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Rusia: una economía enferma

La economía rusa se tambalea. Quedaron atrás los años en los que Vladimir Putin presumía de formar parte de los cinco países BRICS, los grandes motores de la economía mundial. Y añoraba recuperar una parte del gran potencial de un imperio soviético que, tras la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en una de las dos superpotencias mundiales. Pero la URSS colapsó y se rompió en 1989. Hoy, Rusia sigue siendo un gran país que cuenta con una población de 146 millones de habitantes y se extiende desde Europa central hasta el extremo oriente de Asia-Pacífico. Cobija unos enormes y riquísimos recursos naturales, petróleo, gas natural y todo tipo de materias primas, incluidos los materiales raros.

Rusia fue y sigue siendo un país importante, rico y culto pero muy mal gobernado. ¿Qué ocurrió?
Vladimir Putin logró impulsar la economía rusa gracias a un largo ciclo de altos precios de los hidrocarburos que parecía no tener fin a medio plazo. Pero no aprovechó los años de bonanza económica para modernizar y diversificar una economía excesivamente dependiente de las exportaciones energéticas. Rusia, a diferencia de China, no supo sacar rédito de su entrada en la Organización Mundial de Comercio en 2012. Los hidrocarburos siguen representando el 25% del PIB, el 70% de las exportaciones y más del 50% de los ingresos presupuestarios. Pero la desaceleración de la economía mundial y la brusca caída de la demanda china sorprendió y desequilibró las finanzas rusas. A la crisis energética se le sumó el impacto de las sanciones impuestas por EEUU y la UE tras la anexión de Crimea en 2014 y el consecuente conflicto con Ucrania.

El PIB ruso reculó un 3,7% en 2015 y podría caer otro 2% en 2016. El rublo se depreció un 43% respecto al dólar. Y el consumo interno se resintió debido a las sanciones internacionales. La inflación se situó en un 15%. La producción industrial se frenó ante el difícil acceso de las empresas, muy endeudadas, al crédito internacional. Muchos bancos quebraron. Mientras tanto, las clases medias rusas deben pasar sus vacaciones en su propio país. El euro se apreció mucho para sus posibilidades económicas. Y tampoco viajan por razones de seguridad a otros destinos tradicionales del turista ruso como Turquía y Egipto.

Putin confiaba estabilizar la situación financiera a pesar de la creciente fuga de capitales y la caída de las inversiones extranjeras. Éstas cayeron desde los 18.500 millones en 2014 a 6.700 millones en 2015. Contaba con una buena bolsa de reservas de divisas que hoy se han reducido a sólo unos 368.000 millones $. Pero la brusca caída de los precios del petróleo fue mayor de lo previsto. El Kremlin preparó el presupuesto vigente sobre la base del precio del barril del petróleo en torno a 50 $. Pero el barril de Brent, a 126 $ hace un año y medio, se cotizó en enero por debajo de los 30. El Banco Mundial prevé que no superará los 37 $ a lo largo de 2016. La subida de la tasa de interés adoptada por la Reserva Federal de EEUU en diciembre también presiona la cotización del rublo. Así, si la crisis económica dura demasiado surgirán tensiones sociales a las puertas de las elecciones presidenciales previstas para septiembre de 2016. Putin ya se ha visto obligado a realizar recortes sociales para corregir los déficits fiscales, excepto la partida de Defensa para financiar la intervención militar rusa en Siria. De momento, se vale de la vena patriótica y del estoicismo de la población rusa pero, tal vez, no le sea suficiente a medio o largo plazo.

Por otro lado, la Unión Económica Euroasiática (UEE) nació el 1 de enero de 2015 con incertidumbres y sus otros miembros (Bielorrusia, Kazajstán, Armenia y Kirguistán) recelan ante las ambiciones expansivas de Putin. Además, la crisis financiera rusa les afecta directamente. El tenge, la divisa de Kazajistán cayó un 50% en los últimos seis meses. China sigue penetrando económicamente, a costa de Rusia, en Europa oriental y Asia central. Y a largo plazo, Irán también podrá vender sus fabulosos recursos de gas a la UE tras levantarse, el pasado 16 de enero, las sanciones internacionales contra Teherán. Rusia debería rehacer sus relaciones políticas y económicas con la UE. Es lo que desean Alemania y Francia.

Jaume Giné Daví

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