que conocen al líder bolivariano saben que él no entiende de negociaciones, pues o se es un triunfador o se es un derrotado. Negocia para ganar tiempo, para su victoria total.
Lo que esta pasando es que se ha acostumbrando a guerrear en un tablero nacional que controla totalmente, pero esto no es así en el internacional. Allí un pequeño país como Honduras le dio su primer “tatequieto”. Luego los colombianos decidieron responder de una manera distinta a sus impertinencias. Y por primera vez llevaron el tema a la OEA donde denunciaron su “proyecto intervencionista”. Sacando así el asunto de lo bilateral, cerrado, para ponerlo sobre una mesa multilateral, abierta. Advirtiendo que de escalar el conflicto vendrían otras acciones, incluyendo la Corte Penal Internacional.
La reunión de UNASUR mostró posiciones ya conocidas: los “albanos” pidiendo rechazar el acuerdo, moderados como Chile reivindicando el aumento de las medidas de “confianza mutua”, hasta la propuesta de Perú de revisar todo acuerdo militar en el “Consejo de Seguridad de UNASUR”. Colombia aguantó el aguacero, ripostó todas las acusaciones y apoyó la propuesta peruana, dejando claro que el acuerdo va, pero que la OEA entra. El texto final recoge todo menos el rechazo del acuerdo. Otro “tatequieto”. Con foto o sin foto, con acuerdos o sin ellos los “vientos de guerra” no cesarán hasta que Eolo, dios de los vientos, triunfe o sea derrotado.