Cuba: Cada cosa, tiene su “cosa”
Un editorial del Director de Granma, el compañero Lázaro Barredo del 22 de mayo, señala: “ahorro o muerte”, basándose en una frase del ex Presidente del Banco Nacional de Cuba, compañero Francisco Soberón. Dada la situación económica, no parece una consigna vacía.
Lázaro Barredo tiene razón: los trabajadores y la burocracia derrochan, no se aprovecha la jornada laboral, la burocracia se guía por consignas del momentos, es difícil lograr con trabajo ideológico solamente que los trabajadores se sientan dueños de los medios de producción, burócratas y tecnócratas no son verdaderos administradores y a esta lista por él mencionada, pudiera agregarse otra cantidad interminable de deficiencias que llevan todas al despilfarro.
Pero en verdad, no es culpa de ninguno de ellos, no se trata de personas, el responsable es el sistema burocrático sustentado en el fetichismo de la propiedad estatal, la centralización de los recursos y las decisiones y en el trabajo asalariado que tipifica al capitalismo y que nada tiene que ver con el socialismo.
Mientras sigamos buscando soluciones en la actitud de las personas, si con buenas o malas intenciones, en la “conciencia del ahorro”, en la capacidad de dirección de los cuadros, y otros aspectos de la conciencia social y la superestructura y no acabemos de dar un enfoque sistémico a los problemas, en la base, en las relaciones de producción, no vamos a encontrar soluciones duraderas y sustentables. El gato, no importa el color, siempre caza ratones, dicen los pragmáticos, pero el socialismo no es cuestión de gatos, sino de personas organizadas para trabajar, producir y vivir en una forma distinta a los gatos.
Será necesario que la “dirección histórica”, la que en definitiva toma las decisiones principales, comprenda la necesidad de avanzar a la fase de socialización de la revolución. Todo apunta a que por allí andan las trabas. Ellos, por sus méritos históricos y lo mucho de bueno que han hecho por este pueblo, merecen reconocimiento; la forma en que actualmente dirigen el país, el Partido y la economía, no. Buenos resultados en la salud y la educación, son insuficientes para el bienestar del pueblo cubano. Es comprensible que otros se conformen con lograr eso algún día.
El capitalismo está llamado al fracaso precisamente porque su único interés es obtener ganancias y para nada le preocupa el ahorro como sistema. El capitalismo no puede ahorrar aunque quiera: necesita constantemente gastar. Si los capitalistas detienen la producción, como hacen ahora por la crisis de superproducción, no reparan en destruir mercancías y fuerzas productivas, algo peor que no ahorrar, hasta volver a recuperar los precios que permiten la rentabilidad.
El capitalismo monopolista de estado fue concebido e introducido por el socialismo soviético como un primer paso para la concentración de la propiedad por el estado en manos de clase obrera, que se abrió en parte al capitalismo privado cuando se instauró la NEP como un proyecto provisional para salir del “comunismo de guerra”. Tempranamente, la NEP fue identificada por Preobrazhenski (1) como precursora de la restauración capitalista; pero Stalin la “perfeccionó” a partir de 1929 eliminando sus “aristas” privadas y estatizando todos los medios de producción, excepto la tierra de los pequeños campesinos que fueron forzados a organizarse en “cooperativas” –koljozes-, “en cumplimiento del legado de Lenin y su llamado a la cooperativización”, que para Stalin y la mayoría de los otros bolcheviques era referida sólo a las tierras de los campesinos. Razonamiento que demuestra hasta que punto el estalinismo despreciaba el cooperativismo leninista y marxista, ése era “para aplicar a los pequeños campesinos a los que Stalin siempre confesó querer acabar, no para aplicar a la propiedad y recursos del estado”.
La esencia de esa idea del socialismo, como un capitalismo monopolista de Estado manejado por el Partido Comunista, es la que también se ha desarrollado en Cuba -razones aparte-, y nos guste o no, está regida por las mismas leyes de la producción capitalista, especialmente la obtención de ganancias, por la sencilla razón de que está sujeta a la misma organización asalariada de la producción y el trabajo y, bien vistas las cosas, en Cuba ha venido provocando los mismos efectos derrochadores del capitalismo privado que produce para un mercado de ganancias. Veamos algunos ejemplos:
1-La industria azucarera cubana cayó en desgracia cuando los precios del petróleo aumentaron tanto que no era “rentable” producir azúcar en la forma y con los métodos en que lo hacía el estado. Los centrales, que hubieran podido ser reconvertidos para otras producciones alternativas si se hubieran entregado a la iniciativa de los colectivos de trabajadores, fueron desmantelados, vendidos unos, deshuesados para piezas de repuesto otros. Se dejó de cultivar mucha caña que se hubiera podido utilizar con fines distintos a la producción de azúcar. Como mismo hace el capitalismo, los trabajadores se quedaron sin trabajo, solo que aquí se les siguió pagando un “salario” y fueron mandados a estudiar para luego jubilarse muchos.
