La Clinton y el malquerido
Aquí todo es guachafita. Una cancioncita para tratar un tema internacional. Un insulto personal para descalificar una opinión. Un refrán para explicar una pifia del gobierno. Y sino, largas peroratas que tratan de crear un discurso alternativo a la realidad.
Recientemente la Secretaria de Estado (SE) estadounidense terminó su segunda gira por la región del 2010. Fue a Perú para la reunión de la OEA, y propuso cambios para que ésta organización se ocupe más del fomento de la democracia. Luego visitó Ecuador, Colombia y Barbados.
De todas, la visita más significativa fue la que hizo a Correa, el pana de Chávez. Ya en abril de este año el secretario adjunto para el Hemisferio Occidental de EE.UU., Arturo Valenzuela, había visitado a Ecuador. Inicialmente Correa se había negado a recibirlo, pero seguramente por consejos de su Cancillería cambió de opinión. En esa oportunidad se discutieron varios temas, algunos muy candentes como la relación con Irán, los derechos humanos y la libertad de expresión, la presencia de norteamericanos en bases colombianas, y el narcotráfico y las FARC. Y no hubo insultos o batidas de melena, por el contrario el canciller ecuatoriano declaró:“ambos hemos dicho que una cosa es tener diferencias y otra cosa es convertirnos en enemigos”.
Las buenas relaciones se confirmaron cuando Correa anunció la visita de la SE, Correa muy familiarmente; simplemente dijo,»me llamó hace unos días Arturo Valenzuela y me dijo que Hillary quiere visitar el Ecuador y le dije que es bienvenida».
En relación a Venezuela Hillary apuntó que su Gobierno tiene mucha información acerca de las presuntas relaciones de los bolivarianos con grupos terroristas, como la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán. Además dijo: “mi país ha dejado claro que si él (Chávez) quiere tener una relación diferente con EE UU , nosotros estamos dispuestos, pero no parece que lo quiera (…) siento mucho lo que le pasa al pueblo venezolano, porque ellos son los que están sufriendo con algunas de las medidas que simplemente no están funcionando”.
Chávez, a quien no le importa lo que diga EE.UU., pero le entretiene, respondió rauda y burlonamente con una cancioncita, “El malquerido”. Quizás no comprendió la gravedad de los hechos para su política internacional, ofuscada en atacar al “imperialismo gringo”. O quizás sea que, como no logra frenar la influencia de los gringos y hasta sus aliados se le están empezando a voltear, como dice otra canción, “cantó para no llorar”.