Brasil, cínica y cómplice
El gobierno de Brasil afirmó haber solicitado debatir en la cumbre de Unasur la presencia de tropas estadounidenses en un país suramericano.
La reunión, que se hará pasado mañana en Quito, será el ambiente para que Brasil plantee su preocupación por lo que considera un tema peligroso para la región.
Cínicamente, el gobierno de Brasil no hace el mismo planteamiento sobre el ofrecimiento de Venezuela a Rusia para establecer bases en nuestro país o sobre el acuerdo Irán-Venezuela.
El gobierno de Lula da Silva no invita a plantear el tema de la cooperación de Caracas en el suministro de armas, recursos y cohetes a la principal organización narcoterrorista del continente: las FARC. Tampoco se preocupa por debatir la presencia en nuestro territorio de miles de agentes cubanos.
Curiosamente, Brasil sólo se ocupa por discutir el hecho de que Colombia, un país democrático y pacífico, quiera desarrollar un acuerdo con Estados Unidos.
Algunos dicen que es defenderse, pero ¿defenderse de qué? De las fuerzas terroristas que reciben apoyo desde Caracas y enfrentar el tráfico de drogas que usa hoy a Venezuela como sitio de paso preferencial dado el alto nivel de cooperación que reciben.
Una vez mas ha quedado demostrado que nadie levanta un dedo para ayudar a Colombia, una democracia plena.
Lula está en lo cierto cuando asegura que la presencia en Colombia de equipos de alta tecnología de Estado Unidos representa un gravísimo peligro. Pero se equivoca en para quien es un peligro. No lo es para la seguridad de la región, sino que es un peligro, es decir un acierto, para ponerle fin al tráfico de drogas que le permite a las FARC continuar cometiendo crímenes.
El peligro es también para Hugo Chávez, que con razón está alarmado, ya que su relación de cooperación con los narcoterroristas de las FARC se pondría aún en mayor evidencia, pero de ninguna manera para algún otro país de la región.
El gobierno de Lula debería ampliar el campo de sus preocupaciones, e incluir el caso de Venezuela, donde las denuncias y evidencias de ilegalidades son públicas y claras, las cuales representan amenazas a la paz y a la seguridad regional.
Es imperdonable que el país de más peso en América Latina se preste para desviar la atención del peligro real y le siga haciendo el juego a su “cliente” Hugo Chávez.
