Algo hicimos mal
Oscar Arias, Presidente de Costa Rica, tuvo una intervención estelar en la pasada Cumbre de las Américas a través de un lúcido y preciso discurso que debió sonarle extraño a la mayoría de sus colegas.
En un tono valiente y auto critico Arias pasa revista a buena parte de nuestro pasado desde la Independencia, es decir, doscientos años, y constata que las aspiraciones de desarrollo social nos han sido esquivas. América Latina no termina de concretar sus aspiraciones de modernidad y progreso con todo y que nuestro potencial humano y natural son fecundos.
En 1750 la Revolución Industrial transformó positivamente las economías feudales y rurales de buena parte de los países que hoy lideran al mundo como Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y otros, mientras que en nuestro sub continente nos mantuvimos prisioneros de los atavismos coloniales y la anarquía post independentista. El tiempo de la América Latina se paralizó, quedó atascado en una maraña de eternos conflictos estériles, guerras civiles endémicas bajo el nefasto peso de los caudillos de los cuales apenas pudimos librarnos parcialmente a mediados del siglo XX y con la persistente amenaza de revivirlos en el presente.
Nuestros gobernantes, en su inmensa mayoría, gastan sus energias en pura retórica vacía bajo el signo de la incompetencia y el peculado. Siempre hay un “enemigo exterior” que impide nuestro progreso. Siempre las responsabilidades se diluyen, nadie es culpable de nada.
Hoy sabemos que para avanzar necesitamos una mayor disciplina social junto a una ciudadanía responsable y solidaria. De igual forma requerimos de gobernantes capaces y sensibles pero bajo el control de la sociedad. Invertir en educación y llevar la escolaridad de calidad para todos. Jerarquizar los gastos y darle prioridad a los servicios públicos sobre el gasto armamentista. Hacer de la economía algo realmente productivo, y sobre todo, acabar con la corrupción e ineficiencia.
Hoy los chinos y algunos países asiáticos progresan porque desde un pragmatismo virtuoso han dejado de lado las inútiles discusiones teóricas e ideológicas sobre los modelos a seguir. Para sus dirigentes ya no importa tanto el color del gato, lo importante es que sepa cazar ratones. Esto los chinos lo han resumido bajo el lema de estar regidos por una economía “socialista de mercado”.
Ya es buena la hora para reconocer nuestras omisiones y empezar a construir desde lo que tenemos y somos, Oscar Arias nos invita a ser los protagonistas de nuestra propia historia desde una posición generosa y desinteresada.