Un fantasma recorre el continente
A todo Chávez le toca su Uribe. Y viceversa. Y Así como a Zelaya se le plantó Micheletti, al Socialismo del Siglo XXI le salió la Sayona en Honduras. No hay de qué extrañarse pues es cosa de equilibrios y repelencias complementarias. El personaje que por ejemplo representa a Piedad Córdoba, para no detenernos en mayores ejemplos científicos, es el producto más genuino de esa relación atormentada en la que Álvaro es el progenitor y Hugo ha prestado el vientre de su revolución para parir esa joya única y familia íntegra de la Lina Ron vernácula la cual pertenece, con sus peculiaridades y tintes, a ese mismo sistema de fecundación in vitro al que las FARC han prestado su tecnología y quirófano. Turbante o casco motorizado no constituyen gran diferencia si te pones a ver. ¡Total!
Porque entre ambos dos que son uno, gemelos más que homólogos, Hugo y Álvaro, hay un sistema de referencias y energías, una química que los construye y al mismo tiempo es capaz de aniquilarlos. Imán y criptonita guardados en el mismo frasco. Se dan pila y se la gastan mientras otros derrochan en el control de la imagen. Se aman y se dejan como en la canción de Sandro. Uribe y Chávez: la pareja. Batman y Robin bailando pegaos, pero ni piensen que bolero o vallenato sino tango que es más dramático. A la luz de un farol, “un pensamiento triste que se baila” al decir del maestro Discépolo y que refleja, como ninguna otra danza quizás, el carácter y tema de ese drama. ¿Sin final? Sombras nada entre tu vida y mi vida, con la presencia de los Kirchner melifluos con todos los gastos pagos. ¡Cómo si los necesitaran! Uribe y Chávez parecen querer separarse, sobre todo en público, pero no pueden, porque se necesitan a morir, y porque son títeres, sin mal decir, de fuerzas externas que deciden sobre ellos y los ejecutan. ¡Viagra!
A todas estas, Colombia y Venezuela, una sola ficción, se desgañitan e insultan mientras colombianos y venezolanos, los de hueso y carne, los de verdad, vivimos en el patio común en tanto vecinos íntimos que somos. Ya no podemos ser tema de la grandilocuente política exterior sino de la turbia, cotidiana e intensa política interna que moldea vidas y sueños. Lamentablemente estos destinos penden en buena medida de los apetitos, cálculos e insatisfacciones de los mandatarios que nos gastamos. Por cierto: ¿Los elegimos para ser lo que son y hacer lo que hacen? ¿Qué hay que transformar en nosotros para que ya sea suficiente?
Pero es que el ritmo de los tiempos, del cual somos acompañantes más que protagonistas, nos desdibuja y teje. Así a las FARC, al narcotráfico y a los vecinos, se les instala un sistema de bases militares colombo-estadounidenses, un neologismo, que no irritaba a nadie mientras estaba en Ecuador; y a Miami le molesta a morir el concierto de Juanes, el de la camisa negra, en La Habana; Chávez prefiere, a qué dudarlo, la reelección de Uribe en Colombia que a Juan Manuel Santos como Presidente de la República. Mientras tanto, Obama juega en el laberinto de su imagen; Putin se relame con su mirada de K.G.B.; Fidel revive en el spa de la guerra fría y apoya el bloqueo a Honduras como para vengarse de lo que a él le hicieron desde la OEA; Lula se lava las manos en su arcoíris carioca como Pilatos enjabonó las de él; Evo, Correa y Ortega pendientes en subida del amo. Suecos, además iraníes e israelíes cerca de la frontera wayúu. ¡Cosa más grande!
Globalización en salsa de conflicto ideológico podría ser una ilustración culinaria de estas ocurrencias que no son mías sino de la realidad que aparece en las noticias. A menos que ellas también sean falsas o erróneas o manipuladas como suelen ser. Chávez sin duda quiere ser el muchacho de la película como el jamaicano o jamaiquino, que da igual para lo rápido que es, Usain Bolt. Y Uribe por su parte aspira imponerse, circunspectito él, como juez de pista que dicta las reglas del juego. Ninguno de los dos acepta la servidumbre del otro y por eso se enganchan a terceros y pelean entre ellos como muchachos siempre frente a planetario público, solos jamás. ¿Para qué? Son relamidos y se conocen como a su sombra. No se dan tregua. Viven inacabados y ocupan territorios significativos de espacio y tiempo de su gestión y digestión en calcular la próxima jugada del oponente. Sueñan que son el otro y por ende no duermen.
Y mientras todo ocurre y nada pasa, un fantasma recorre el continente: las computadoras de alias Raúl Reyes cual curare en el aire buscando presa.