Circo en las manos
Gracias a TELESUR, esa estación de televisión que funciona con el dinero proveniente de los bolsillos, no solamente nuestros, sino de los todos los ciudadanos de los países que contribuyen a su sostenimiento y que no es sino un órgano de propaganda de la revolución del comunismo del siglo XXI, pudimos ver, en transmisión directa, en vivo, minuto a minuto, el espectáculo circense que montó el viernes pasado el presidente depuesto Manuel Zelaya en el sitio fronterizo de Las Manos entre Nicaragua y Honduras.
Allí vimos al señor Zelaya, con su sombrero de ala ancha que parece que no se lo quita ni para bañarse, con su bigote que le da un aspecto de charro mexicano al estilo de “Juan Charrasqueado”, protagonizar una comedia mediática que duró un día completo, con un teléfono celular pegado en el oído, ofreciendo a diestra y siniestra entrevistas telefónicas para estaciones de radio y canales de televisión. Entre esas entrevistas vimos y escuchamos la que le hizo la CNN que durante más de media hora lo interpeló sobre todos los detalles de su descabellado proyecto de ingresar en Honduras.
A todas estas, la locutora de TELESUR relataba cada paso, cada movimiento de Zelaya, como si fuera un partido de foot ball o de base ball. CNN retransmitía ininterrumpidamente todo lo que salía por TELESUR y GLOBOVISION, a su vez lo que transmitía CNN. De pronto, seguramente para proteger la exclusividad de la transmisión de TELESUR, CONATEL le prohibió a GLOBOVISION transmitir las imágenes de TELESUR difundidas por CNN. ¡Qué paradoja! CNN si podía retransmitir a TELESUR, pero GLOBOVISIÓN no podía retransmitir ni siquiera las imágenes de TELESUR retransmitidas por CNN.
Luego que descendió del vehículo blanco que lo transportó al lugar, rodeado de una multitud de periodistas que no perdían la oportunidad para recoger cada palabra y cada gesto suyo, Zelaya se desplazó, pasito a pasito, hacia la frontera binacional cerrada y protegida con una “cadena oxidada” según reportaron los medios. Finalmente Zelaya, en medio de ese despelote, logró llegar hasta la cadena y con gesto de triunfo la levantó como si fuera un trofeo y puso pié en lo que él pensaba era territorio hondureño. Ese gesto originó una ovación de sus acompañantes celebrando que el presidente depuesto había logrado su propósito de regresar a su país.
Lo que Zelaya y sus seguidores parecían ignorar es que en las fronteras entre los países siempre hay un espacio, una franja de seguridad que es “territorio de nadie”. Esto explica también la distancia a la cual se colocaron y se mantuvieron los soldados hondureños. De modo que Zelaya, donde puso pié no fue en territorio de Honduras sino en ese territorio de nadie.
De pronto se supo que el coronel del ejército hondureño responsable de las fuerzas de seguridad apostadas frente a la frontera deseaba hablar con Zelaya. Esto provocó gran conmoción y expectativa. Luego de un prolongado forcejeo para que los acompañantes de Zelaya despejaran camino se logró abrir “un corredor” en cuyo extremo se plantó desafiante el presidente depuesto, con los brazos cruzados, supuestamente esperando que el militar hondureño se le acercara. Como este no se movía, al parecer ignorando que el oficial hondureño no podía penetrar en territorio de Nicaragua porque podía generar un incidente entre los dos gobiernos, Zelaya le hacía señas con la mano para que se aproximara. Finalmente Zelaya decidió avanzar hasta donde se encontraba el militar hondureño.
La conversación entre los dos personajes, que por su naturaleza delicada debió llevarse a cabo en privado, se realizó en presencia de una multitud, en su mayor parte compuesta de periodistas y una batería de cámaras y micrófonos. No ha trascendido lo que hablaron. Sin embargo, según un periódico de Honduras, Zelaya, en tono autoritario le ordenó al coronel hondureño: “¡Comuníqueme con el alto mando!” No se sabe si el coronel le respondió con una trompetilla, pero lo cierto es que luego de ese encuentro Zelaya tuvo que replegarse y volver a territorio de Nicaragua. Zelaya contaba con que, al encontrarse frente a él, a los militares hondureños se les iba a “enfriar el guarapo” y se pondrían de su parte. Pero las instrucciones de la policía nacional hondureña son terminantes: hacerlo preso si penetra en territorio hondureño. En varias de sus apariciones mediáticas Zelaya trató de sonsacar al ejército de su país incitándolo a que cambiaran de bando. Pero los militares de ese pequeño país han dado una muestra de disciplina y lealtad a la Constitución y al estado de derecho que debería servir de ejemplo a los militaruchos que dirigen la fuerza armada venezolana, sobre todo aquellos cuya divisa supuestamente es el honor.
Luego de lo ocurrido en Las Manos el viernes pasado, creo que no solamente los militares, sino los dirigentes de ese país y todos los hondureños en general deben estar todavía más felices de haber hecho lo que hicieron. Hasta a uno, que no tiene nada que ver con ese problema, le inspira pena ajena ver cómo una persona que ejerció la presidencia protagoniza una payasada como la que tuvo lugar en Las Manos. Lo mismo puede decirse del papel que ha jugado desde que llegó a San José de Costa Rica aquella mañana del 28 de junio. El presidente depuesto quiere emular a su patrón y se ha convertido en un “super star”. No ha hecho sino aparecer en la televisión repitiendo la misma historia, los mismos argumentos vacíos y fútiles y las mismas mentiras fraguadas seguramente con el asesoramiento de “este señor” como llama el presidente Micheleti al teniente coronel presidente de este país nuestro.
Ese triste espectáculo mediático circense debería ser motivo suficiente para que los gobiernos democráticos de la región dejen de apoyar el retorno de Zelaya al poder.