Astrid García: Que tu entorno no te limite
Astrid García, de 23 años de edad, es caraqueña. Fue criada en el barrio La Vega, al oeste de Caracas, sector popular conocido, en parte, por la inseguridad que caracteriza también a muchos otros urbanismos populares de la capital venezolana.
No obstante, de un tiempo para acá la vida de Astrid se ha llenado de contrastes, como ella misma los identifica. Culminó sus estudios de bachillerato en un liceo en La Vega y, con la ayuda de becas apoyadas en su alto rendimiento académico, logró cursar la carrera de Comunicación Social en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) de Caracas, una de las mejores instituciones de educación superior del país, según el último ranking QS de universidades.
Hoy día la joven de La Vega trabaja como consultora contratada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Washington D.C., Estados Unidos. Allí vive desde enero de 2016. La clave que, considera, fue el trampolín para a conquistar sus metas fue y sigue siendo la educación, así como las ganas de sacar adelante a su país, hoy más que nunca.
Las pasantías
–Un día me llega un correo de una organización a la que pertenecía, que era la Asociación Venezolana Americana de Amistad, recomendándome que me postulara a una pasantía de invierno en el BID, y dije: “bueno, ¿por qué no?”. Me postulé creo que en octubre de 2015, no recuerdo cuándo exactamente. Pasaron varias semanas y me dije: “nada, no quedé” –recuerda Astrid con tranquilidad.
Según comenta, la falta de respuesta no le tomaba por sorpresa. La selección de jóvenes para la pasantía era un proceso sumamente competitivo, por tratarse de un llamado que alcanzaba a todos los países miembros del BID, es decir a estudiantes más de 20 países de Latino América y el Caribe y algunos de Europa. “Por eso me había olvidado un poco del tema después de haberme postulado”, resalta la joven. Pero al mes siguiente las cosas cambiaron.
–En noviembre me llaman y me dicen que había sido preseleccionada para las pasantías de invierno y que me iban a hacer una entrevista. En ese momento estaba trabajando en Venevisión, salí corriendo a contestar a la entrevista en un lugar donde tuviera mejor señal y la entrevista fue como una entrevista de trabajo formal, tanto en español como en inglés. Gracias a los cursos que había hecho con la organización que me recomendó postularme, me pude defender.
“Bueno, te estaremos informando los resultados en breve”, le dice el entrevistador a Astrid por teléfono y cuelga.
–Ese “en breve” al final fue como de 15 minutos. Entonces me llaman de nuevo y me dicen: “Felicidades, quedaste seleccionada” –cita la venezolana con un tono de ligereza y alegría en su voz–. Me confirmaron que las pasantías serían del 15 de enero al 15 de marzo, es decir dos meses. Más adelante nos dijeron que habían sido más de 1.000 postulaciones y, al final, solo seleccionaron a un grupo de 25.
En ese grupo, cuenta Astrid, si bien no fue la única venezolana seleccionada (también fueron elegidas otras dos chicas venezolanas), fue ella la única criolla a la que ofrecieron firmar un contrato como consultora del BID, una vez culminado el programa de pasantías. La noticia la impactó a solo tres semanas de haber iniciado el programa de invierno.
–A las tres semanas de haber yo estado de pasante ya mi jefe me había comentado que una vez terminadas las pasantías me iban a dar un contrato. Efectivamente, después de que termino las pasantías me dan un contrato para trabajar como consultor y, bueno, así es como he estado. Ese contrato se ha extendido y por eso estoy ahora trabajando en el BID –señala Astrid.
Su contrato como consultora para el BID vence en diciembre de 2016. Pero la caraqueña no descarta permanecer por más tiempo, si le ofrecen la oportunidad.
Tu entorno no te define
–En 2010 yo todavía vivía en La Vega y nuestra casa se vio afectada por la vaguada de ese año. Durante ese período nos tuvimos que ir a un refugio en la zona, después nos fuimos a uno en el centro de Caracas. Pero claro era un contexto muy complicado y prefería ir a mi casa de La Vega que, aun cuando estuviera bajo riesgo por temas naturales, era mucho más segura que vivir en un refugio donde convives con personas de diferentes comunidades. Allí es diferente porque una cosa es vivir en tu comunidad, donde tienes años, ya conoces las circunstancias y las personas ya te conocen a ti, a entrar a un entorno que si bien es similar, puede ser más complejo al mismo tiempo.
