Tras el terremoto de Ecuador, adultos quieren hablar y niños guardan silencio
Un desastre como el terremoto que sacudió parte de Ecuador hace poco más de una semana deja en muchos afectados un impacto psicológico que se manifiesta de diferente manera, pues la mayoría de los adultos necesita hablar sobre ello, mientras los niños prefieren guardar silencio.
Lo que «se observa es que los adultos quieren hablar» porque necesitan «contar lo que pasó, cómo estaban antes y armar esa historia», dijo en entrevista con Efe la psicóloga clínica Ivonne Espinosa, quien presta asistencia psicológica de urgencia a afectados por el temblor.
Además, piden aquello que necesitan en la situación de emergencia que están viviendo, como agua y alimentos, y enlazan estas demandas con antecedentes de su vida, es decir, con referencias a su situación anterior.
En los niños, en cambio, se produce el fenómeno contrario, ya que ellos prefieren refugiarse en «el silencio, la inhibición», al tiempo que muestran nerviosismo e inseguridad.
Espinosa, graduada en psicología clínica y con estudios de posgrado sobre autismo y psicosis, explica que, en general, los niños probablemente «tienen menos recursos» ante un desastre como el que vive Ecuador porque poseen un lenguaje más limitado y «porque viven en un mundo simbólico de juegos» que hace «que comprendan esta realidad de un modo tal vez un poco más lento».
En cambio, por lo general, «los adultos tienen responsabilidades, tienen que salir más rápido de la situación y comenzar a emprender».
En casos como estos, «los niños van a requerir mucho apoyo de los adultos, mucha explicación, mucha palabra, mucho juego», precisó.
La psicóloga trabaja estos días como voluntaria junto a personal del Gobierno para dar asistencia psicológica a afectados por el temblor por medio de intervenciones de urgencia en las que no se puede ir muy a fondo en el estudio del problema.
Se trata básicamente de dar al afectado unas pautas: «Es como dirigirle la mirada hacia el futuro», resume.
Espinosa señala que en algunos de estos casos se observa que afloran traumas del pasado y que un evento como el terremoto saca a colación lo ocurrido. «El trauma tiene que ver con un evento en la vida que activa algo pasado», comenta.
Los psicólogos han observado también que en muchas familias se explica a los niños que un fenómeno como el terremoto «ha sido un castigo de Dios porque se han portado mal» y, ante estas situaciones, dice, «hay que ser directo» y explicar a los familiares que no pueden culpar a sus hijos».
Conviene, más bien, dar a los menores explicaciones sobre el fenómeno que pueden basarse en aspectos relacionados como el comportamiento de la naturaleza, opinó Espinosa.
En cuanto a la situación en la que quedan los mayores tras un choque como el de un terremoto, la experta resaltó que la labor psicológica se debe orientar hacia los proyectos de creación de una nueva comunidad, subrayando a los afectados que, aspectos como la vida en un albergue, es temporal.
Siempre manteniendo la mirada «hacia el futuro, hacia adelante», explica.
Para la psicóloga, en algunos de estos casos tras el terremoto habrá que intervenir directamente «a manera de una urgencia subjetiva», mientras que habrá casos que necesiten una tarea más prolongada y «otros casos en los que, con una pequeña intervención se logre salir adelante», comentó.
En cuanto a los afectados que pueden parecer más preocupantes, aquellas personas que parece imposible que puedan salir adelante, Espinosa considera que «un espacio terapéutico profesional y ético» puede hacer que el sujeto llegue a estar «en las mejores condiciones posibles».
Ahora bien, a los afectados por este impacto psicológico, lo que hay que hacer es «no dejarlos solos. A nadie, ni a adultos, ni a niños ni a ancianos. Es un trabajo de fondo, no de forma», agregó la experta.