“Hombres de paz”
Lo que sí resultó claro después de la última entrevista entre el Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, celebrada esta semana en Washington, es que el dignatario hebreo ha logrado restablecer el difícil modus vivendi con la Administración norteamericana. Una relación muy especial, que se deterioró tras la llegada de Obama a la Casa Blanca y los guiños del dignatario estadounidense en dirección de los pobladores del mundo árabe-musulmán.
Conviene recordar que los israelíes jamás disimularon su animadversión hacia el político demócrata. Y no tanto por motivos meramente… étnicos (léase raciales), como por los antecedentes culturales de un presidente que aprendió a no hacer uso de su segundo nombre: Hussein. Para Tel Aviv, la simple presencia de Barack Hussein Obama en el Despacho Oval suponía un peligro potencial. Así lo dejaron entender los políticos hebreos durante sus giras por los Estados Unidos, en las entrevistas con miembros de la comunidad judía norteamericana o defensores incondicionales del Estado de Israel.
Para Netanyahu, al igual que para sus antecesores, la amplitud de mira del Presidente de Estados Unidos equivale a una bomba de relojería. En efecto, Israel desconfía de los posibles resultados de la campaña lanzada por Obama para mejorar la imagen de Norteamérica en el mundo árabe, condición ésta sine que non para restablecer el equilibrio estratégico en la región de Oriente Medio, sino también a raíz del escaso entusiasmo del Presidente a la hora de contemplar una posible intervención armada contra el “enemigo público número uno” del Estado judío en la zona: la República Islámica de Irán.
De hecho, Obama resultó ser, al menos hasta la fecha, el dignatario norteamericano menos propenso a aceptar la idea de un ataque “preventivo” contra el país de los ayatolás. Un operativo que los israelíes reclaman desde hace años, sacando a relucir el fantasma de la hipotética bomba atómica persa.
Ficticia o real, la amenaza nuclear iraní se ha convertido en el lema y estribillo de todos los “hombres de paz” de Tel Aviv. Porque no hay que olvidar que el propio Netanyahu abandonó esta semana la Casa Blanca con el calificativo de “político preparado para hacer la paz” (¿con los palestinos?).
Huelga decir que “Bibi” Netanyahu no es el único político hebreo que goza de este dudoso privilegio. El primero en la lista de “hombres buenos” es ex Primer Ministro laborista, Ehud Barak, bautizado “el Pacificador” por los asesores de imagen catapultados a Tel Aviv por el Presidente Bill Clinton. Recordemos que durante el Gobierno de Barak, se registró un espectacular incremento de la población de los asentamientos judíos de Cisjordania. Un récord absoluto, que ningún Gobierno conservador logró batir.
La aportación de Netanyuahu al mal llamado “proceso de paz” israelo-palestino consiste en la “proeza” de vaciar de contenido, durante su primer mandato de Primer Ministro (1996-1999), los acuerdos de Oslo. El ex general Sharón, otro “hombre de paz”, según el ex Presidente Bush, fue el primer político hebreo en exigir la adopción de medidas contundentes contra Irán. Su prematura desaparición del escenario político frenó el fervor de los neocons de la Casa Blanca.
Tras la vuela al poder, en 2009, “Bibi” Netanyahu decidió insistir sobre la necesidad de acabar con la pesadilla nuclear iraní. Más aún; los estrategas israelíes pusieron fecha a la materialización del proyecto atómico de Teherán. Afirman que los ayatolás tendrán las primeras ojivas nucleares en menos de… 11 meses.
Hasta ahora, el Presidente Obama se limitó a hacer oídos sordos a la campaña de Tel Aviv. Sin embargo, algo parece haber cambiado en las últimas semanas, ya que los propios saudíes no descartan la posibilidad de “tolerar”, si fuera necesario, la presencia en su espacio aéreo de cazabombarderos hebreos cuya misión sería… la destrucción de objetivos estratégicos iraníes.
A cambio, Netanyahu se ha comprometido ante el inquilino de la Casa Blanca iniciar “en breve” el diálogo directo con los palestinos. En resumidas cuentas, Bibi cambia su piel de lobo por un socorrido disfraz de… “hombre de paz”. ¿Otro “hombre de paz”?