Opinión Internacional

La “actualización” no comporta soluciones para la corrupción

“! Ah, hombres alquilados, -salario corruptor! Distinto el hombre propio, el hombre de sí mismo.”

José Martí

 

La dirección del partido-gobierno ha calificado de contrarrevolución a la corrupción y le ha declarado una guerra sin cuartel, amenazando con la aplicación implacable de sus leyes.

Seis años después del discurso de Fidel en la Universidad, denunciando que la corrupción y el burocratismo podrían destruir la revolución, el partido-gobierno continúa tratando esos fenómenos con los mismos viejos e ineficientes métodos burocráticos, pues no parte de las causas sistémicas profundas de la corrupción y mantiene el enfoque subjetivo y voluntarista de siempre, de culpar a las personas, a los de abajo, quienes pagarán los “platos rotos” por un modelo diseñado desde arriba, para que los de arriba se mantengan arriba.

Comunistas, socialistas, demócratas y revolucionarios en general, fuera del aparato burocrático, hemos identificado las causas de la corrupción y el burocratismo con toda claridad y hemos propuesto alternativas revolucionarias, sectariamente ignoradas.

¿Los del gobierno no reconocen que el socialismo es el camino hacia la abolición del trabajo asalariado, base sobre la cual descansa toda la estructura del sistema capitalista y causa objetiva, real, determinante, de la división social en clases, de todas las desgracias y corrupciones del mundo moderno, que van desde el robo simple al trabajo del productor, la compra de un cargo público en el mercado de la política, hasta la apropiación por vía de la guerra de los recursos naturales de otros pueblos y los desastres ecológicos?

¿No aceptan que el ser humano desposeído, al tener que alquilarse como mercancía-fuerza de trabajo para poder vivir, queda enajenado, corrompido, pierde su libertad y capacidad de acción independiente? Escribió Martí en su Diario de Campaña: “! Ah, hombres alquilados, -salario corruptor! Distinto el hombre propio, el hombre de sí mismo.”

Eso podría explicar la complacencia de la burocracia, al decir que la corrupción es un fenómeno internacional, no privativo de “nuestro socialismo”, obviando que el mundo vive –predominantemente- bajo el régimen capitalista de explotación del trabajo asalariado, donde unos dueños del capital, en busca de lucro, explotan a otros seres humanos, dueños únicamente de su fuerza de trabajo, proceso del cual surge la plusvalía, de la que se apropian los capitalistas.

Son los grandes dueños de compañías y bancos, los principales corruptos y corruptores, ladrones y sinvergüenzas, en ese sistema capitalista privado que, sobre esas bases socioeconómicas, ha creado un régimen legal, todo un cuerpo jurídico de in-justicia, con su correspondiente régimen carcelario y burocracia, para garantizar en primer lugar los intereses de los capitalistas, que solo en contadísimas ocasiones van al banquillo de los acusados, donde terminan pagando una multa millonaria, pero insignificante para sus bolsillos, o purgando penas de unos pocos años en prisiones de lujo.

Allá es ilegal, es ilícito todo lo que se oponga al sistema burgués vigente, todo lo que atente contra la sacrosanta propiedad capitalista, amasada con el sudor y la sangre de pueblos enteros. En consecuencia, las cárceles están llenas de pobres y de miembros de minorías explotadas y desposeídas, protestantes, revoltosos, indignados ; pero el origen de toda la corrupción, la explotación asalariada, es sagrada para las leyes.

Acá, “nuestro socialismo”, con su modelo económico heredado del neo-estalinista “socialismo real”, fracasado en todas partes, se sigue sustentando en la propiedad del estado sobre la gran mayoría de los medios de producción, el trabajo asalariado para el estado y la concentración y centralización de los recursos y las decisiones en manos de unos pocos que aducen representar los intereses del pueblo y los trabajadores.

Esa forma de propiedad, producción, apropiación y convivencia, base sobre la cual descansa todo el andamiaje jurídico, político y social del modelo neoestalinista, determina que la burocracia se convierta en una clase dirigista, parásita y mejor remunerada y que los trabajadores queden como una clase dirigida, productora y peor pagada. De hecho, la burocracia vino a ocupar el lugar de la burguesía en el proceso de producción, distribución y consumo, mientras los trabajadores se quedaron en su viejo papel de simples “tornillos” asalariados, que deben cumplir un plan, determinado desde la cúspide y recibir los beneficios que ella considere. ¿Algo más alienante?

Como mismo ocurre en el capitalismo privado, en el capitalismo monopolista de estado que se ha querido identificar como “socialismo”, los trabajadores asalariados están enajenados de los medios de producción, son despojados de la plusvalía (por mucho que quieran deformar el término) y constituyen simples piezas del engranaje productivo, sin poder de decisión alguna sobre la dirección de las empresas, su gestión económica, las inversiones y sus utilidades.

