¿Paz o guerra entre Colombia y Venezuela?
Al General y amigo Alberto Müller Rojas
Tres escenarios determinan las posibilidades de paz o guerra entre Colombia y Venezuela: 1. El éxito de la reconquista del espacio andino por parte de Washington; 2. El desenlace de la aventura militar estadounidense en Afganistán e Irán; 3. La firmeza de los gobiernos latinoamericanos ante el expansionismo militar (pentagonismo) de Obama. En cambio, la desmovilización de la guerrilla colombiana como precondición de la paz, solicitada por algunos, juega un papel absolutamente secundario para la futura situación bélica andina.
1. La reconquista del espacio andino-centroamericano
La reconquista imperial del espacio andino, con su corolario centroamericano, se está llevando a cabo en tres etapas. El fin de la Guerra del Cenepa, entre Ecuador y Perú, en 1998, negociado por Washington, marca el inicio del plan de reconquista, diseñado por el Comando Sur (SOUTHCOM). Su objetivo consistió en desplazar el centro de gravitación militar de la Fuerza Armada ecuatoriana hacia la frontera sur de Colombia, para destruir la retaguardia de la guerrilla colombiana en ese país. (Operación yunque y martillo.)
La segunda etapa comienza un año después con el Plan Colombia (1999), modelado según las experiencias de contrainsurgencia en Vietnam y El Salvador. Su objetivo es la destrucción de la capacidad operativa de las FARC-EP y el ELN, regresándolos del tercer nivel de la guerra popular prolongada (paso a la guerra convencional) a la primera etapa de un movimiento guerrillero. La modernización respectiva en todos los aspectos (tácticos, técnicos, comunicacionales, terrorismo masivo) refleja tal objetivo. Ese objetivo estratégico se amplia, cuando Hugo Chávez se revela como anti-Monroeista. A partir del 2000, su destrucción asume el mismo grado de prioridad (golpe militar, 2002) que la campaña contra la guerrilla.
Con los éxitos militares contra la guerrilla en 2008 y 2009, las FARC y el ELN dejan de ser el objetivo estratégico de la reconquista andina. Se agota la segunda fase de la reconquista y se entra en la tercera, la que vivimos. Destruir la retaguardia guerrillera en Venezuela es un fin táctico, pero su importancia es más propagandística que militar. El objetivo supremo es la destrucción militar —directa o indirecta— del gobierno de Hugo Chávez. La lógica de sus preparativos bélicos habla a las claras: reactivación de la IV Flota; nuevos bases militares en Colombia y Panamá; modernización de las bases de Aruba y Curazao; militarización de Costa Rica y conversión de Honduras en una base militar. Todas esas medidas tienen sentido para un escenario de conflicto bélico con Venezuela; ninguna para la guerra contra la guerrilla. ¿O hay antecedentes en la historia militar que demuestren que un portaviones nuclear decida una guerra de guerrillas?
2. La desmovilización de la guerrilla no evita la guerra
Pretender que la desmovilización de la guerrilla va a parar los preparativos de agresión bélica de Obama, es tan ilusorio como creer en su momento que la entrega de “armas de destrucción masiva” de Saddam Hussein hubiera abortado la invasión. Washington quiso el petróleo —como el mismo Alan Greenspan ha documentado— y, por lo tanto, la única opción de Saddam para evitar la guerra, era la entrega de este recurso.
En el caso de Venezuela, Washington quiere dos recursos de oro de Chávez: el petróleo y el acatamiento de la Doctrina Monroe, o sea, el abandono de la integración bolivariana de América Latina. Chávez ha cedido parte del control energético a las transnacionales capitalistas y posiblemente cederá más; pero es obvio, que no está dispuesto a ceder en la integración bolivariana. Siendo el desconocimiento de la Doctrina Monroe el peor “crimen” que puede cometer un Presidente latinoamericano, la amenaza de guerra de Washington y su terminación de la logística bélica respectiva, no sorprenden.
3. Frente de Defensa político-militar
Ante la correcta decisión de Chávez de no someterse a la Doctrina Monroe, quedan solo dos opciones pacíficas. Un Frente de Defensa político-militar entre Venezuela, Brasil, Argentina, Ecuador, Bolivia, Cuba y Nicaragua, que en alianza con organizaciones internacionales (Corte Penal Internacional), superpotencias (China, Rusia) y Pueblos, logre el poder de disuasión necesario para dificultar o impedir la agresión. Construir ese Frente de Defensa es el máximo desafío de la diplomacia venezolana y brasileña.
La segunda opción consiste en que aparezca un gobierno en la Casa Blanca dispuesto a renunciar a la Doctrina Monroe y concederle la soberanía política a la Patria Grande. Es poco probable que Obama, peón del complejo-militar-industrial y mayor expansionista militar que Bush, pueda o quiera asumir ese papel. Ante su debilidad, el rumbo del país va más bien hacia la fascistización corporativa e imperial, que hacia la democratización y descolonización. No ha aparecido todavía en Estados Unidos el Charles de Gaulle que puede cambiar el rumbo de lo que empezó como un “infant empire” (G. Washington) y hoy es un monstruo imperialista.
4. Afganistán, Irán y Vietnam
La variable suprema, sin embargo, que hace imprevisible la situación de paz y guerra entre Colombia y Venezuela, es Irán. Si Washington y el sionismo logran una victoria fácil frente a Irán —lo que no es probable ante el creciente poder misilístico de Teherán que obligaría a los agresores a usar armas nucleares— la situación de Venezuela se volverá muy difícil. En cambio, si Washington sale derrotado o estancado, entonces difícilmente podrá enfrascarse en otro conflicto militar en América Latina.
Su derrota abriría un paraguas de protección para la Revolución bolivariana, tal como lo hizo su derrota en Vietnam para las revoluciones africanas (Angola, Mozambique) y la Revolución nicaragüense. Ese paraguas de protección, el llamado “trauma de Vietnam”, se cerró con el triunfo electoral de Ronald Reagan, que impidió la victoria revolucionaria del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional en El Salvador. Hoy día, el paraguas se llamaría el “trauma de Irán”.
5. Chile y El Salvador
Los documentos desclasificados de Washington sobre la destrucción del gobierno de Salvador Allende y la destrucción de la sociedad civil en El Salvador, con terroríficos costos humanos, revelan un misterio. Las evaluaciones de los servicios de inteligencia estadounidense y los reportes clandestinos de sus embajadas indicaron claramente a los Presidentes Nixon, Carter y Reagan que en ambos países no había intereses vitales de Estados Unidos que estuvieran peligrando en caso de gobiernos de reformas estructurales, como el de Allende o el de los gobiernos de 1979/80 en El Salvador.
Pero, pese a la ausencia de intereses estratégicos Washington llevó a cabo su intervención terrorista. El Consejo de Seguridad Nacional de Nixon explicó el enigma en 1971: If the US can not control Latin America, it can not expect «to achieve a successful order elsewhere in the world» — Si Estados Unidos no puede controlar América Latina, no podrá “determinar exitosamente las cosas en otras partes del mundo”.
Esta es la razón que determinará la paz y la guerra entre Colombia y Venezuela: Los intereses globales del Imperio y el poder de disuasión de Brasil y Venezuela. El supuesto problema de la guerrilla no es más que una cortina de humo de Washington.