2-Por ser “más rentable” comprar pollo, arroz, granos, aceite y huevos en EE.UU., que encargarlo a los campesinos cubanos y desarrollar el campo, el gobierno capitalista de estado cubano, prefirió invertir varios cientos de millones de dólares en el mercado norteamericano y “realizarlos” en las tiendas de divisa y el turismo, dejando una parte para el consumo normado, antes que estimular la producción campesina en Cuba. Las tierras se llenaron de marabú, no había estímulo a la producción. Se arruinó el factor productivo más importante después del hombre: la tierra, por “buscar ganancias en el mercado” y tratar de evitar “el enriquecimiento de los guajiros”. Con ello también se pretendía romper el bloqueo.
3-Como el turismo, la biotecnología y la exportación de servicios médicos y de otros profesionales, ofrecían “rentabilidad” al estado, los esfuerzos del “capital” cubano concentrado en el estado se dirigieron monopólicamente a esos sectores y, el resto dejó de recibir inyecciones de recursos porque no era “rentable”. La industria alimenticia, la agricultura, la vivienda, la producción de electrodomésticos, de muebles y medios de transporte, por poner ejemplos muy claros fueron abandonados a su suerte. Se logró así el “desarrollo desigual”, como mismo pasa al capitalismo privado que se concentra en las ramas más productivas del momento.
4-En artículo del 31 de mayo, Juventud Rebelde informaba de la enorme cantidad de productos del agro que se pierden en el campo y ya cosechadas, porque no hay envases y el aparato burocrático centralizado del transporte, acopio y distribución no puede recogerlos pues los camiones “no pueden viajar vacíos una parte del trayecto”. También relataba el abandono de maquinarias empacadoras costosas, por falta de pequeñas inversiones, pues ya no producen para el mercado en divisa, que es el que le interesa al estado. En el artículo continuación de este, del domingo 7 de junio, JR volvía sobre el tema e informaba del “reordenamiento” del acopio, transporte y distribución de los productos del agro, toda una estructura mediando, con más empresas estatales y su burocracia “descentralizada con autonomía” que complica y encarece más la gestión, cuanto todos sabemos, por la propia experiencia cubana, que la autonomía buro-tecnócrata sin control obrero trae más corrupción.
La Agricultura “se limpió” porque su papel no es acopiar ni distribuir, Acopio “se limpió” porque no tenía transporte y Transporte “se limpió” porque tenían la orden de que los camiones no podían circular vacíos una parte del trayecto o porque no les avisaron por el celular. “Pero ahora sí nos vamos a poner de acuerdo los tres; fue un problema de mala coordinación”. Esas cosas suelen ocurrir en los combates militares cuando la Marina, las Fuerzas de Tierra y la Fuerza Aérea actúan cada una por su lado, sin coordinación; pero cuando se ponen de acuerdo son muy efectivas. Pero, desde luego estos no asuntos militares, sino relativos a la economía política del socialismo. Cada cosa tienes su “cosa”.
Todos los cubanos sabemos que el precio que paga Acopio al productor es mínimo en comparación con los altos precios al por menor en los agro-mercados del estado. ¿Quién se guarda esa gran ganancia mercantil intermediaria? ¿Por qué los mercados tienen que seguir vendiendo al precio que le impone el MICINC, no importan las pérdidas? ¿Por qué se pudre tanto alimento en su vía crucis de la tierra al plato? ¿No se dan cuenta de que esos aparatos intermediarios encarecen el producto, que mucho del mismo después se echa a perder en sus almacenes y que son fuentes de corrupción? ¿Quién paga por ese encarecimiento, sino el pueblo? ¿No sería mejor que las cooperativas y grandes productores tengan su propio transporte o lo contraten a particulares o al estado y comercialicen ellos mismos lo que puedan directamente, sin intermediarios estatales, ni particulares?
Mucho que se ha criticado a los intermediarios ¿los del estado son distintos, son más eficientes? ¿Qué impide que las cooperativas unan sus transportes o se presten servicios unas a otras y a los agricultores particulares cercanos? ¿Por qué no se hacen cooperativas de transportistas? ¿Por qué ir de nuevo a la centralización del transporte y a crear intermediarios estatales, nuevas versiones de los fracasados mercados concentradores?
Queda evidenciado que la estato centralización monopólica sistémica del acopio, el transporte y la comercialización sirve al estado para “controlar toda la ganancia mercantil” de lo que producen los campesinos, pero es incapaz de resolver el problema y entre sus resultados tuvimos: incalculable destrucción de productos agrícolas que no fueron al consumo popular ni a la industrialización, los precios al por menor se mantuvieron altísimos con perjuicio para el pueblo y muchos campesinos perdieron los esfuerzos hechos en sus producciones.
