Partidos políticos y probos
Los partidos políticos democráticos registran coincidencias y pluralidades sin hacer que nadie renuncie a su individualidad, sin negar ser parte de la gigantesca comunidad llamada nación, que jamás se desprende del concierto de la civilización institucional global, como clara lucha de unión para el logro de objetivos a favor de los derechos de personas. Los partidos políticos son murallas de reconciliación y contención permanente. Ayudan a formalizar lo coincidente, y a abrirse en atención, ante lo divergente. Buscan solucionar la desatención de todo aquello que se encuentra abandonado (personas, animales o cosas). ¿Quién no recuerda haber escuchado a algún líder decir: “[…] mi partido político es de iguales y para los iguales.”? ¿Será que existen personas iguales, en su forma de pensar y actuar? ¿Será cierto que el partido “X1”, por esa supuesta igualdad, por ser democrático o socialista, tiene la probidad de ser mejor que otro? Esta manera de hacer exclusivo el bien para sí hasta endilgarle el remoquete de malo y mediocre a los demás, es una forma más de mezclar y activar la generalización injusta, la justicia selectiva, la segregación, la exclusión y la discriminación, entre otras miserias humanas, como si fuesen asuntos políticos, sociales y económicos, a no resolver. Los partidos luchan por la igualdad de derechos mediante las leyes y preceptos constitucionales, que es otra cosa.
En marzo de 2011, el ABC, comenta un interesante artículo de la revista online PLoS ONE, de acceso gratuito. Allí el periódico madrileño nos presenta al grupo de científicos canadienses, que buscaban la secuencia genética de la esquizofrenia; pero, por casualidad, llegaron a la conclusión de que: “no existen dos personas iguales ni siquiera los gemelos monocigóticos.” El genetista molecular Shiva Singh, de la Universidad Western Ontario, pudo llegar a esa conclusión, después de analizar un aproximado de un millón de marcadores de gemelos genéticos. Y todo, porque “el 12% del ADN puede variar en los individuos.” Entonces, ¿podrá seguir sosteniéndose la tesis de que existen grupos de personas que piensen igual y sean iguales? Quien intenta, por medio de la fuerza, que otro piense igual a él, arma una quimera. No existen naciones, partidos políticos, clubes, organizaciones, grupos, equipos ni grupos familiares de iguales ni que piensen de la misma manera; pero, sí existen personas con ideas que intentan unirse en torno a objetivos que buscan logros coincidentes, que jamás renuncian a sus libertades. Para fortuna de los seres humanos, la propia civilización, mediante la carga del espíritu universal de las leyes y lo racional, se hacen iguales a partir de lo disímil. Los partidos políticos luchan de manera política. Por ello, no planifican la guerra, no son organizaciones terroristas ni sectas secretas al estilo Hasan ibn Sabah. Los partidos políticos usan sistemas de luchas civilizadas. Por ello, los que no son gobierno, no pueden renunciar al derecho a manifestar. Serían responsables de culpa si no luchan con firmeza en hacer ver las injusticias, las arbitrariedades o desidias del régimen al que piensan reemplazar, alguna vez. Esto es, los partidos de oposición no son “mirones de palo” ni tampoco “convidados de piedra”; pues, además de tocar la conciencia del gobierno de turno, también administran cuando denuncian y señalan excesos, para que el régimen en cuestión no se salga del cauce.
Así mismo, un partido en funciones de gobierno, no deja de ser un partido político. Es allí cuando de verdad empieza a probar su capacidad de partido político crítico y responsable. Pues el pueblo mete a todos sus miembros “en el mismo saco” para desecharlos, sin hacer diferencias. Un partido político no puede pasar por el gobierno sin ser responsable, de lo que haga, calle u omita. Cuando un partido político en oposición calla la arbitrariedad y los excesos, tanto como el partido que está en gobierno, los pueblos los entierran por igual en el ataúd del olvido. Y todo porque coinciden en complicidad y cobardía. Pero el pueblo, siempre ha de tener la capacidad para enaltecer a los impecables, son pocos; pero los hay. Pues no es ético ni bueno para la gente, ignorar y no glorificar al probo.