Virgina Raggi fue elegida como la primera alcaldesa de Roma
Virginia Raggi, abogada de 37 años y madre de un niño, con poca experiencia política pero con la inteligencia de encarnar al romano indignado ante el estado de degradación de su ciudad, será la primera mujer que ocupa la alcaldía de Roma y supone el primer gran triunfo del Movimiento 5 Estrellas (M5S).
Lejos de la vehemencia que arrastran algunos de los miembros del M5S, fundado por el cómico Beppe Grillo como el movimiento contra la «casta política», Raggi destacó en su campaña por su discurso duro contra los anteriores administradores «que han devastado Roma», pero sin agresividad.
Sus detractores la acusan de falta de experiencia, pero esta abogada especialista en derechos de autor, propiedad intelectual y nuevas tecnologías, siempre ha contestado «que han sido los expertos los que se han comido Roma» durante todos estos años.
Aunque es indudable que la carrera política de Raggi es corta respecto a la figuras de espesor que han gobernado la capital italiana.
En 2011 funda el grupo del M5S en el municipio XIV de Roma donde reside «desilusionada después de votar tantos años a la izquierda».
En las elecciones de 2013 es elegida concejala y portavoz de su partido en el «Campidoglio», pero su experiencia política acaba en 2015 con la disolución de la junta tras la dimisión del alcalde del Partido Demócrata (PD), Ignazio Marino.
En 2016 se convierte en candidata del M5S a la alcaldía de Roma tras ganar las primarias que, como es habitual, su partido celebró vía internet.
Le persigue una imagen de «niña bien», que ella insiste en sacudirse al explicar en su página web que vive en la periferia de Roma, en el barrio de Ottavia, y que realizó pequeños trabajillos para ayudar a su familia a pagar la carrera de Derecho.
Otros la acusan de ser «demasiado fría» y de repetir solo «una lección bien aprendida», a lo que ella responde: «Vivo de pasiones y así tendríamos que vivir todos».
Con su inseparable bicicleta, con la que se mueve por Roma después de un accidente de moto, Raggi se ha ganado a los ciudadanos romanos con un discurso sencillo y eficaz.
Cuenta que se comenzó a interesar en la política cuando nació su hijo y se dio cuenta de que no podía pasear con el carrito entre aceras inexistentes, coches aparcados en doble fila o parques abandonados.
«La pasión y la rabia de ver mi espléndida ciudad reducida a un estado indecoroso» fue lo que le movió a meterse en política, asegura.
El mensaje ha sido claro. Una madre que como tantas pelea cada día por las calles de Roma entre transportes que no funcionan e inexistencia de guarderías públicas y una chica romana normal que «ama pasear por la sierra, nadar, esquiar y que escucha Vasco, Dire Straits y Subsonica».
A Raggi le ha ayudado en su victoria, la difícil situación política en Roma con la derecha dividida y con el Partido Demócrata (PD) que llegaba a estas elecciones poco convencido y tras no haber apoyado a su propio alcalde, Ignazio Marino, quien dimitió por algunas facturas falsas de pocos euros.
El descontento del ciudadano romano ante una ciudad caótica y sucia, donde no funcionan los servicios públicos, como los transportes, las carreteras o la recogida de basuras, sumado al último escándalo de las infiltraciones mafiosas, han llevado a los electores a elegir una alternativa a los viejos partidos, que en estos años no han sabido solucionar estos problemas.
Las propuestas de Raggi para mejorar Roma suenan atractivas para los ciudadanos como las mejoras en el transporte público y la posibilidad de un referéndum para elegir si quieren que la capital sea ciudad olímpica, mientras que otras son algo más extravagantes como la promesa de construir un teleférico.
Para Raggi será su primera gran experiencia política, pero también para el M5S será la gran prueba, tras haber administrado solo pequeñas ciudades, para demostrar que pueden ser una alternativa de Gobierno y no sólo un movimiento de oposición.