De manera que en el modelo capitalista de estado, creído socialismo, se dan las mismas condiciones primarias, objetivas, que propician la corrupción en el capitalismo: unos se dedican a decidir y a vivir de la apropiación del trabajo de otros que son los que producen y malviven de un salario: la persistencia, bajo una nueva forma, de la división social entre explotadores y productores.

En este, “nuestro modelo de socialismo”, toda la superestructura jurídica construida en este medio siglo está destinada a defender los sagrados intereses del “estado”, que es decir los intereses de la burocracia, sus propiedades, sus prebendas, su sistema de explotación de la clase asalariada que engloba a todos los desposeídos y asalariados, sean simples barrenderos o profesionales de gran talento.

Por eso están prohibidas las huelgas, las protestas contra el estado y cuesta tanto atreverse a criticar los abusos de los administradores y las entidades represivas, al tiempo que las numerosas cárceles están llenas de pobres, negros y mestizos desposeídos, de personas que han cometido delitos contra la propiedad o los intereses del sacrosanto estado, o de simples opositores a los que se presenta como contrarrevolucionarios y agentes del imperialismo.

Claro que siempre habrá sirvientes del imperialismo en la oposición; pero hay pocas dudas de que mucha gente en esa oposición responde a ideales, a intereses que nada tienen que ver con el mercenarismo que les indilga el gobierno. Hay que acusarlos de mercenarios al servicio del imperio, para justificar su represión.

Se trata de la existente diversidad ideológica y política que los extremistas, -acostumbrados a mandar medio siglo sin oposición política pacífica abierta, pública-, no quieren, no les conviene, aceptar. Para estos recalcitrantes sectarios, aberrados ideológicos, hoy, probablemente la mayoría del pueblo cubano sea “contrarrevolucionaria, mercenaria, agente del imperialismo”.

Coincidentemente, los comunistas, socialistas e izquierdistas en general, de naciones burguesas, que visitan nuestras embajadas son considerados “agentes al servicio del castrismo” por la extrema derecha de esos países. Las extremas son iguales en todas partes.

Hay que recordar que el “anti-socialismo” en Cuba, la oposición antigubernamental, se ha debido en gran parte a la imposición de un modelo socio-económico de corte neo-estalinista, en nombre del socialismo, ampliamente rechazado. Y, nadie debería olvidar que en 50 años de gobierno único de control total, difícilmente, quede algún cubano sin razones para estar descontento, porque haya sido afectado, él o algún familiar cercano, por alguna decisión gubernamental relacionada con asuntos económicos, judiciales, laborales o políticos.

En verdad, hoy por hoy, los peores enemigos del avance del proceso revolucionario, hacia una mayor socialización y democratización de la economía y la política; los que están poniendo en peligro los logros alcanzados en estos años; los que se oponen al avance de las formas socialistas, cooperativas y auto y cogestionadas de producción, se encuentran en el partido gobierno, en su burocracia anquilosada.

Si los principales corruptos en el capitalismo son los capitalistas, en el “socialismo de estado”, son los burócratas que han pretendido eternizarse en el poder, todo ese aparato administrativo y político, que desciende verticalmente desde el gobierno, sus ministerios y organizaciones, hasta las administraciones de las empresas y direcciones políticas impuestas, quienes viven al amparo del sistema estatalista que explota el trabajo asalariado de los productores. Y desde luego mientras más alto, más salario, más prebendas, más viajes, mejor carro, más viáticos, más contactos con empresarios extranjeros, más comisiones, más corrupción.

Y claro está, como los administradores y políticos de abajo no son “bobos”, ni los trabajadores tampoco, pues todo el mundo busca cómo arreglárselas para mejorar sus ingresos y modos de vida, en ese sistema de bajos salarios fijos y precios cada vez más altos, a cuenta de lo único posible: el estado.

La burocracia cubana, además, con la doble moneda, aplicó aún más deformada y corruptamente, la experiencia de la antigua URSS que inventó las “bolutas” para que los “nacharnits” y “aparatchits” compraran en las diplo-tiendas de divisas y garantizarles así las prebendas y medios de vida, a los que nunca podían llegar los que recibían salarios miserables en rublos.

Solo que, en Cuba, con unos 15 millones de ciudadanos y cerca de la tercera parte fuera del país –entre emigrados y descendientes-, este segmento externo se ha convertido en una de las principales emisoras de divisas al interior por vía de las remesas, envío de medicinas, ropas y viajes directos de los emigrados. Algo que las leyes migratorias quieren seguir ignorando, con regulaciones vergonzosas.