Estos cuatro ejemplos son elocuentes, el capital del estado ha sido invertido donde más ganancias podrían producirle a él, según su estrecha visión burocrática y por razones de super vivencia a corto plazo, en función de intereses inmediatos, superficialmente evaluadas. La inversión no ha estado en función de las necesidades concretas de los trabajadores, sus colectivos laborales y el pueblo, en función de sus demandas, sino en dependencia de las “ganancias para el estado”.
No faltará el ilustrado burócrata con el docto argumento: “la centralización de la apropiación –de la propiedad y el plustrabajo todo- tiene un fin social, hacer una mejor distribución, se hace para fortalecer el “estado socialista”, alimentar sus necesidades (las de sus aparatos burocráticos) y garantizar al pueblo “los logros básicos de la revolución”: un mínimo de alimentos a bajos precios, una precaria seguridad social, pero garantizando educación, preparación técnica y un buen sistema de salud para que los asalariados sean productivos y no falten al trabajo”.
Una vez más método y fin en contraposición, sin correspondencia. El pragmático del “gato que caza ratones”, termina dominado por el método de caza y nunca pasará de gato. El fin no justifica los medios, los determina. El fin socialista precisa de medios y métodos socialistas, propios. Nunca será posible conseguir una sociedad socialistas con métodos propios del capitalismo como el trabajo asalariado, la concentración de la apropiación y la búsqueda de ganancias a costa de la explotación a otros. ¿Será necesario recordar al El Che y las armas melladas…?
Nuestro capitalismo monopolista de estado que ha mostrado sus más bajos sentimientos usureros y crematísticos (ánimo de lucro en el mercado) con el monopolio del mercado interno de todo tipo de productos, ha terminado por derrochar y malgastar muchas fuerzas productivas, maquinarias, plantas enteras, proyectos que nunca se terminaron porque no fueron bien “planificados”; ha desaprovechado recursos en la preparación de muchos profesionales que después, aún siendo necesarios, no ejercieron lo que estudiaron y fueron a realizar labores más “rentables” o se fueron del país, y otros por el estilo.
No se trata de criticar por criticar, el hipercriticismo que aprecian en todo análisis objetivo los que quieren “cambiar todo sin cambiar nada”; sino de dejar las ramas para ir a la raíz de los problemas y presentar soluciones socialistas duraderas para poder resolverlos: “Los pueblos han de vivir criticándose, porque la critica es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente”, dijo el apóstol. Y quien tiene a Cuba en el pecho y al socialismo en la cabeza, deberá entender que pretender ahorrar sin cambiar el “mellado” sistema asalariado que tipifica la organización de la producción del capitalismo, sería como querer producir energía eléctrica (eólica) con los antiguos molinos de viento.
Si realmente queremos economizar sin que esto se revierta en un obstáculo mayor a la producción y convertir el ahorro en una tarea de masas, es necesario conseguir que todos los que intervienen en la producción reciban directamente en sus bolsillos los beneficios de tal política y no solo los perjuicios como se proyecta ahora la campaña, con la sistemática amenaza de que “habrá apagones si no ahorramos”, usando un mensaje negativo, propio de métodos coercitivos, de ordeno y mando, con criminalización de las personas que serían las “responsables” de los apagones por no cumplir ellos con las políticas estatales de ahorro. Esto podría bien llamarse “terrorismo mediático”. Así no se “funda” un pueblo. La economía se logra con métodos económicos afines.
Una verdadera, sensata, sostenida y constructiva política de ahorro sería posible si lográramos avanzar de este capitalismo monopolista de estado, que han llamado “socialismo” para desgracia de este vocablo, al verdadero socialismo, donde cambien las relaciones asalariadas de producción por las asociadas, no sea un centro burocrático quien decida cómo usar todo el dinero disponible para las inversiones, sino que los recursos estén repartidos entre quienes lo producen para garantizar la reproducción ampliada de todas las ramas; los trabajadores todos –manuales e intelectuales- se sientan de verdad estimulados y responsables de lo que se gasta porque ello se revierta directamente a favor o en contra de sus entradas y no sea una burocracia designada y despilfarradora la que dirija y gestione directamente la administración de las entidades productivas, sino los trabajadores mismos. Si no lo desean, una vez más no nos oigan, pero nunca será tarde.
Con más de lo mismo, seguiremos de mal en peor. Los obcecados creen que el poder radica en el control de las armas, el dinero o las instituciones. El verdadero poder está en los corazones del pueblo que, con tales métodos solo logran dispersar y hacer volar, en busca de otros aires.
Socialismo por la vida.