Encubridores y cómplices necesarios
“No busques soluciones en tu cerebro,
“ni mires a tu alrededor buscando amigos.
“No tendrás ya descanso. Sobre tu cabeza
“veo un cielo confuso y aves de rapiña volando
“en círculo para arrojarse sobre su presa”
Juan Carlos Goyeneche
(citado por Marcelo Larraquy)
Si algo le faltaba al Gobierno para convertirse, literalmente, en una banda delictiva, el recientemente designado Canciller, don Héctor, acaba de poner la pieza en su lugar, ayudado por el inefable y siempre listo don Aníbal.
La descarada prohibición al Embajador Eduardo Sadous de hablar libremente esta tarde ante la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados, recordándole de manera pública que debe abstenerse de suministrar a los legisladores información confidencial convierte a ambos, lisa y llanamente, en cómplices necesarios del manto de encubrimiento que el kirchnerismo pretende tender sobre los negociados celebrados entre don Néstor y doña Cristina, del equipo local, y don Hugo, el papagayo caribeño visitante.
¿Dónde, si no es ante los representantes del pueblo de la Nación, debe hablar con más libertad un diplomático? Una vez más, como ya lo hizo cuando desobedeció claras sentencias judiciales para desalojar un gremio, o cuando ordenó el seguimiento de una juez, don Aníbal se pone por encima de la ley, y con ello se convierte en cómplice necesario de los desmanejos del tirano de Olivos; y don Héctor, ahora, hace lo mismo.
El artículo 277 del Código Penal describe, y reprime con prisión, la conducta de quien “ayudare a alguien a eludir las investigaciones de la “autoridad o a sustraerse a la acción de ésta, u omitiere denunciar el hecho “estando obligado a hacerlo; procurare o ayudare a alguien a procurar la “desaparición, ocultamiento o alteración de los rastros, pruebas o “instrumentos del delito, o a asegurar el producto o el provecho del mismo; “adquiriere, recibiere u ocultare dinero, cosas o efectos que sabía “provenientes de un delito, o interviniere en su adquisición, recepción u “ocultamiento, con fin de lucro. …”.
Aún para un lego en materia de derecho, resulta absolutamente claro que, imponiendo silencio a Sadous, don Héctor ha asumido, de manera consciente, el papel de encubridor de los delitos cometidos en complicidad con Caracas, sea por las coimas cobradas a los exportadores argentinos, sea por el financiamiento de la campaña electoral de doña Cristina, sea por la innecesaria importación de fueloil malo y caro, sea por el vuelo de infinidad de valijas con dinero.
El poder está intentando curarse en salud, cuando aún los opositores no han conseguido modificar la composición del Consejo de la Magistratura y algunos jueces, por miedo a las represalias o a las carpetas de la ex SIDE, siguen abiertos a cajonear y hasta a sobreseer rápidamente las causas complicadas.
Para espesar aún más el manto con el que pretenden cubrir sus malos pasos, usaron los fastos del Bicentenario y, de resultar campeones, utilizarán a Maradona y su selección desde el balcón, en un remedo de aquel 1978 tan mentado. Sin embargo, don Néstor debiera recordar de qué poco sirvieron esos circos para la conservación del poder en manos de los aprovechadores.
Yabrán decía que “el poder es impunidad”, y Kirchner está llevando ese aserto a un nuevo escalón, mucho más elevado.
Lo que, evidentemente, parecen no percibir sus adláteres y cómplices que ponen a su servicio su honra –los que la tenían, que no son muchos- y, en el futuro, hasta su libertad, es que en su trepada permanente, don Néstor es capaz de usar, pisar, olvidar y entregar hasta a sus más íntimos y fieles, cuando eso sirve a sus exclusivos intereses.
Cada día más, la República se sumerge en el fangal en el que la parejita gobernante ha convertido la realidad política, social, económica y jurídica del país, y cada día nos despertamos con un nuevo descenso hacia el infierno.
Los opositores, todos ellos, deben dar, de una buena vez, muestras de que colocan a la Argentina por encima de cualquier apetencia personal y de todas las candidaturas. El tiempo actual, como dije alguna vez, hace que sea hora de hombres, no de nombres.
Y esos hombres deben ponerse a trabajar para ofrecer ideas y propuestas en todos los campos, para hacer que la política vuelva a ser el lugar en el que se debate y se acuerda sobre esos temas, y no un bastardo escenario de televisión o una revista del corazón.
Argentina debe ponerse de pie. Debe recuperar su autoestima y su capacidad para dar a todos sus habitantes aquellos derechos que fueron enunciados en la Constitución, exigiendo el estricto cumplimiento de los deberes que también surgen de ella.
Mientras eso no ocurra, y el Dr. Alieto Guadagni acaba de darnos una magistral clase sobre la decadencia en materia de educación, seguiremos apartados del mundo, alejados de toda capacidad de influir en el concierto mundial y, sobre todo, incapacitados para darnos un destino de grandeza.