Terminó la patraña de la “Dignidad” Cubana
Desde que llegó al poder en 1959 Fidel Castro Ruz comenzó a tomar decisiones políticas y económicas que cada día aislaban más y más a Cuba del resto del mundo; hasta que en 1962 esas decisiones obligaron a la Organización de Estados Americanos (OEA), a expulsar a Cuba de su seno—las expropiaciones sin compensación y su alianza política y militar con la Unión Soviética, llevaron a los Estados Unidos de América a tomar una progresiva y creciente cantidad de decisiones diplomáticas, legales, económicas, y de otra naturaleza, que redujeron casi absolutamente a cero tanto el comercio entre ambos países, como a las inversiones de empresas y personas estadounidenses en Cuba; así como a la puesta en vigencia de sanciones económicas a empresas y personas no-estadounidenses que realizasen inversiones o negocios con Cuba, relacionados con los bienes expropiados a estadounidenses—a estas acciones los estadounidenses las llaman en conjunto embargo y los cubanos bloqueo.
Ante la creciente “asfixia” económica que el embargo o bloqueo creó en Cuba, Fidel Castro inventó la patraña de que la “dignidad” cubana mantendría en vigencia a su revolución marxista—a pesar de que Cuba no tenía impedimento alguno para comerciar con, y recibir inversiones extrajeras de, numerosos otros países del mundo—lo que de hecho ocurría y continúa ocurriendo hasta el día de hoy.
La aparentemente verdadera razón de Castro para aislarse del resto del mundo “impertinente” para él, era y continúa siendo, la de “librarse” de las crecientes instituciones internacionales creadas por naciones y ONG (Organizaciones No Gubernamentales), creadas por grupos de personas particulares, para defender y denunciar las violaciones por parte de países y sus instituciones gubernamentales, judiciales, parlamentarias, militares y policiales de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), y / o de la libertad de ejercer el periodismo sin fronteras y llevar a cabo acciones de ayuda humanitaria sin fronteras.
Castro no quería a nadie “husmeando” en lo que hacía o dejaba de hacer, mientras que como idos déspotas del pasado, convertía a Cuba; literalmente, en su propiedad personal; y a su pueblo, en siervos suyos.
Esa aparentemente verdadera razón de Castro para aislarse del mundo—a costa de numerosos sufrimientos y carencias del pueblo cubano, acaba de ser comprobada al negarse éste a reingresar a su país a la OEA, ya que para hacerlo, debe respetar la Carta Democrática de dicha institución vigente desde 2001—y eso pondría en peligro la existencia de sus numerosos negocios—que el embargo o bloqueo—no permiten que sean más rentables—para él y sus acólitos cercanos.
Sin embargo, Cuba siempre se ha mantenido como miembro de pleno derecho de la ONU—la que promulgó la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, porque esta institución internacional cuenta con 192 estados miembros—dos tercios de los cuales; aproximadamente, poseen gobiernos izquierdistas, como lo demuestra su membresía en la Organización de Países No Alineados, cuya presidencia es ejercida actualmente por Cuba—realidad izquierdista de la ONU que es comprobada adicionalmente por su invento de señalar como chivo expiatorio del “Calentamiento Global” a la humanidad y a su excesivo “consumo de combustibles fósiles”—que en realidad es una fachada política—nada científica—para arremeter contra el “capitalismo”—y las numerosas industrias de los países más desarrollados del mundo, y defensores de la economía de libre mercado, que son los principales productores y consumidores de esos combustibles fósiles (mayormente, carbón, petróleo y gas natural).
Pero; ante la negativa de Castro de regresar a la OEA, después que ésta le abre sus puertas para hacerlo, ya el mundo izquierdista no puede seguir apoyando la patraña de la “dignidad” cubana—inventada por Castro—y culpando a un inexistente “imperio” de las miserias y carencias que lleva 50 años padeciendo el pueblo cubano, que son provocadas realmente por sus actuales déspotas y las patrañas “económicas” (muy entre comillas) inventadas por el pensador alemán del siglo 19, Karl Heinrich Marx.