Opinión Internacional

Un Khadaffi tropical

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En los años setenta Khadaffi, se da a conocer al mundo como un sociópata narcisista, megalómano e impredecible, promotor del terrorismo contra las democracias occidentales. Los casos más sonados fueron las voladuras del avión Boeing en Lockerbie y del vuelo 772 de la aerolínea francesa Unión des Transports Aériens sobre el Sahara. Diversos atentados de las Brigadas Rojas, del IRA y de otros grupos terroristas europeos y latinoamericanos conducen a Kadhafi como soporte y a Libia como base de sus entrenamientos. Se dice que Carlos El Chacal, recibió de Kadhafi varios millones de dólares para organizar y ejecutar la famosa toma de rehenes en la OPEC, en Viena 1975, entre otras acciones terroristas en Europa.

No se ha indagado ni se ha escrito lo suficiente sobre el cambio operado por Muamar Khadaffi desde 2003, año en que se transforma de feroz líder terrorista a mansa paloma, amigable y gentil con los gobiernos occidentales, en especial con Estados Unidos, Inglaterra y Francia. Este último país lo recibe con honores cuando Khadaffi le dispensa visitas para codearse con los CEO´s de grandes corporaciones y funcionarios del gobierno.

Franklin D. Roosevelt afirmó en una oportunidad lo siguiente: “En política, nada ocurre por casualidad. Cada vez que un acontecimiento surge, se puede estar seguro que fue previsto para llevarse a cabo de esa manera». De allí que esta gran interrogante se desentraña poco a poco y en forma conspicua con la noticia de la liberación y el recibimiento en Libia como héroe nacional del terrorista Abdelbaset Alí Mohamed Al Megrahi, condenado por el atentado de Lockerbie y liberado el 20 de agosto por la justicia inglesa.

Para los no informados, Al Megrahi es desde hace ocho años es el único condenado a cadena perpetua por la voladura ocurrida en diciembre de 1988 de un Boeing 747 que se dirigía a Estados Unidos cuando sobrevolaba la localidad escocesa de Lockerbie, atentado en el que murieron los 259 ocupantes del aparato, 189 de ellos norteamericanos, y 11 lugareños de ese pueblo escocés.

En la reseña del corresponsal de EFE en Trípoli se destapa una fracción de esta podredumbre global de los gobiernos corporativos, la nota dice: «Deseo enviar un mensaje a nuestros amigos de Escocia: el Partido Nacional de Escocia, el primer ministro escocés, Alex Salmond; y el ministro de Asuntos Exteriores, a quienes felicito por su coraje al haber demostrado la independencia en la adopción de sus decisiones, pese a las presiones inaceptables e ilógicas que afrontaron». El líder libio ha agradecido también al jefe del Gobierno británico, Gordon Brown, a la reina Isabel II, y al príncipe Andrés, “porque también alentaron al Gobierno escocés a asumir esta decisión histórica y atrevida». «Este paso beneficia los lazos entre Libia y el Reino Unido, y a “la amistad entre yo y ellos y se reflejará positivamente en todas las áreas de cooperación», declaro Khadaffi, quien además criticó la reacción europea por la liberación de Al Meqrahi y la comparó con el caso de las cinco enfermeras búlgaras que fueron encarceladas en 1998 y condenadas a muerte en 2004 tras ser consideradas culpables de contagiar deliberadamente el virus del sida a más de 400 niños libios. «Libia afrontó su responsabilidad y conmutó la pena de muerte a cadena perpetua al equipo de enfermeras búlgaras, y respondió a la petición de “mi amigo (el presidente francés, Nicolás) Sarkozy” y por Francia aceptamos que los condenados por cometer asesinato masivo cumplieran la pena de prisión en su país». Sin embargo, ha agregado que «el mundo se vio sorprendido cuando ese equipo médico condenado por un crimen brutal fue indultado antes de que llegara al aeropuerto de Bulgaria, y el presidente búlgaro los recibió como héroes porque mataron a 400 niños libios inocentes inyectándoles el virus del sida». «Luego, lamentablemente, el Parlamento Europeo recibió a ese equipo médico de pie y con aplausos porque son héroes. ¿Por qué no escuchamos protestas contra la absolución de ese equipo médico?». Para Khadaffi, la reacción europea era una clara muestra de una política de doble rasero, soberbia, y de menosprecio a otros pueblos y a sus sentimientos” (EFE).

