Opinión Internacional

Cristina, dos mujeres y la siniestra realidad

Nuestra excelsa Presidente, doña Cristina, acaba de terminar su discurso fundacional desde la sede de la AFA, gracias a Dios transmitido por la Cadena Nacional de Radio y Televisión. Digo «gracias a Dios» pues, de no haber hecho uso de este resorte presidencial, los argentinos nos hubiéramos perdido su palabra señera.

En su alocución, realizada en un «día histórico» (sic), nos explicó que el fútbol es un derecho esencial de las personas, comparable al derecho a la vida, a la educación, a la salud, al trabajo y a la vivienda.

Además, nos permitió asomarnos a su filosofía de gobierno, cuando comparó la transmisión de los partidos de fútbol por cable, en realidad «un secuestro de los goles» (sic), con el secuestro de los 30.000 desaparecidos.

Nos informó que, con la adquisición del derecho a ver los partidos gratis, se pagaba una deuda social enorme que la sociedad tenía con su población. Además, nos dijo que no costaría un solo peso al Gobierno, ya que el pago se haría «direccionando» (sic) hacia los espectáculos deportivos la publicidad oficial.

En resumen, un notable discurso que, con toda seguridad, pasará a los anales de la política pública argentina.

Fue tan grande mi emoción al oírla que, por unos momentos, conseguí olvidar que, en Argentina, mueren todos los días chicos de hambre, que cada día perforan la línea de la pobreza 5.000 personas, que se está aplicando a las poblaciones indígenas del Chaco, de Formosa y de Salta un verdadero genocidio, que la droga asola nuestras ciudades, que la salud pública está desfinanciada y colapsada, que la educación se ha degradado y ha vuelto el analfabetismo, erradicado en el siglo XIX, que cada vez hay más gente viviendo en la calle, que la inseguridad campea a su antojo por el país, y miles de etcéteras que, de no haber sido por doña Cristina, seguirían quitándome el sueño.

Hace unos días, la misma Presidente nos había dicho que era objeto de un «fusilamiento mediático», dejando entrever que la corporación a la cual el Estado, inmiscuyéndose arbitrariamente en un contrato entre personas jurídicas privadas, había conseguido quitarle sus derechos, pretendía tal despropósito.

Por méritos propios, entonces, encabeza esta lista la inefable doña Cristina, la nueva abanderada de los ricos a ser censados.

Recuerdo, con sincera tristeza, la esperanza que tenían muchos en su declamado interés por el fortalecimiento institucional, en su independencia de criterio, en su amplitud de miras, en su vocación por la reinserción de Argentina en el mundo, .

Pues bien, defraudando al 43% que la votó, la Presidente ha permitido que su marido, don Néstor, la convirtiera en un pelele, en un muñeco de ventrílocuo (¿se acuerdan de Chasman y Chirolita?), en una persona ridícula hasta en sus menores gestos.

Pero, por sobre todas las cosas, puso su nombre y su firma en las demenciales políticas que el rey de Olivos ha impuesto a la economía argentina, infligiéndole daños que costará muchísimo tiempo revertir. Ha autorizado a su jefe y mentor a destruir a la Argentina real, condenando a gran parte de su población a la pobreza y a la indigencia.

Y, seguramente, continuará con la tentativa de imitar a su amigo Chávez en la transformación de nuestro país en una tiranía, sin prensa, sin oposición (ésta ayuda mucho) y hasta sin credos, con excepción del socialismo bolivariano.

En estos días, además, dos espléndidas e iluminadas senadoras nacionales han dado sendos magníficos espectáculos. Me refiero, concretamente, a la Senadora (FpV, La Rioja) Victoria Teresita Quintela y a la Senadora (Santa Fe Federal, Santa Fe) Roxana Latorre.

La primera de ellas, con la presentación de un proyecto de ley tendiente a «regular» desde el Estado, las locaciones urbanas destinadas a vivienda. Si no fuera trágico, dado que es probable que esa iniciativa prospere en este disparatado Congreso que hemos sabido conseguir, podría ser calificado, sin eufemismos, como una ridiculez sin nombre.

