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El laberinto

Un laberinto, todos lo sabemos, es una cosa confusa y enredada. Y la hegemonía hizo del proceso de referendo revocatorio previsto en la Constitución, precisamente eso: una cosa confusa y enredada. Y estamos hablando del revocatorio que a trancas y barrancas se llevó a cabo durante el bienio 2003-2004. Ahora está pasando más o menos lo mismo, con el revocatorio de Maduro. Y no podía ser de otra manera, porque el asunto está en manos de Tibisay Lucena y Jorge Rodríguez.

¿Qué se trata de un proceso imposible de realizar? No necesariamente. Pero si cuesta arriba, si se quiere efectuarlo sin absurdas dilaciones, es decir efectuarlo este año, para que la segura revocación de Maduro conlleve la celebración de nuevas elecciones y la posibilidad de abrir una nueva etapa política, económica y social en Venezuela, que siquiera empiece a sacarla de la postración en la que se encuentra.

En este sentido, los más decididos proponentes del revocatorio, por ejemplo, no le han hablado con suficiente claridad a la opinión pública, y hay importantes confusiones al respecto.

Una de ellas, sin duda, es que el firmazo ya celebrado es el definitivo. Y no es así. Lo que tuvo lugar, con bastante éxito por cierto, fue una especie de “pre-firmazo”, que el CNE dispuso de manera reglamentaria, precisamente para complicar el asunto. Para enredarlo. Para darle nuevas encrucijadas al laberinto. Y ahora siguen con un guión similar, en el caso de la validación de las referidas firmas, para que se pueda proceder al firmazo definitivo, que sí convocaría formalmente al referendo revocatorio.

La capacidad de maniobra de los que manejan el poder establecido no se puede subestimar. Serán la ineptitud perfecta para todo lo constructivo, pero para el ejercicio hegemónico y depredador del poder, son sumamente hábiles. Si el proceso revocatorio se convierte en un juego de dimes y diretes de carácter burocrático y seudo-normativo, entonces su destino será muy precario, para decirlo con levedad.

Sólo la presión socio-política puede hacer la diferencia. Y esa presión tiene que impulsarse. Las condiciones están dadas pero también existe el temor fundado de la represión y de una quitada de alfombra a la correspondiente protesta cívica, ciudadana, popular y constitucional. Además, los eventuales comicios regionales pueden desplazar la atención de importantes núcleos opositores. Al fin y al cabo, pensarán algunos, es más factible “ganar” tal o cual gobernación, que hacer efectivo lo que la Constitución consagra en materia de referendos revocatorios.

Por eso tiene que asimilarse la premisa esencial: mientras Maduro y sus colaboradores continúen en Miraflores, el país seguirá cayéndose a pedazos, y esa dinámica destructiva no tiene un fondo definido. De allí que sea tan razonable la presión por la renuncia. De los laberintos hay que salir, porque lo que quedaría es adentrarse más y más. Y eso no lo quiere el conjunto de los venezolanos.

 

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