Enrique V. Iglesias y José Miguél Insulza: un caso de astigmatismo moral.
En oftalmología el astigmatismo (del griego «sin» y στιγμη «punto») “es un estado ocular que generalmente proviene de un problema en la curvatura de la córnea, lo que impide el enfoque claro de los objetos tanto lejos como cerca”. El astigmático no ve las cosas claras. En la diplomacia el astigmatismo moral es una aflicción producida por la curvatura de la conciencia, la cual impide a quienes la sufren ser fieles en la práctica a los principios éticos que profesan en teoría.
En América Latina este tipo de astigmatismo moral es tan frecuente que se ha convertido, casi, en una epidemia. Con motivo de la posible re-elección de José Miguél Insulza a la secretaria general de la OEA se han presentado impresionantes casos de esta aflicción. Uno de los más recientes es el del ex – canciller de Uruguay y ex-Presidente del Banco interamericano de Desarrollo Enrique V. Iglesias, hoy día Secretario General de una organización IberoAmericana, SEGIB, con sede en Madrid. Según Iglesias: “Insulza es el mejor candidato posible” para ser re-elegido en la OEA. “Además”, agrega Iglesias, “es el único que está disponible en este momento”. Este argumento de iglesias nos recuerda al turista que llegó a un pueblo y quiso ir a misa pero no oyó el sonido de las campanas. Al localizar la iglesia le preguntó al sacerdote porque no habían sonado las campanas y el sacerdote le dijo que por cinco razones: “La primera es que no tenemos campanas. La segunda es…”.
“Pare usted de contar, padre”, le contestó el turista, “Con la primera razón basta y sobra”.
Si Insulza es el único latinoamericano entre los 500 millones de habitantes de la región que está disponible para la posición, pués ni modo, como dicen los Mexicanos. Parece mentira que no existan otros candidatos “disponibles” para una posición tan delicada y tan importante para el hemisferio. Yo pudiera pensar en docenas de latinoamericanos educados, dignos y honestos quienes estarían más que dispuestos a desempeñar esas delicadas labores. Que ninguno esté “disponible” o ninguno sea elegible, debido a las peculiares exigencias del cargo, es algo que constituye una verdadera tragedia para el hemisferio.
La OEA debería haber publicado en todos los periódicos del hemisferio un llamado a concurso de credenciales para esta posición. Sin embargo, lo que ha hecho es hacerle saber a la región que el próximo secretario general de la OEA debe llenar los siguientes requisitos:
1. Debe ser del signo Geminis,
2. Calvo,
3. Chileno
4. Casado con una Mexicana
5. Ex – Canciller de su país.
Quienes no llenen estos requisitos indispensables, anuncia la organización, favor abstenerse.
Por ello iglesias tiene razón al decir que Insulza es el candidato lógico. En lo que se equivoca de medio a medio es al decir que el ex – ministro chileno de Asuntos Exteriores «es un excelente secretario general» que ha desempeñado al frente de la OEA «una labor realmente destacada en los últimos años». Esto es mentira. Insulza ha sido un desastroso secretario general de la organización pués no solo la ha mantenido en la inacción más lamentable sino que ha descuidado sus tareas de liderazgo para perseguir la candidatura presidencial de su país. Su insistencia en tratar de re-incorporar a Cuba a la OEA, sin condiciones, sería más que suficiente para descalificarlo para un segundo período. Pero su torpeza y cobardía moral frente a los desmanes de Hugo Chávez en Venezuela ratifican su condición invertebrada.
Según Iglesias la OEA “está en buenas manos y debe continuar en ellas”. Es hasta insultante Iglesias al decir que Insulza ha tenido “que tratar con situaciones muy complejas que hay que entenderlas….”, sugiriendo que solo los diplomáticos y buócratas internacionales de carrera, como Insulza y él, pueden “entender” estas cosas.
Es al revés, Sr. Iglesias. Son ustedes, los burócratas internacionales, afectados por el estigmatismo moral propio de quienes se van alejando del mundo real para vivir en una burbuja de champaña y banquetes, conferencias internacionales y cocteles, quienes no entienden que los principios tienen que defenderse a costa de las agendas personales o de las amistades que bordean la complicidad.