Pero la verdad es que con la liberación de Al Meqrahi, se liberan los obstáculos que impedían desarrollar los proyectos de gas de la British Petroleum (BP) en Libia, que ascienden en una primera etapa de inversión a unos 1.000 millones de dólares. Tony Blair visitó Trípoli en 2007 en labores de lobby y hace dos semanas Lord Mandelson, Primer Secretario de Estado y Ministro de Empresas, se reunió con Seif al-Islam, el hijo de Kadhaffi educado en Inglaterra y acostumbrado a codearse con la nobleza inglesa, incluyendo al Príncipe Andrés, para tratar dos temas de interés común: la liberación al-Meqrahi y los proyectos de British Petroleum, así como los de otras dos grandes corporaciones inglesas, Shell y BG Group.

Solamente unas pocas voces han levantado su protesta ante esta nueva manifestación de la realpolitik del gobierno inglés y otros gobiernos que negocian sus valores éticos y soberanía a cambio de jugosos contratos, convirtiéndose en vasallos de las megacorporaciones que dominan la economía mundial. Muchas de estas transnacionales no obedecen a Estados, ni tienen límites geográficos, ni soberanías, ni parlamentos, ni contralorías. Todo lo contrario, dominan gobiernos, cortes de justicia y parlamentos a su antojo.

Pero estas transnacionales petroleras británicas no son las únicas que tienen intereses en Libia. Analistas del mercado mundial del petróleo especulan que se podría estar implementando un agresivo programa de infraestructura en Libia con empresas como Exxon Mobil, Chevron Texaco, entre otras, que han comenzado a negociar espacios para la prospección y explotación del petróleo y el gas libio. Esta apertura coincide con las visitas que hiciera Jimmy Carter a Libia. Un hermano del ex-presidente es asesor económico del gobierno de Trípoli.

El affaire de las enfermeras mencionado cáusticamente por Khadaffi y el cual occidente nunca aclaró lo suficiente, fue uno de los pretextos dentro de los manejos realizados a muy alto nivel por Francia para la venta y colocación de plantas nucleares y armamento sofisticado requerido por Khadaffi a cambio del gesto de liberar a esas rehenes. Entre Francia y Libia se han firmado una decena de acuerdos y contratos en este sentido para la venta de 21 Airbus, 35 helicópteros, 14 aviones de combate Ráfaga, 6 buques de guerra, vehículos blindados, radares de defensa antiaérea, uno o más reactores nucleares. El coronel Kadhafi anunció contratos por más de 10 mil millones de euros.

«El mundo se divide en tres categorías de personas: un muy pequeño numero que produce acontecimientos, un grupo un poco más grande que asegura la ejecución y mira como acontecen, y por fin una amplia mayoría que no sabe nunca lo que ha ocurrido en realidad». Esta frase tan acertada la pronunció Nicholas Murray Butler, Presidente de la Pilgrim Society y miembro del Council on Foreign Relations.

Quizás por eso, Philippe Val, el polémico director del semanario francés Charlie Hebdo, en su artículo del 1º de agosto de 2007, titulado: “Francia: el duty-freee preferido de Khadaffi”, hace referencia al cambio de actitud de Francia hacia Libia, así como la mediación para ese entonces de Cecilia Sarcozy ante el coronel Kadhaffi en el escabroso caso de las enfermeras. Ese editorial alimenta otras interrogantes sin respuestas que Val calificó como un “canje de rehenes por dinero y armas para un terrorista”.

De allí que Val se pregunte dónde ha ido a parar la ética y “el por qué a Bin Laden se le busca vivo o muerto, mientras a Kadhaffi le estrechan la mano, lo visitan y se fotografían junto a él, los representantes de países como Inglaterra y Francia, que fueron blanco de sus acciones terroristas. La respuesta es muy simple, él es un Jefe de Estado mientras Bin Laden es jefe de un grupo terrorista. Ser rey, dictador o presidente de un país, es pertenecer a un club privilegiado que ofrece un trato y una protección especial. Porque algunos Jefes de Estado son singulares, simpáticos, negocian, administran las riquezas de sus países, roban, asesinan, aterrorizan, pero son jefes de Estado. Como lo demuestran los negocios promovidos y asistidos por las grandes transnacionales. Bin Laden no es un “Jefe de Estado”, aunque “ellos” podrían llegar a negociar con él cualquier cosa de estar en juego los intereses económicos o financieros de las transnacionales que los mantienen en el poder”.