Para esa misma época Astrid ya había comenzado a participar en algunas organizaciones. Embajadores comunitarios fue una de ellas. Ahí la joven formó parte del grupo piloto.
–Es una fundación de modelos de naciones unidas que busca entrenar a jóvenes de comunidades populares para representar a estas comunidades en debates intercolegiales. En el año 2011 se dio la oportunidad de que viajáramos a Nueva York a representar a Venezuela en un debate modelo de Naciones Unidas. En ese año yo todavía estaba viviendo en un refugio en el centro de caracas y al mismo tiempo tengo la oportunidad de viajar al exterior. Eran muchos contrastes.
Al final de esa conferencia, la delegación a la que perteneció Astrid ganó el reconocimiento como mejor delegación frente a distintos grupos de Latinoamérica.
–Para mí (estar en Washington con el BID) no es solo representar al país, sino representar a mi comunidad. Porque es saber que el entorno, si bien puede fijar algunas condiciones, no es algo que vaya a determinar tu visión a futuro. Mucho menos que va a limitar lo que quieras ser –asiente Astrid–. Es prudente conocer si tienes o no las condiciones, pero al mismo tiempo debes evaluar qué oportunidades tienes desde allí para ir mejorando cada día.
La caraqueña considera que la clave que le permitió perseguir sus metas fue la educación y ese es el consejo que da a otros jóvenes que, como ella, crecieron en sectores populares.
–Sobre todo creo en la educación. Creo que, por lo menos en mi caso, ha sido la pieza clave que me ha permitido crecer, tomando en cuenta el entorno en el que estaba. Y sobre todo el fijarme metas claras. Creo la clave del éxito es educarse, formarse, independientemente del sector donde se encuentre, porque no necesariamente tiene que venir de un sector popular. Y aun con las condiciones de país con las que nos encontramos, la educación es una puerta para un mejor desarrollo de capacidades que te permitan seguir creciendo e idear planes para facilitar ese tipo de oportunidades a otras personas que igualmente lo necesitan.
Irse para volver
–Mi vida ha cambiado muchísimo –continúa Astrid–. Es una experiencia muy rica que te permite hacer un análisis de las distintas realidades y sectores de todos los países de Latinoamérica y luego ir pensando cómo podría ser eso aplicable a Venezuela, de qué manera podríamos desarrollar proyectos similares que ayuden a mejores estos sectores del país, sobre todo en el parte social.
Regresar a Venezuela es para la joven caraqueña el mejor escenario. Según explica, vivir ahora mismo en el exterior es para ella una herramienta que le permitirá desarrollarse intelectual y profesionalmente. Pero la idea es volver.
–Sí. Me encantaría regresar al país. No descarto que luego de diciembre, si ofrecen otra oportunidad, en parte me gustaría quedarme. Sobre todo porque al estar en el exterior tienes un potencial de crecimiento mayor, especialmente a nivel intelectual, porque estás trabajando para una multilateral. Pero al mismo tiempo lo veo como una experiencia de aprendizaje, para luego como que volver a Venezuela y plantear todo eso que he aprendido a todo lo que se requiere en el país.
Entre los planes a futuro de Astrid está también cursar una maestría en políticas públicas en cualquier universidad, dentro o fuera de Venezuela, que le dé la oportunidad de beca.
–Me veo en Venezuela. Ese es el escenario más idóneo, una vez se den las condiciones. Por eso mi decisión de estudiar políticas públicas. Porque es algo que como país necesitamos: poder planificar, poder idear soluciones. Es algo que aplicaría bastante, sobre todo por todo ante el tema de la reconstrucción país. Para ello se requiere desarrollar proyectos que tengan realmente impacto positivo y eso no es algo que se da de la nada, es cuestión de proporcionar las herramientas adecuadas.
La historia de Astrid, tan llena de contrastes como se muestra, es sin duda una historia de determinación. Su experiencia migratoria gira entorno a la superación intelectual, pero con un fin que va más allá del personal. Astrid emigró para rescatar desde hoy su futuro y para reconstruir mañana el de su país.