Opinión Internacional

Obama, maestro de jiu-jitsu

Primero se lo hicieron los europeos. Luego fueron los hermanos Castro y, después, los ayatolás iraníes. Les siguieron los jefes de las empresas de salud estadounidenses. Y para rematar, los congresistas de su propio partido. No pasa un día sin que algún personaje o grupo poderoso le ponga una zancadilla a Barack Obama.

Comenzó con las aclamaciones y emocionadas promesas de colaboración que Obama recibió durante su viaje a Europa en abril. Pero los aplausos y promesas no terminaron en nada concreto. Obama fue a la cumbre del G-20 en Londres con la esperanza de que allí se acordara el estímulo fiscal coordinado que él cree necesario para que la economía global salga de la crisis. Eso no pasó. Fue a la cumbre de la OTAN con la esperanza de persuadir a los líderes europeos de aumentar sus esfuerzos militares en Afganistán y Pakistán. Allí tampoco pasó nada.

Obama anunció que había decidido reducir el embargo a Cuba y explicó que éste era el inicio en un proceso que debería llevar a la normalización de las relaciones. «Yo ya di el primer paso», dijo Obama, «ahora le toca al Gobierno cubano». Y el Gobierno cubano respondió inmediatamente. No con uno, sino con dos pasos: uno hacia adelante y otro hacia atrás. «Le decimos a Obama que podemos discutirlo todo: derechos humanos, libertad de prensa, presos, todo…», dijo Raúl Castro. Pero después de que Obama expresara su beneplácito ante esta respuesta, Fidel le aclaró que no debía equivocarse: «Sin duda que el presidente interpretó mal la declaración de Raúl». El hermano mayor explicó que lo que había dicho el presidente de Cuba no significaba más que «una muestra de valentía y confianza en los principios de la revolución». Es decir, que la respuesta cubana a la apertura de Obama fue… nada.

Lo mismo pasó con los iraníes. Desde que era candidato presidencial, Obama ha dicho que considera prioritario mejorar las relaciones con Irán. Con motivo del año nuevo iraní, Obama grabó un vídeo subtitulado en farsi donde reiteró su compromiso con «un nuevo comienzo en la relación… basada en el respeto mutuo. Estados Unidos desea que la Republica Islámica de Irán tome su merecido lugar en la comunidad de naciones». La parca respuesta de un funcionario iraní fue que Estados Unidos debía reconocer los errores que había cometido en el pasado y enmendar su conducta. «Hechos, y no palabras, es lo que queremos», dijo. Quizás para recalcar este mensaje Irán acababa de lanzar con éxito un misil de 2.000 kilómetros de alcance. Además, el régimen de Teherán ha respondido a todos los gestos conciliatorios de Obama, reiterando que su programa nuclear no se puede detener.

Esto de responder a las iniciativas conciliatorias de Obama con medidas agresivas no es prerrogativa de líderes de otros países. Comparados con los ejecutivos del sector de salud estadounidense, los ayatolás iraníes o los hermanos Castro son niños de pecho. Obama convocó a la Casa Blanca a los jefes de la industria de los seguros médicos, de los hospitales, empresas farmacéuticas y demás gremios del sector. El propósito de la reunión era llegar a acuerdos para bajar los costos de la prestación de servicios de salud en Estados Unidos, los más altos del mundo. Pocos días después de firmados los acuerdos preliminares, se supo que esos mismos grupos estaban preparando una masiva campaña publicitaria atacando las reformas de Obama. Al menos, estos grupos están defendiendo intereses económicos claros. Lo que no está nada claro es qué es lo que defienden los 90 senadores (de un total de 100) que votaron en contra de la decisión de transferir a los 240 detenidos que aún quedan en Guantánamo y cerrar esa prisión. Esta solicitud de Obama ya había sido rechazada en la Cámara de Representantes. Cabe notar que entre los que se oponen a Obama se cuentan centenares de legisladores de su propio partido.

¿Quiere decir todo lo anterior que Obama está fracasando? No. Todas éstas son negociaciones que están en pleno desarrollo y donde Obama cuenta con enormes posibilidades de obtener mucho de lo que quiere. La agilidad política de Obama es ya casi legendaria y ha dado muestras de saber cómo responder a las zancadillas y usar a su favor el peso de sus rivales para ganarles (véase, Clinton, Hillary). Obama es un virtuoso en el uso de las técnicas del jiu-jitsu -el arte marcial japonés- aplicado a la política. En japonés, jiu-jitsu significa el arte de la suavidad.

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