Funes, entre la paja y el centeno
En su discurso de toma de posesión de la presidencia de El Salvador, Mauricio Funes citó “dos ejemplos vigorosos”, el del presidente Obama de Estados Unidos, y el del presidente Lula da Silva de Brasil. Uno capaz de reinventar la esperanza, y otro capaz de consolidar un gobierno popular, y a la vez democrático, “con una economía fuerte y una distribución justa de la riqueza”. De Obama ha dicho Funes que es su amigo personal, lo mismo que de Lula. Y a Lula le hizo la primera de todas sus visitas al extranjero como presidente electo.
Los entusiasmos de Funes no son los mismos con el presidente Chávez de Venezuela, a quien no visitó en Caracas sino semanas después de haber estado en Brasilia, una visita de cortesía, más que de búsqueda de alianzas; y acerca del ingreso de El Salvador a la Alianza Bolivariana (ALBA), más que determinación, ha mostrado reticencias.
Por tanto, para Chávez y sus aliados, Funes está haciendo las escogencias equivocadas, y le mostraron su enojo ausentándose de las ceremonias del traspaso de mando. El presidente Evo Morales de Bolivia fue el primero en cancelar su viaje, lo siguió Chávez, y el presidente de Nicaragua Daniel Ortega se presentó a última hora, sólo para participar en el acto popular organizado por el FMLN, el partido triunfante. Se trataba de una acción concertada, y de un aviso: estás conmigo, o estás contra mí. No hay medias tintas.
En cuanto a la escogencia entre Lula y Chávez, son dos modelos de izquierda latinoamericana que vienen a resultar opuestos. Y en cuanto a Obama, ya Daniel Ortega se había encargado de advertir en un programa de televisión en Cuba, que en la cumbre de Puerto España hubo presidentes latinoamericanos que corrieron tras el encantador como si se tratara del flautista de Hamelin: “con su flautita y todos los ratones detrás vamos para el precipicio…” Ratones, ni siquiera niños inocentes.
El asunto se vuelve complejo de cara al futuro porque Funes ha llegado a la presidencia de El Salvador bajo la bandera del FMLN, el partido de izquierda en que se organizó la guerrilla tras los acuerdos de paz firmados en 1992, y la identificación de la dirigencia del FMLN con Chávez ha sido más que manifiesta por largos años. Lo que tendrá que verse ahora, es si Funes puede hacer valer su proyecto democrático de cambio, que incluye la cercanía tanto a Obama como a Lula, sin que se lo estorben los viejos comandantes.
El antagonismo permanente en las relaciones con Estados Unidos, como lo prefieren tanto Chávez como Ortega, no es ni deseable, ni viable, para el gobierno de Funes, sin tan sólo se toma en cuenta la inmensa masa de emigrantes salvadoreños en Estados Unidos, “los hermanos lejanos” que envían anualmente a sus familias más de3 mil millones de dólares, un poco más del 18% del PIB.
Y en cuanto a Lula, Funes puede esperar de Brasil una cooperación establecida sobre bases sólidas y diversas, más que la que depende de los avatares del petróleo venezolano, que de todos modos puede recibir en condiciones preferenciales, aún sin entrar en el ALBA; aunque, con las tensiones de por medio, Chávez sólo ha ofrecido al nuevo presidente cubrir el 15% de la factura petrolera de El Salvador.
La escogencia verdadera no es ahora para Funes, que ya la ha hecho y de manera muy clara, sino para la dirigencia del FMLN, entre la que se encuentra el vicepresidente Salvador Sánchez Cerén: trabajar en apoyo del proyecto democrático de Funes, y contribuir a que haga un buen gobierno que permita a la izquierda ganar las próximas elecciones presidenciales, cuando toquen; o presionarlo a adoptar posiciones radicales y populistas, con el consiguiente acercamiento a Chávez y sus aliados, y arriesgar así graves rupturas tanto internas como internacionales, que llevarían a la ingobernabilidad. Es el momento en que se demostraría si la vieja ideología puede más que la razón política.
En una entrevista que concedió el comandante y vicepresidente Sánchez Cerén al periódico electrónico El Faro, expresa criterios que alientan las esperanzas de que la razón política podrá prevalecer, y que en lugar de que se de una pugna de poder entre Funes y el partido guerrillero que lo llevó a la presidencia, podrá consolidarse el planteamiento racional de “una izquierda moderna y democrática” que el propio Funes le propuso al país. Mejor quiero citar al comandante:
“Mi posición no va ser la de un defensor de la ideología, esos parámetros pertenecen al pasado, eso nosotros lo superamos. Nosotros nos identificamos con los intereses de los sectores más empobrecidos, excluidos, pero eso no niega que tengamos una visión de país, de nación. Y el gobierno que queremos llevar adelante y hemos conquistado es eso, la voluntad del pueblo ha sido una nación unida para enfrentar los grandes retos que tiene. Mi respuesta concreta: yo voy a trabajar y colaborar con Mauricio Funes para llevar adelante el proyecto de cambio que nos hemos planteado, desde una visión, un pensamiento abierto, amplio….”
Si eso es así, el joven presidente Mauricio Funes tiene el camino abierto, lejos de antagonismos gratuitos, del populismo sin frutos, y de los fantasmas perturbadores del pasado.
Masatepe, junio 2009.
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