Opinión Internacional

Chávez y Uribe: Menú Bananero

Venezuela y Colombia atraviesan otra vez un mar crispado. Es el océano de la desconfianza plagado de insensatez. Vuelven peligrosamente a la tensión desmesurada luego de que se echara por tierra la posibilidad de negociar las áreas marinas y submarinas del Golfo de Venezuela. Por capítulos, en horario anunciado, se va entregando lo que el libreto de estos tiempos grises dicta y que nosotros, ciudadanos fijos miramos con vergüenza. Porque no hay voluntad popular que los respalde. Ni aquí ni allá existe vocación alguna para ir a la guerra. Una encuesta sencilla diría que no, rotundamente no, a esa comparsa que pone en vilo la paz y la convivencia de dos países hartos de conflicto. ¡Hasta la coronilla!
Cada pueblo en su estilo, allá o acá de la frontera, ha soportado el duelo de no poder avanzar hacia metas soñadas de progreso y mejor vida por las culpas de pocos que han querido y logrado llevarnos por despeñaderos de barbarie. Nunca perdimos tanta soberanía como hoy cuando no somos capaces, ni siquiera, de resolver nuestros más domésticos asuntos por las vías de la política y de la diplomacia. Más aún cuando los organismos internacionales están de capa caída. ¿Quién pudiera mediar en este nuevo conflicto? ¿La OEA? Ni se diga.

Todo, y cuando digo todo no exagero, parece estar en manos de las fuerzas oscuras que nos gobiernan aquí y allá. Da igual. Ni siquiera la distancia ideológica que hoy separa a ambos gobiernos sería razón para no perseguir la concordia. Pero así andamos, en manos de unos líderes, eso dicen ellos que son, que no piensan más allá de sus ombligos y de sus egos, que es donde descansan sus ambiciones.

Esta es la cuarta vez que Chávez sin consultar a nadie, “democráticamente”, ordena congelar las relaciones entre los dos países. La primera fue el 14 de enero de 2005; la segunda el 22 de noviembre de 2007; la tercera el 2 de marzo de 2008; y la cuarta, la actual, el 28 de julio de 2009. Haciendo uso y abuso de su poder trata el tema, otra vez, con el desparpajo de quien maneja su propia hacienda. Y no es que se lo crea, sino que lamentablemente es así. Por su parte, Uribe, el otro niño de pecho que lo complementa, tira la piedra y esconde la mano, juega con Santos, su pieza clave, y Santos se deja porque es enemigo de Chávez y por otras ambiciones que buscan concretarse en la Presidencia de la República. Dos presidentes latinoamericanos electos y reelectos por sus pueblos. ¡Cómo para ponerse a llorar!
Andamos mal, es evidente. Un tema como el del armamento sueco comprado por Venezuela y encontrado en manos de las FARC, pudo, en condiciones normales haber seguido una averiguación formal a través de canales preestablecidos pero fue utilizado como arma política para debilitar al contrario. La razón de esta última andanada congeladora que hoy vivimos, debemos buscarla en los apetitos desmesurados y la consecuente indigestión que provoca en dos presidentes que son la expresión más acabada del tercermundismo bananero, el desmesurado poder y la falta de control institucional y ciudadano sobre sus acciones sin límites.

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