Señora, ¿no le da vergüenza?
«Hoy Discépolo resulta un optimista,
con las cosas que tenemos a la vista»
Eladia Blázquez
Estamos cerca de terminar uno de los veranos más agitados, si no el más, de los que tengo memoria; y nótese que voy a cumplir pronto 64 años, que no es poco.
Mirando qué nos ha pasado, como país, desde mayo de 2003, cuando el actual tirano de Olivos asumió como Presidente gracias a los buenos oficios de Duhalde y, en especial, desde el 10 de diciembre de 2007, cuando aquél hizo entrega de la banda y del bastón -no del mando- a su cónyuge, sentí la obligación de formularle, señora, la pregunta que da título a esta nota.
Porque, veamos un poco, nos ha pasado de todo, y siempre la responsabilidad ha sido de quien ha ejercido un poder casi absoluto, ahupándose sobre todos los organismos de control, sobre el Congreso y hasta sobre la Justicia.
Y le hago esta pregunta, señora, porque tanto Ud. como su marido hubieran podido aspirar al bronce y, en lugar de ello, han preferido elegir un camino de enriquecimiento personal y destrucción de las instituciones que sólo los puede conducir a la cárcel o al exilio; con la situación interna que vive su amigo Chávez en Venezuela, no sé si no será peor la segunda opción.
Le propongo, señora, hacer un repaso de los hechos resonantes de los últimos años para facilitarle la tarea de responder a mi pregunta.
¿No le da vergüenza, señora, que su marido haya modificado la composición del Consejo de la Magistratura para tener a los jueces bajo la atenta mirada de sus centuriones de pacotilla, don Kunkel y doña Conti?
¿No le da vergüenza, señora, que su marido haya modificado el régimen de coparticipación federal para tener a los gobernadores sojuzgados por la caja?
¿No le da vergüenza, señora, que su marido haya destruido el Indec, sólo para ocultar cómo se deteriora, todos los días, el salario de trabajadores y jubilados por obra de la inflación que él mismo generó?
¿No le da vergüenza, señora, que su marido haya desperdiciado el mejor ciclo económico que vivió el país, comenzando por prohibir las exportaciones de carnes en 2006?
¿No le da vergüenza, señora, que su marido haya anunciado miles de millones de inversiones chinas y que éstas nunca llegaran?
¿No le da vergüenza, señora, que su marido haya permitido que la campaña política que le permitió ganar las elecciones en 2007 haya sido financiada por las valijas de Antonini Wilson y por la mafia de los medicamentos, que deben haber matado a miles de argentinos?
¿No le da vergüenza, señora, que las cortes norteamericanas hayan confirmado que la valija famosa era un envío de Chávez a usted?
¿No le da vergüenza, señora, haber llegado al poder enarbolando las banderas de la institucionalización del país y, luego, haber permitido que don Néstor continuara con la sistemática destrucción de todos los organismos de control?
¿No le da vergüenza, señora, haber conservado al inefable Guillermo Moreno en su cargo, pese a que fue la peor herramienta que usó don Néstor contra el país?
¿No le da vergüenza, señora, que un kilómetro de ruta en Santa Cruz cueste cuatro veces más que el mismo tramo en San Luis, por ejemplo?
¿No le da vergüenza, señora, que todos los individuos o sociedades que su marido y usted tienen alrededor -se llamen Rudy Ulloa, Lázaro Báez, Cristóbal López, Electroingeniería, Ezkenazi, Whertein o Eurnekian, entre muchos otros, ya que debe agregarse hasta sus secretarios privados- hayan lucrado de ese modo tan descarado?
¿No le da vergüenza, señora, que tanto tiempo después se siga discutiendo si es usted abogado o no, cuando el tema podría solucionarse rápidamente exhibiendo su credencial, como hacemos todos sus colegas en forma permanente?
¿No le da vergüenza, señora, que su marido y usted no hayan dado nunca explicación alguna sobre los desaparecidos fondos de Santa Cruz?
¿No le da vergüenza, señora, que su marido y los sucesores de éste en el Gobierno de Santa Cruz hayan desoído tantas sentencias de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que les ordenaban reponer en su cargo al Procurador Sosa?
¿No le da vergüenza, señora, que mientras usted pasea por el mundo para imponer su imagen internacional, toda la prensa mundial hable de la desaforada corrupción de su gobierno?
¿No le da vergüenza, señora, que su marido y usted hayan llevado a la Argentina a un aislamiento peor que el que debimos vivir en la época de la guerra de Malvinas?
¿No le da vergüenza, señora, denunciar censuras a sus interminables discursos, y simplemente callar cuando se le prueba que no existieron?
¿No le da vergüenza, señora, que mientras el país entero carece de viviendas dignas, de cloacas, de agua corriente, de escuelas y de hospitales, mientras se expanden las endemias fácilmente controlables, usted dilapide el dinero público en el «fútbol gratis» que tan caro nos está costando?
¿No le da vergüenza, señora, que la tan equivocada política de subsidios a la energía sólo beneficie a los más pudientes y no a los más humildes, que pagan el gas, por ejemplo, hasta 6 veces más caro que la clase media?
¿No le da vergüenza, señora, haber convertido al país, que era uno de los principales exportadores de carne a 58 mercados diferentes, en uno que no solamente ha dejado casi de exportar y, muy pronto, deberá importarla?
¿No le da vergüenza, señora, haber permitido y tolerado a su cerril marido generar la fabulosa -por su costo- crisis del campo y, con ella, destruir al interior del país?
¿No le da vergüenza, señora, haber saqueado -o permitido que su marido lo hiciera- todas las cajas públicas del país, como la Anses, el Banco Nación, el Pami, el Banco Central y las AFJP’s?
