El Revocatorio y Pantano de Vargas
Gilette Saurat, presidente de la Sociedad Bolivariana de Francia, escribió una de las mejores y más objetiva biografía de Simón Bolívar, bajo el título Simón Bolívar Le Libertador[1]ˆ. En el Capítulo XXI , p. 324 ss. Escribe lo siguiente sobre la batalla de Pantano de Vargas:
El ejército por fin se había formado completamente. Después que los leg”ionarios ingleses habían podido beneficiarse de algunos días de reposo, Bolívar opinó que había llegado el momento de marchar hacia Tunja, cuya toma abriría el camino hasta Santa Fe de Bogotá.
Dos obstáculos se oponían a su avance: el río Chicamocha, que se había desbordado y cuyas aguas transformaban a la región en pantanos, y el camino que acampaba en la otra rivera y cubría los bordes de la ciudad. Bolívar concibió un plan que buscaba que su ejército atravesara el río a pesar de Barreiro y llegara a situarse a través de una hábil maniobre sobre la retaguardia del enemigo, que ya no podría oponerse a su entrada a Tunja, cuya guarnición era muy débil para resistir. La maniobra fracasó. Para atravesar el río habría hecho falta construir balsas. El jefe español se aprovechó del tiempo perdido, quien inmediatamente se posicionó sobre las alturas. De ese modo dominaba la ruta en la que el ejército republicano estaba obligado a enfrentarse. La batalla llamada del “pantano de Vargas” se presentó bajo los auspicios más desfavorables para los patriotas. El Libertador había caído en una trampa al imaginarse que podía hacer atravesar el río y los pantanos a todo un ejército sin atraer la atención de un enemigo acantonado a algunas leguas.
En la mañana del 25 de julio de 1919, Simón Bolívar, desde el alto de una ladera, contempló el terreno y midió el peligro. Habría podido replegarse. Aceptó el peligro y entró en batalla. Barreirio se vanagloriaba. Viendo los asaltos repetidos de las tropas republicanas detenidos por el fuego nutrido de sus soldados y como los mejores regimientos españoles entablaban un movimiento de cerco de los patriotas, exclamó, borracho de orgullo: “!Viva España! Ni siquiera el propio Dios puede arrebatarnos la victoria.” Tal vez Dios no, pero seguramente Bolívar sí. La batalla de Vargas, escribe un experto militar, brinda un ejemplo de la manera cómo los grandes capitanes saben elevarse y hacerse aún más grandes al corregir sus errores.
La táctica salvadora improvisada a última hora por Simón Bolívar consistió en primer lugar a colocar en reserva a casi la totalidad de su caballería, legión británica y llaneros. Permanecían encerrados en el patio de una hacienda situada al pie de la ladera en la que tenía su puesto de observación. En enviar luego el resto de sus tropas por olas sucesivas, con órdenes de disputar el terreno milímetro a milímetro, sabiendo muy bien que no eran capaces de resistir a la presión de los españoles. Ello tenía el resultado que a cada repliegue de los patriotas se incitara a Barreiro a comprometer, para lanzarla sobre ellos, a una parte de sus reservas. La acción había comenzado a las once de la mañana. A las cinco de la tarde, los republicanos intentaron un nuevo ataque. El jefe realista, para rechazarla y acabar por un todo, utilizó al resto de sus tropas. Los patriotas retrocedieron desordenadamente y se creyeron perdidos, perseguidos por un enemigo encarnizado, cuyo ardor se multiplicaba diez veces por la perspectiva de un triunfo inminente. Fue el momento que escogió Bolívar para lanzar al resto de sus tropas frescas. En primer lugar la legión británica, con James Rooke a la cabeza, cargó y se metió en la pelea. Desconcertados, con su avance detenido, los españoles no dejaban menos de luchar encarnizadamente y la suerte de la batalla quedaba incierta.
Bolívar seguía atentamente, con el catalejos, las fases del combate. Detrás de él veía la agitación de Rondón y de algunos llaneros, que conocían las noticias y pataleaban impacientes. Pero todavía no había llegado el momento. Eran las seis cuando por fin el Libertador se volteó hacia el jefe llanero.
— ¡Coronel, gritó, a usted le corresponde salvar la patria!
Rondón, un Negro, hijo de esclavo, electrizado saltó como con resorte que había estado comprimido por mucho tiempo y bajó, a triple galope y con la lanza hacia delante, de la ladera dirigiéndose hacia la batalla. Detrás de él, catorce llaneros llevados por el ejemplo y la voz: “!Que los valientes me sigan!” espoleando a sus caballos. Catorce fieras que surgieron en medio de las filas enemigas para lancear a los soldados espantados y pronto sumergidos por el resto de la caballería llanera[2] que seguía de cerca la carga heroica de Rondón.
Barreiro, lleno de estupor, contemplaba el repliegue de sus tropas a las que no podía reforzar. Tan sólo la noche lo salvó de una destrucción total al favorecer la retirada. Dejaba en el terreno cerca de setecientos muertos, mil doscientos fusiles, caballos, mulas y equipos.
Así como Bolívar y los patriotas se encontraban en condiciones muy desfavorables frente a los poderosos españoles, en la actualidad la MUD, la oposición nos encontramos también en condiciones desfavorables frente a la dictadura de Maduro. Hemos planteado una campaña que nos lleve a la restauración de la democracia. Como en la campaña de Bolívar por llegar a Santa Fe de Bogotá, nos enfrentamos , como en Pantano de Vargas, a un batalla en la que el dictador se siente muy seguro de ganar, con los batallones del CNE, de la GNB y del TSJ. Pero nosotros contamos con estrategas jue saben cómo derrotar al chavismo en esta batalla, tenemos nuestros Coroneles Rondón, nuestros llaneros que vamos a validar las firmas del revocatorio incluso dentro de las condiciones más adversas y luego, en el proceso del revocatorio tendremos nuestra batalla de Bogotá que nos llevará a la meta de salir de Maduro, así como Boyacá permitió que Bolívar llegara a Santa Fe.
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[1] Éditions Grasset, Paris, 1990
[2] En esa caballería estaba mi tatarabuelo, el entonces teniente coronel Fernando Figueredo y su hermano José María Figueredo, quien después murió en la Batalla de Boyacá