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En Charlie Hebdo, Val presentó a Cecilia Sarkozy como una agente de la megacorporación francesa de defensa Dassault para el mercadeo de los nuevos aviones de ataque Rafale (Ráfaga). En ese mismo número se destaca una caricatura de Cecilia, que hace referencia al supuesto encuentro que sostuviera quien para ese entonces era la primera dama de Francia con el Presidente de Venezuela Hugo Chávez. Recordemos que Sarcozy se encontraba en esos días manejando los hilos de una complicada trama diplomática para que Chávez fuera el mediador con las FARC en ese delicado tour de force para lograr la liberación la colombiana-francesa Ingrid Betancourt.

En su habitual estilo, el semanario catalogó el supuesto encuentro como una “reunión Tupperware”, al estilo de los agentes de venta de esta conocida marca de utensilios de cocina, ya que “en este caso se trataba de intercambiar secuestrados por aviones de guerra Ráfaga y otros armamentos sofisticados para Chávez”.

No es de extrañar que esta situación haya sucedido y que haya pasado desapercibida ya que Chávez, desde que asumió el poder, ha sido un peón de las transnacionales de armas, en especial las corporaciones rusas, bielorusas y chinas. Ha vendido las reservas de petróleo y la soberanía de la Faja del Orinoco a corporaciones provenientes de países como Cuba, Irán, Malasia, Bielorrusia, Rusia, Noruega, Francia, India, EEUU, Brasil, Portugal, Vietnam, China, España, Ecuador, Chile, Argentina, Uruguay y el Reino Unido. Algunas de estas corporaciones han causado desastres ecológicos en sus propios países. Las principales obras de infraestructura de Venezuela están siendo desarrolladas por empresas extranjeras. Los capitales internacionales cuentan con la presencia de más de 200 corporaciones provenientes de las principales potencias y sus aliados locales, una verdadera rebatiña.

Las megacorporaciones son poderosísimas economías paralelas, capaces de poner, mantener, corromper o quitar a su antojo presidentes, parlamentarios o si se da el caso, provocar guerras o invasiones. De allí que, “las democracias y las megacorporaciones se excluyen mutuamente”. Esta afirmación la hizo en 1998 Robert B. Reich, ex-Secretario del Trabajo y profesor de Economía en la Universidad de Brandeis. Para muestra un botón dice Reich: “Mas de medio billón de dólares para las campañas presidenciales en los Estados Unidos provienen de corporaciones y de Wall Street”. Agregando que de esa manera, la democracia, que requiere de representantes que condenen las conductas irresponsables de las corporaciones en todos los ámbitos, desde los crímenes ambientales, pasando por el armamentismo hasta los desastres ecológicos y biotecnológicos, dependen en parte de ellas.

Un gobierno que se autodenomina de izquierda progresista o socialista democrático como el de Lula Da Silva, ha permitido la deforestación por parte de corporaciones multinacionales madereras y mineras, de cientos de miles de hectáreas de selva amazónica brasileña.

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Como un capítulo de esta devastación, sólo en la región de Mato Grosso, cerca de mil millas cuadradas de selva tropical fueron arrasadas en cinco meses, según informe del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil. La idea del gobierno brasileño es la de reducir la selva amazónica al 50% de su tamaño, para beneficio de las corporaciones madereras, petroleras, mineras y de biocombustibles, sin importarle la destrucción de la biosfera, el calentamiento global del planeta, la desaparición de miles de especies animales y de plantas, así como la extinción de etnias que son los reservorios de la sabiduría ancestral de la humanidad. Con razón, el filósofo francés Bernard-Henri Levy afirma cáusticamente sobre algunos gobiernos de izquierda latinoamericanos: «La izquierda está enferma de derechismo, la izquierda está fascinada por una nueva tentación totalitaria”.

Rusell Mokhiber y Robert Weissman en su libro “Corporate Predators” afirman que las corporaciones multinacionales son más poderosas que las democracias. Cincuenta de las cien más grandes economías del mundo son corporaciones, no son países. Promovidas y protegidas diplomáticamente por las potencias mundiales y como una forma de neocolonialismo, la más poderosa institución de nuestro tiempo, la corporación multinacional armada con la espada del neodarwinismo financiero lo domina todo, no sólo la economía global, sino la política de las naciones, tiene el poder de comprarlo todo y a todos, produciendo Frankestein a su servicio como Khadaffi en Libia, Lula en Brasil y Chávez en Venezuela, sustentando su poder a toda costa, para manejar y repartirse sus megaganancias. En el caso de Chávez, en diez años lo han convertido en un Khadaffi tropical, sin importarles sus alianzas con Cuba, Irán y un conjunto de organizaciones terroristas. A las megacorporaciones les tiene sin cuidado la destrucción de la naturaleza, la demolición de las democracias o los derechos humanos de los ciudadanos de los países que explotan junto a sus socios locales.

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