¿No le da vergüenza, señora, que tantos de sus compatriotas carezcan de lo más elemental, no estudien ni trabajen, mientras usted gasta fabulosas sumas en alquiler de aviones para sus traslados personales, de su familia y hasta de sus periódicos?
¿No le da vergüenza, señora, hacer tan impúdica demostración de riqueza personal, generada durante el ejercicio de cargos públicos, frente a un país cuya población, en un 40%, está cada vez más sumida en la pobreza y la indigencia?
¿No le da vergüenza, señora, haber dependido de un juez con pasado prostibulario y de fiscales genuflexos para zafar, al menos por ahora, de las denuncias por enriquecimiento ilícito, y que todo el mundo los considere culpables?
¿No le da vergüenza, señora, que en un «país en serio» la Justicia no alcance a los poderosos de turno?
¿No le da vergüenza, señora, que usted, su marido, sus familiares y sus amigos se hayan quedado, por centavos, con los terrenos de Calafate para revenderlos enseguida a precios increíbles?
¿No le da vergüenza, señora, que el mundo entero se ría de usted, que tanto cuida su imagen, cuando brinda disparatados consejos sexuales a la población?
¿No le da vergüenza, señora, cuando habla desde uno de sus permanentes atriles, observar el manifiesto aburrimiento que se impone en las caras de su auditorio, llevado allí por los punteros a cambio de un sándwich y una gaseosa?
¿No le da vergüenza, señora, haber descendido tan rápida y fuertemente en la aprobación de sus gobernados, y saber que éstos ya la detestan, igual que a su marido?
¿No le da vergüenza, señora, tolerar que el Presidente de una línea de bandera, al que usted ha nombrado y mantiene en su puesto, y que tanto dinero le cuesta al país, la use para su beneficio personal y de sus amigos y cómplices?
¿No le da vergüenza, señora, que la prensa internacional ya califique a su marido y a usted misma como meros ladrones?
¿No le da vergüenza, señora, calificar de «grupo conspirador» a Clarín, después de haber comprado, por años, su complacencia y apoyo?
¿No le da vergüenza, señora, sostener, con el mismo encomio, posiciones políticas absolutamente contrapuestas?
¿No le da vergüenza, señora, decir que estuvo presa durante el Proceso militar, y que absolutamente nadie le crea?
¿No le da vergüenza, señora, presidir un país que, junto con Venezuela, Bolivia, Perú, Nicaragua y Cuba, sea uno de los que menos inversiones directas reciban y más aislado se encuentra?
¿No le da vergüenza, señora, ser la Presidente de un país que hoy, después de siete años de gobierno de los Kirchner, sea el hazmerreir internacional, por la falta de seguridad jurídica, la falta de respeto a los contratos y la permanente modificación de las reglas de juego?
¿No le da vergüenza, señora, «apretar» a las empresas concesionarias de servicios públicos para que vendan a los amigos del poder?
¿No le da vergüenza, señora, entregar US$ 2 millones de los jubilados a «Pechito» López para que corra en Fórmula 1, mientras niega la mitad de ese dinero a la Fragata Libertad para que participe de una regata internacional de la cual la Armada Argentina fue organizadora?
¿No le da vergüenza, señora, que su marido y usted sigan haciendo alarde de haber desendeudado a Argentina con el FMI, que nos cobraba 4%, mientras se endeudaba con Chávez, al 15%?
¿No le da vergüenza, señora, que nuestro país se vea obligado a pagar tasas parecidas a esas cuando consigue crédito, por obra y gracia del gobierno kirchnerista, mientras todos nuestros vecinos pagan el 5%?
¿No le da vergüenza, señora, que sus funcionarios, incluido hasta un Secretario de Transportes, hagan tal inmunda demostración de riqueza, sobre todo cuando antes de asumir sus cargos no tenían un centavo?
¿No le da vergüenza, señora, que una Ministro de Economía de su marido «encuentre» en el baño de su despacho una bolsa con una montaña de dinero?
¿No le da vergüenza, señora, calificar a algunos de los jueces más probos que tiene nuestra Justicia de «partido judicial» cuando, simplemente, aplican la ley vigente?
¿No le da vergüenza, señora, esperar a que el Congreso termine sus sesiones ordinarias para, sólo cuatro días después, dictar un DNU para apropiarse y gastar a su antojo las reservas nacionales?
¿No le da vergüenza, señora, mantener a un Jefe de Gabinete que «aprieta» a una Juez de la Nación y exhibe la genuflexión de otro para intentar hacerse de esas reservas entre gallos y medianoche?
¿No le da vergüenza, señora, cancelar inopinadamente una visita de Estado a China, uno de nuestros mayores socios comerciales, por miedo a que su Vicepresidente le robara el sillón, pese a que ello conllevó una grave ofensa a un país amigo?
Señora, los casi siete años que lleva su gobierno matrimonial en el poder permitirían ampliar la lista de preguntas concretas hasta el infinito, pero debo confesarme cansado y hastiado.
Acabo de verla, por televisión, defender el aumento a los maestros, que vuelve a poner a los gobernadores ante el brete de que no se inicien las clases en sus provincias o tornarse aún más dependientes de la caja que maneja su marido. Y la vi reiterar sus ya aburridísimos ataques a la prensa en general, y a algunos medios y periodistas en particular.
Y me confieso cansado y hastiado porque, lamentablemente, su respuesta a la larga lista de cuestionamientos que figuran más arriba sería, invariablemente, «no».
Porque, señora, a esta altura del partido es indudable que usted, y su marido, carecen de vergüenza o, simplemente, son unos sinvergüenzas, que viene a ser lo mismo.
Que tenga un buen fin de semana, señora.