Maduro frente a la OEA
Aunque Nicolás Maduro exprese un profundo desprecio por la OEA y en particular contra su Secretario General Luis Almagro, por haber convocado al Consejo de Seguridad para estudiar la situación política, económica y social de la Venezuela presidida por él, como heredero del extinto comandante Hugo Chávez, el sólo hecho de provocar un debate acerca de la crisis que atraviesa el país, lo coloca, si no al desnudo total, sí en un serio cuestionamiento por gran parte de la opinión internacional.
En la historia contemporánea de la humanidad tanto las dictaduras sostenidas mediante la represión brutal contra quienes piensan distinto, como aquellas que pretenden lavarse el rostro oscuro de la violencia, exhibiendo una fachada democrática por su origen electoral, pero controlando todos los poderes y la sociedad en general sin contrapesos legales, han sido derrotadas por la voluntad libertaria del ser humano.
En la segunda mitad del siglo XX y en lo que ha transcurrido del XXI, la globalización de la política y de la economía, ha consolidado la democracia como el sistema de mayor progreso y bienestar de los pueblos de las naciones civilizadas, y ha creado un conjunto de Organizaciones Multilaterales y tratados que obligan a sus miembros a defender los Derechos Humanos y a luchar contra la corrupción, el narcotráfico y el terrorismo. De allí las razones del Secretario General de la OEA para invocar la Carta Democrática Interamericana, para analizar la violación de los Derechos Humanos, la corrupción y el narcotráfico en la Venezuela de hoy, convertida por obra del gobierno de Maduro en un verdadero caos, propenso a la agudización de la violencia oficial contra sus adversarios, que promueven un Reverendo Revocatorio de su mandato, por la vía electoral, pacífica y constitucional.
No obstante la derrota de todas las dictaduras en el siglo pasado, algunos personajes mesiánicos, autoritarios y militaristas han persistido en tratar de imponer su hegemonía individual, generalmente apoyado por un grupo de oportunistas o partidarios del llamado gendarme necesario. Pero los hechos han demostrado que toda dictadura es imperfecta y derrotable a corto o largo plazo. De allí lo sensato de lo que comienza a observarse y a conocerse en Cuba como un giro lento pero irreversible hacia una apertura a la convivencia en un régimen de mayores libertades económicas y políticas ¿De qué sirvieron más 50 años de dictadura, reprimiendo a la disidencia por considerarla agente del imperialismo, para al final volver con mucha cautela al sistema democrático?
Y en nuestro país, después de 17 años de una supuesta revolución para crear un ¨hombre nuevo¨, nos encontramos con más inseguridad, más corrupción y menos producción de alimentos que nos obliga a la importación de más de 80% de lo que consumimos; el desabastecimiento, la escasez, el alto costo de la vida, el déficit de viviendas es mayor, cerca de 2.000.000 de unidades habitacionales, y una dependencia del petróleo que nos ha hecho más rentistas y atrasados. Después de 17 años de un ya largo intento de imponer una autocracia, resistida por la sociedad civil, se nos abre la posibilidad de un triunfo de la oposición en el Referendo Revocatorio del mandato de Nicolás Maduro, como lo indican las encuestas nacionales e internacionales y las movilizaciones apoyadas por la sociedad civil, partidos políticos y sectores independientes, por lo cual debemos prepararnos no sólo para la derrota de Maduro, sino también para establecer un gobierno de transición, reconciliación de todos los venezolanos y una convivencia pacífica, civilizada, con el chavismo.