El proyecto propone establecer, para cada inmueble alquilado o a alquilar, un precio de referencia, distinto a su valor fiscal pero enormemente menor -dado el método para su cálculo- al que el mercado, en condiciones normales, le atribuiría. Luego, ese precio sería dividido por ciento cincuenta y el resultado de esa cuenta sería su precio locativo mensual. Además, propone llevar a cinco años el plazo mínimo de los arrendamientos urbanos y la opción, a favor del inquilino, de renovarlo sine die. Finalmente, sugiere que las viviendas vacías sean declaradas sujetas a expropiación.

Si este adefesio jurídico prosperara, obviamente se paralizaría la construcción en Argentina, ya que nadie más estaría dispuesto a invertir en estas condiciones y, con ello, se irían a la calle cientos de miles de obreros, perdiéndose otros tantos puestos de trabajo directos.

Porque, así como la construcción es, tal vez, la industria más multiplicadora de actividades -piénsese, solamente, en los proveedores de cerramientos, de griferías, de aberturas, de materiales de construcción, de caños, de calefones, de cocinas, de heladeras, de equipos de acondicionamiento de aire, de calderas, de bombas de agua, de ascensores, de pinturas-, cuando ésta se paraliza produce la inmediata detención de innumerables actividades conexas, haciendo que se pierdan otros tantos, o más, puestos de trabajo indirectos.

¿Se puede saber qué tiene en la cabeza esta señora? ¿Cuáles fueron sus méritos, más allá de su género, para ser electa Senadora?

La segunda mujer emblemática de estos días es, como dije, la Senadora Roxana Delatorre. Explicando, a posteriori, su firma en el dictamen de la mayoría oficialista en la Comisión de Asuntos Constitucionales, dijo que lo había hecho «en absoluta disidencia», pese a que su rúbrica habilitó su tratamiento en el plenario. El resultado final se supo hace unos instantes, cuando el Senado votó favorablemente la prórroga de las facultades delegadas al Poder Ejecutivo y, con ellas, el derecho a fijar las retenciones agropecuarias.

Con ese proceder, esta Senadora traicionó a su Provincia de Santa Fe y, también, a toda la población de la misma, que depende, en enorme medida, del campo y de sus actividades relacionadas. Ya, cuando el daño está hecho y es irreversible, doña Roxana intenta salvar la ropa, pese a que ya está desnuda, con razonamientos infantiles y falaces.

Su conducta ha dado pasto a las fieras que denunciaron un pacto preelectoral de Reutemann con Kirchner, y también ha dado el derecho a sospechar a quienes auguramos la aparición de las Banelco oficialistas para compensar la derrota en las legislativas del 28 de junio.

¿Se puede saber qué tiene en la cabeza esta señora? ¿Cuáles fueron sus méritos, más allá de su género, para ser electa Senadora?

Siempre me opuse a la Ley del Cupo Femenino. Me pareció, desde su origen, discriminatoria en contra de la mujer. El tiempo, con enorme cantidad de «esposas de», «de hermanas de» y «de hijas de» en el Congreso, y la falta de preparación de éstas para ejercer sus cargos, me han dado la razón.

Hoy, a pesar de los toques de humor con que comencé esta nota, estoy muy triste. Me apena, terriblemente, ver en qué país se ha convertido mi Argentina, este país que adoro y por el cual, desde las más modestas trincheras, he luchado toda mi vida.

Y todo eso me pasa porque me parece que, como sociedad, estamos condenados al fracaso. No sólo el Gobierno es horrorosamente tiránico y manipulador, sino que la oposición no existe: es un montón de personas, sin articulación de ningún tipo, movidas sólo por sus apetitos personales, sean éstos de dinero o de poder, y totalmente olvidadas del resto de los argentinos, que sufre diariamente la destrucción del futuro que esta pésima dirigencia genera día tras día.

Bs.As., 20 Ago 09

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