Opinión Internacional

La disyuntiva de la socialdemocracia: ¿Socialismo o Democracia?

La soledad de la socialdemocracia venezolana en el contexto mundial es una prueba fehaciente de este contra sentido. Antes que respaldarla en su lucha contra la autocracia imperante, los partidos socialistas de la región, con la notable excepción del APRA, respaldan abierta o solapadamente al teniente coronel Hugo Chávez.

La muerte de dos iluminados próceres de la socialdemocracia mundial como Willie Brandt y Olof Palme, amen de la desaparición del escenario político de grandes líderes de la socialdemocracia latinoamericana, como Rómulo Betancourt y Raúl Haya de la Torre, han dejado en la más triste orfandad política e ideológica a la socialdemocracia mundial. Convirtiendo a la Internacional Socialista, su instrumento orgánico, en un fantasma inoperante, prisionero de organizaciones políticas absolutamente ajenas al social democratismo e incluso antagónicas entre sí en su accionar político. El eclipse de grandes líderes socialistas, como François Mitterrand o Felipe González, la decadencia de los socialismos democráticos europeos y la irrupción de una nueva oleada de castrismo en América Latina, de la mano del caudillismo autocrático más ramplón, han conducido a la debacle de las izquierdas democráticas en América Latina, permitiendo la hegemonía de un socialismo autoritario plagado de incrustaciones caudillescas y nuevas formas de regresión política, como el indigenismo. Las que han venido, a su vez, a presionar sobre los socialismos democráticos, empujándolos a una solidaridad automática en desmedro del contenido democrático de sus identidades. La soledad de la socialdemocracia venezolana en el contexto mundial es una prueba fehaciente de este contra sentido. Antes que respaldarla en su lucha contra la autocracia imperante, los partidos socialistas de la región, con la notable excepción del APRA, respaldan abierta o solapadamente al teniente coronel Hugo Chávez.

El Foro de Sao Paulo ha sido no sólo el instrumento del nuevo empuje del castrismo en América Latina, sino el factor clave de la penetración del marxismo en la Internacional Socialista. ¿Qué tienen de común el sandinismo nicaragüense con Acción Democrática, el principal partido social democrático venezolano? No sólo son incompatibles en sus proyectos estratégicos: son, en el momento actual, partidos que propugnan proyectos antagónicos. Uno, privilegiando la necesidad de restablecer o consolidar la democracia en Venezuela; el otro, estrictamente interesado en respaldar un gobierno autocrático y militarista como el propio de Daniel Ortega o el que pretende empujar a la clandestinidad a Acción Democrática, el del teniente coronel Hugo Chávez. Ambos declaradamente marxistas. ¿Qué los une? Una supuesta fidelidad al socialismo. ¿Qué socialismo? La internacional Socialista bajo el secretariado del chileno Luis Ayala no parece interesada en dilucidarlo. ¿Qué los separa? La valoración de la democracia. Y a pesar de una contradicción tan flagrante, uno y otro participan de una común organización internacional, de unívoca identidad ideológica: el socialismo democrático.

El caso del socialismo democrático chileno o el del supuesto socialismo democrático brasileño es paradigmático. Salvo la acción esporádica de Ricardo Lagos, que en su momento tuviera el coraje de enfrentar al teniente coronel – antes, es cierto, por motivos personales que por razones de ideología – el socialismo chileno no sólo ha respaldado mayoritariamente a Hugo Chávez sino que le ha cerrado las puertas a sus congéneres venezolanos sometidos a una feroz persecución policial. Llegando a extremos sencillamente repudiables. Al iniciarse la persecución del régimen contra los comisarios Lázaro Forero y Henry Vivas, por razones de estricta retaliación política, solicitamos al gobierno chileno, entonces presidido por Ricardo Lagos, les fuera concedido el derecho de asilo. La respuesta fue negativa. Luego de cinco años de un juicio amañado y violatorio de las más elementes normas jurídicas, fueron condenados a 30 años de cárcel. Dada su edad, prácticamente una condena a muerte.

El caso de Lula da Silva es aún más ominoso. Privilegiando sus intereses nacionales y su fidelidad al castrismo, no sólo ha estrechado al máximo su alianza estratégica con Hugo Chávez sino que ha llegado al despropósito de considerarlo el mejor gobierno de la historia de Venezuela en sus últimos cien años. Una afirmación tan peregrina, en boca del presidente de la octava potencia del mundo, no merece mayores comentarios.

Esta contradicción entre socialismo y democracia en el seno de la socialdemocracia latinoamericana y mundial encuentra una viva expresión en los avatares del socialista chileno José Miguel Insulza. Algún día, la presidenta socialista Michelle Bachelet o el ex presidente socialista Ricardo Lagos tendrán que explicarnos por qué razón un socialista chileno como el Secretario General de la OEA debió ser llamado a terreno y ser comprometido formalmente a defender las democracias en América Latina – cosa que no hiciera durante los primeros cinco años de su mandato – por un gobierno de derecha. Es una señal manifiesta de la crisis del socialismo democrático en América Latina.

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