La “doble moneda”, las CADECAS y las TRD (Tiendas Recuperadoras de Divisas), fue el mecanismo ideado por el estado cubano para apropiarse de esos ingresos y “redistribuirlos” después, al modo y manera en que lo ha entendido y decidido el partido-gobierno-estado, como ha hecho con todo en Cuba, hace medio siglo.

Esa doble moneda, que implica dos formas de pago y dos formas de cobro, es una de las principales causas del “trasbase” -contrabando debía decirse- de los recursos subsidiados hacia a la economía en divisa y propiciatoria del acceso “autorizado” de los militares y otros sectores de la burocracia, a productos y servicios en divisa, pagados en moneda nacional a 1X1, cuando el canje para el resto de los mortales es a 1X25. El nombre, póngaselo Usted.

La corrupción, que se ve más clara en economía, tiene un trasfondo político, puesto que son esos burócratas aspirantes a la eternidad en sus cargos, quienes mantienen ese estado de cosas, rehúsan los cambios, la des-estatalización y descansan su poder en el clientelismo servil fomentado en el súper aparato burocrático del estado, por esas vías corruptas.

El gobierno se ha visto precisado ya, a aceptar que no se puede permanecer en los cargos públicos más de dos períodos de 5 años. Pero ¿Aprobará la Conferencia del Partido que esta decisión sea retroactiva, teniendo en cuenta la avanzada edad de la cúpula dirigente y sus varios decenios en el gobierno?

En el discurso de Raúl pareciera que él tiene interés en dar un vuelco total a esta situación, pero la práctica de su gobierno, la lentitud y limitación de sus acciones, dicen otra cosa.

La actualización del modelo económico, tal y como se ha presentado hasta el momento, no implica transformaciones de fondo que eliminen la propiedad del estado sobre la gran mayoría de los medios de producción, a la burocracia destinada a controlar la economía y la sociedad, el trabajo asalariado, la doble moneda y el monopolio estatal del mercado y de la política por el partido único y excluyente, causas básicas de la gran corrupción que vivimos, apenas reconocidas por la alta dirección.

Ante la incapacidad productiva del sistema estatal-asalariado, la “actualización” emprendida, en vez de proyectar las empresas hacia la cogestión con los trabajadores, la autogestión o el cooperativismo, ¡sorpresa!: ha puesto énfasis en la inversión extranjera y en estimular la explotación asalariada por privados, bajo el eufemismo del “contrato de trabajadores por los cuentapropistas”, sin el menor sonrojo por el estimulo que implica al combatido y temido capitalismo privado.

Ninguna de las medidas de la “actualización” lleva al empoderamiento económico de los colectivos de trabajadores sobre las empresas de algún significado, ni al desarrollo de un amplio movimiento cooperativo independiente de los controles estatales; factores que podrían ser los dos motores principales de las transformaciones económicas socialistas y de la eliminación de las causas profundas de la corrupción.

Esto, para no hablar de la omisión que hace la “actualización” de las necesarias transformaciones democráticas en la forma de gobierno, en la prensa, en la Constitución y las leyes, en el código penal y en la imprescindible transparencia sobre las finanzas del estado, sin las cuales no puede haber control real alguno de la sociedad, de los ciudadanos, de los trabajadores, sobre la forma en que se invierten los presupuestos y la manera en que se conducen los asuntos económicos, políticos y sociales del país. Sin esto no hay socialismo posible, ni control real popular que evite la corrupción en sus diversas modalidades.

No. La “actualización”, por mucho que trate de aplicar sus leyes, surgidas precisamente de un modelo esencialmente corrupto y corruptor, por explotador y sectario, no acabará con ese flagelo, mientras no cambien las bases sobre las cuales se sustenta. No se trata de arreglar, mejorar o actualizar el modelo, hay que cambiarlo.

Solo en el socialismo, el verdadero, ese “irrealizable por utópico” para burócratas y capitalistas, se crearán condiciones para que se destierre la corrupción, cuando predominen las relaciones de producción caracterizadas por el trabajo libre asociado, los medios de producción estén bajo control de los colectivos laborales y sociales y de los individuos y donde la sociedad funcione sobre las normas de una plena democracia directa y participativa, con absoluta transparencia, libertad y respeto para todos los derechos humanos de todas las personas, sin exclusión por razón alguna.

El socialismo es la lucha por lo imposible, porque “de lo posible se sabe demasiado” y ya sabemos que lo mismo con lo mismo, da lo mismo dos veces y, de lo mismo ya nos cansamos.

Los que no tienen fe en la utopía socialista, jamás podrán conducir la lucha por ella.

Socialismo por la vida.

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