La desvida bolivariana
En una sociedad normal, sin aspavientos ni pretensiones de ser la tapa del frasco de la humanidad, la vida del ciudadano común es para vivirla corrientemente, para disfrutar del pequeño detalle, del café o la cerveza con los amigos, de la ida al cine con la pareja o el sábado al supermercado para adquirir la vianda familiar, el condumio necesario. En la Venezuela Bolivariana que nos toca vivir, o mejor dicho desvivir: la vida está concebida para morirse de a poquito o de un solo golpe, en un santiamén prodigado por un bienandro revolucionario y necesitado.
Nuestros ineptos gobernantes parecen vengarse de sus gobernados: controles, restricciones, regulaciones, están a la orden del día, in crescendo, a fin de que la vida no sea vida por vivir sino por desvivir en colas, filas, angustias y sinsabores.
El venezolano del siglo XXI hecho en Socialismo es un ser para la muerte cotidiana y no para el disfrute de la existencia, el logo de esta malhadada revolución es la conculcación deliberada de la felicidad personal, de la tranquilidad ciudadana, el evidente propósito de hacer todo lo posible para que la infelicidad campee en los corazones de la gente y en la intimidad de los hogares.
NO HAY es la realidad apadrinada por la ineficiencia gubernamental; no hay nada de lo que normalmente debería haber: seguridad, comida, medicinas, salud, educación, empleo, lo que se traduce en vida desvivida, en existencia desperdiciada, en frustración habitual y permanente.
La revolución Bolivariana pasará a la historia universal de la infamia como la máquina perfecta de producir infelicidad; basta salir a la calle cualquier día para contemplar los rostros del desespero, las caras de la impotencia, la fisonomía del desastre socialista que como roja marabunta destruyó una sociedad ´para instaurar la anarquía, la inopia, la escasez, la miseria, la carencia de lo fundamental, incluyendo la necesaria alegría y las irrenunciables ganas de vivir.
Los súbditos bolivarianos somos más pobres y necesitados, especialmente de esperanza y de futuro; nuestra juventud abandona – por millares – la mala vida que sin pudor ofrece un socialismo de comiquita, mentiroso, hablachento, inepto, mendaz, especialista en derruir la alegría, en demoler el gozo, a fin de que el otrora país de ensueño y posibilidades – la Venezuela para querer – deje de ser verdadero país para ser una ilusoria patria desolada, desamparada, infeliz, miserable… desventurada.
En la Venezuela Bolivariana desvivimos todos los días, ansiamos la vida feliz que alguna vez disfrutamos.
¡CHÁVEZ VIVE, NOSOTROS NO!