Ejemplar jornada egipcia
No deberíamos referirnos sólo a Egipto, aunque su importancia arropa lo demás. Se trata de un cierto efecto dominó que comenzó en Túnez y aún no se detiene. No sabemos cual será el alcance definitivo, pero sus efectos parecieran irreversibles, tanto en mundo árabe como en realidades turcas en lista de espera. El caso refleja lo definitiva que puede ser la decisión de un pueblo de luchar por la libertad y los valores democráticos. Contra ese objetivo se estrellaron tradiciones y maniobras abiertas y encubiertas, dentro y fuera de los palacios para detener la avalancha popular que exigía y logró la renuncia del Presidente Hosni Mubarak. No era fácil lograrlo. Se pudo por el coraje y la claridad de propósitos.
No era fácil. Mubarak no fue un aventurero cualquiera. Mucho menos un golpista tropero y tradicional al estilo latinoamericano. Hablamos de un verdadero héroe de dilatadas ejecutorias militares y civiles. Junto a Gamal Abdel Nasser integró la juventud militar que liquidó la monarquía traumática del Rey Farouk, para devolverle la dignidad nacionalista a los egipcios. Se distinguio como soldado en todas las guerras de su tiempo. Cuando el Canal de Suéz, en la “guerra de los seis días”, o en la iniciada en la fecha religiosa más sagrada de los judíos. Posteriormente se integró a las nuevas realidades. Era Vicepresidente cuando el asesinato del legendario Anwar El Sadat, protagonista de los acuerdos de paz suscritos con Israel en Camp David. Asumió la jefatura del Estado con el compromiso de ser fiel a los compromisos adquiridos ante la comunidad internacional por su antecesor y conducir el proceso de normalización de la política interior. Lo hizo exitosamente, con costos relativamente bajos para una nación tan especial. Egipto pasó a ser columna fundamental de la paz en el área, siempre determinante a los efectos de su estabilidad y progreso. Lo que allí sucede es de máximo interés para el mundo entero y condicionante inmediato de su entorno. No sabemos cual será el desenlace definitivo, pero estamos atentos.
Pero, como ha sido dicho, el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. No es el primer caso en la historia, pero ratifica la convicción de que la permanencia de un hombre demasiado tiempo en el poder genera vicios, desviaciones y corruptelas que terminan devorándolo. Apelan a la tiranía para retener el poder e incrementar privilegios, en este caso, cuasi faraónicos. Para sus fines, redujo sensiblemente los espacios para la libertad y progresivamente fue ahogando principios y valores fundamentales. Mubarak traspasó los límites hace rato. Le espera el calvario de la rendición de unas cuentas con mucho en el haber y también en el debe. Las fuerzas armadas tienen el control de la nación. El pueblo está alegre confiando en una transición pacífica y democrática. Ojala y no intenten sabotearla las bandas hamponiles politizadas, ni los factores ideológicos y religiosos que pescan en río revuelto. Nada es eterno.