Propósito de enmienda
“Por eso mereces, rey,
una pena muy doblada,
que te pierdas tú y tu reino
y que se acabe Granada”
Jarcha árabe
Hace un rato, escuchando a doña Cristina usar el acto por el aniversario de la Independencia, en Tucumán, para instalar a don Néstor como candidato, y oyéndola decir las mentiras de siempre acerca de su “modelo”, de la concentración del poder (¿habrá querido referirse a la construcción del gigantesco imperio económico de su marido?), del respeto que siempre ha ejercitado el kirchnerismo respecto a las minorías, de su rechazo visceral a la política clientelística, a la maravilla en que se ha convertido la Argentina ante los países desarrollados en crisis, loando la confiscación de los ahorros privados de las AFJP’s y toda otra sarta de sandeces por el estilo, me dio por pensar en el destinatario de su discurso.
Me di cuenta que la Presidente ya no cree convencer a nadie; es decir, miente para su núcleo duro. Para quienes, en cualquier circunstancia, aún con buenas intenciones la votaría –o a su marido- en otras contiendas electorales.
Porque es obvio que, quienes estamos del otro lado, aún cuando ese otro lado tenga muchas formas diferentes, ya no le creemos absolutamente nada. Estamos perfectamente al tanto de la corrupción de este proceso iniciado en 2003, de las mordazas que intentan ponerse a la prensa libre, de los métodos que utiliza el matrimonio imperial para apropiarse de bienes públicos y privados, del aislamiento al que ambos han condenado a nuestro país, del cepo en el que mantienen a los jueces, de la impunidad con que se mueven y, en general, de la degradación que crece en la sociedad desde que asumieron el poder.
Es decir, no nos conmueven las falsedades y las diatribas que ambos lanzan sobre nosotros cada vez que acceden, con lamentable frecuencia, a un micrófono, se trate de un acto nacional, de un evento gremial o, inclusive, de una cumbre internacional.
Sin embargo, con machacona constancia y loable esfuerzo, don Néstor y doña Cristina insisten, intentando transformarse en la gota que, no por su fuerza sino por su constancia, horada la roca. Y lo hacen aún sabiendo que no tendrán éxito, que la mentira tiene un límite cierto, y que ese límite es la información, esa a la que accedemos a través de los medios libres y hoy, sobre todo, de Internet.
Pero, al pensar en por qué lo hacían, obviamente me empecé a preguntar exactamente lo mismo respecto a quienes, desde la vereda opositora, dedicamos un enorme esfuerzo en intentar salvar a la Patria del infierno a la que la está condenando esta lacra, que tanto se nos parece.
Porque, debo confesar, cada vez más tengo la sensación de escribir para pocos, aunque mi lista de distribución de estas notas sea enorme y aunque muchos medios electrónicos, con una asombrosa generosidad, las reproducen a diario.
Lo que les sucede a los Kirchner, en el fondo, también nos pasa a quienes pretendemos esclarecer a la población acerca de todos esos males que he enumerado. Cada día, cada semana, cada mes, damos detalles acerca de cada diferente capítulo de la corrupción genocida que este gobierno ha instaurado, de los desastres que la política de Kirchner está produciendo en nuestra imagen como país exportador e importador, del permanente deterioro de la educación y de la salud, de la nefasta utilización política de los medios públicos de difusión y hasta de la forma en que se pretende utilizar el deporte –me refiero a las barras bravas en el Mundial- para obtener réditos internos.
Pese a ello, no conseguimos entrar en ese núcleo duro de kirchneristas recalcitrantes. Brindamos datos, proponemos debates, informamos, reflexionamos y, lamentablemente, no conseguimos que quienes integran –según todas las encuestas- el veinticinco por ciento del electorado que acompaña al “modelo” se convenza y lo abandone.
El “Tata” Yofre, con su enorme y documentado “Escarmiento”, que lleva el impulso necesario para convertirse en el libro más vendido del año, y en el que, al recordar qué pensaba y cómo actuó Perón en su último gobierno, desenmascara a todo el andamiaje político de don Néstor para mantenerse rodeado de ex guerrilleros travestidos, tampoco llegará a ese núcleo duro, aún cuando éste provenga del electorado natural e históricamente peronista del Conurbano profundo.
Desde el Congreso, sobre todo desde la Cámara de Diputados, los opositores están tratando de corregir el error que cometió el electorado al votar tan heterogéneamente, mediante acuerdos, aún endebles, pero que permitan quitarle a los Kirchner los malignos instrumentos de su poder. Sin embargo, el grueso de la población no se entera de esos progresos y, consecuentemente, tampoco los legisladores obtienen el respaldo popular de la calle.
El miércoles pasado, sin ir más lejos, los opositores propinaron al Gobierno una derrota legislativa comparable, por su magnitud y por sus implicancias, a la que conllevó la Resolución Nº 125/08, de retenciones a las exportaciones agropecuarias.
En efecto: pese a la sideral presión de don Néstor sobre los senadores para que acompañaran, con la mayoría de la comisión, el dictamen sobre el matrimonio homosexual y la adopción por quienes utilizaran ese engendro, el oficialismo sufrió una homérica e inédita derrota, pero no llegó a conocimiento general.
La nueva pelea –que sigue a la que mantiene contra el grupo Clarín y por la Ley de Medios que, aparentemente, concluirá con una derrota- contra el Cardenal Jorge Bergoglio y la Iglesia Católica, a la que se han sumado, para mayor complicación del Gobierno, las distintas iglesias evangélicas y gran parte de la comunidad judía, tiene todas las características necesarias para convertirse, tal vez, en la piedra de toque final de este proceso.
Kirchner ha fracasado, se puede anticipar, en intentar convencer a los senadores del interior para que voten como él quiere. Y no ha tenido éxito porque éstos, principalmente, deben volver a caminar las calles de sus provincias y saben qué piensa el país real –no ese que pretenden vendernos desde las marchas del orgullo gay o de las pantallas de televisión quienes intentan terminar con uno de los últimos bastiones de la civilización, la familia, para avanzar después con la despenalización del aborto- y no están dispuestos a inmolarse en el altar de don Néstor que, además, paga mal las lealtades.
Sin embargo, una vez más, tampoco eso ha hecho mella en el electorado que se mantiene kirchnerista. Don Néstor y doña Cristina no suben en el aprecio popular, pero tampoco bajan.
Todas estas reflexiones me han insuflado un real propósito de enmienda, que espero contagiar a todos mis colegas, transformado en la búsqueda de los caminos que nos permitan llegar a ese núcleo duro. No podemos continuar cometiendo el pecado de escribir para pocos.
Tenemos que pensar en cuál debe ser la forma –otra, absolutamente distinta a la actual- de comunicar, de informar, de razonar, de debatir y, finalmente, de convencer.
Porque el oficialismo seguirá intentando mejorar sus números, de expandir su base cautiva. Dispone para ello de la aún gigantesca caja oficial, y está dispuesto a sacrificar el futuro para asegurarse el presente.
No tengo formación como comunicador, y esa es la razón por la cual esta nota es, en realidad, un pedido de ayuda. Porque solo no podré corregirme y comenzar a escribir para muchos. Porque necesito, y mis colegas también, asesoramiento para lograrlo. Y, cuanto antes lo obtengamos, mejores serán nuestras probabilidades de éxito.
Hoy tomémonos un descanso y, a pesar de la tristeza, gritemos: ¡Viva la Patria!.
Bs.As., 9 Jul 10